Érase un hombre a una nariz pegado, pero, a diferencia del de Quevedo, éste ... la tenía pequeña.
Muy pequeña, según él. Tomó conciencia de su tamaño cuando los compañeros de clase y amiguitos de correrías empezaron a hacer comparaciones entre unas y otras.
La suya siempre destacaba, y ésto le había acomplejado; tanto que, a la menor ocasión, se la tapaba. Casi siempre iba embozado, llegando al punto de que a la hora de adquirir un "moquero" eligió el más pequeño que encontró en el mercado.
¡Qué obsesión no tendría! que llegó al extremo de olvidarse de sonarse. Y así continúa por el mundo, con un atasco de cojones y su pequeño pañuelo, aún, inmaculado.
PAQUITA
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