Quería a su hermano, pero, también a su pareja, y prevaleció el amor al segundo, contraviniendo el orden natural de las cosas, porque su pareja vino después y su hermano estuvo ahí siempre, desde el principio, era el mayor.
El mayor, el más maltratado, suspicaz por obligación, o por lo que fuera, el caso es que, una vez casados ambos, entraron sus parejas en litigio, litigio aparentemente correcto, pero litigio al fin.
Y ella lo solventó por la tremenda. Mantendremos una prudente distancia, se dijo, aquí estaré cuando haga falta, pero, no provocaré roce alguno, no me interesaré por nada suyo. Rompió el contacto.
Pasaron once años, en el transcurso de los cuales crecieron los hijos de ambos, y el monstruo conocido pocos años atrás hizo su aparición de nuevo.
Tuvo que ser la hermana común la que ejerciera de agente pacificador, la que los aunó, y consiguió que de nuevo estuvieran los cuatro juntos.
La depresión volvería a visitarla, para quedarse, tres veces más, en el curso de los dos años siguientes y ya, cuando parecía que el horizonte se había despejado por completo, fallecía él, súbitamente, dejando muchos proyectos inconclusos, excursiones comunes ... tantas cosas. Pero ya no había marcha atrás, todo era irreparable.
Todo tiene solución -relativa y con matices- salvo la muerte.
PAQUITA
La historia que haya entre dos hermanos siempre me ha parecido importantísima, porque es una lección de psicologia, de amor, de intereses encontrados, y que cuanto más la piensas, más cosas descubres. Como las historias de familia. Son ricas hasta para los que las vemos desde fuera. Seguramente la tuya es muy interesante.
ResponderEliminarNo se que decir, salvo que este es el peor momento que he vivido en cuanto a la relación con mis hermanas. Quizas en el futuro me arrepienta, es posible, ahora de lo que me arrepiento es de no haberlas mandado a las dos al carajo mucho antes. un bestia si, pero te aseguro que es cuestión de salud...
ResponderEliminarBesos.