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julio 03, 2023

CTXT. Ante lo que viene, de ELENA DE SUS

 3/6/23

Querida comunidad de CTXT:



A veces me da la impresión de que el pensamiento de izquierdas puede ser, en las actuales circunstancias, un poco disfuncional. Es decir, va a ser mejor para la salud mental dejarte llevar y pensar que el trabajo duro tendrá su recompensa en algún momento, que los sacrificios hechos valdrán la pena, que una buena idea hará que todo cambie, que el golpe de suerte puede estar a la vuelta de la esquina, que Dios está de nuestra parte, que el cambio climático no va a ser para tanto, que los ricos o parte de ellos son ricos porque han tomado decisiones inteligentes y han trabajado mucho, y por lo tanto tú puedes seguir su camino, y si ves que no llegas, al menos podrás dejar un punto de partida mejor a los hijos. Al menos hasta que llegue la hostia, va bien pensar así. Si te va mejor que a los demás, también es reconfortante convencerte de que esto se debe totalmente a tu disciplina y tu buen criterio, no a que los dados hayan caído de esa forma.

 

        Si, por el contrario, asumes que eres una pieza insignificante, mejor o peor colocada, de un sistema diseñado para que se adueñen de tu trabajo y de tu tiempo unas personas que son, al menos en parte, hipócritas, vagas y tontas del culo, a las que les da igual casi todo, que carecen de planes racionales (en esto las teorías de la conspiración son optimismo puro) y te das cuenta de que estás chocando una y otra vez contra las paredes entre las que te ha puesto ese sistema, que te mueves en un espacio muy pequeño, y no sabes qué hacer al respecto, es probable que te deprimas. Y esto no es solo una hipótesis, hay muchísima gente buena deprimida. Mientras, los del Opus siguen levantándose a las cinco de la mañana para pillarte siempre fresquísimos.

 

        Un conocido que es maestro comentaba este problema un día. Al niño o a la niña, al chaval o la chavala, tienes que decirle que puede llegar donde quiera, aunque ya te hayas dado cuenta de que esto es dificilísimo, porque lo contrario es ayudar a condenarlo del todo.

 

        Tiene un componente perturbador lo de reconocer que eres “vulnerable”. Anda que no se pegan tortazos nuestros abuelos o padres por orgullo, por no querer admitir que pierden capacidades.

 

        El discurso hegemónico (puaj, qué palabro) es una mentira, un timo. No vas a tener el cuerpo de un actor o actriz de Hollywood a base de cuatro sesiones de gimnasio a la semana, batidos de proteínas, arroz y pollo. Nunca vas a llegar a tener que preocuparte por los okupas. Cualquier tontaina con patillas de Chamartín folla y se droga más que el traperito de moda que presume de ello en sus canciones. El trabajo duro se suele recompensar con más trabajo duro.

 

        Y lo de la libertad. Le pregunté a la filósofa brasileña Márcia Tiburi, que sufre y estudia los discursos de odio, por el uso que hace la extrema derecha de la idea de “libertad”. Respondió: “Para desarrollar su proyecto, ellos necesitan convertir a los ciudadanos en robots, en personas sin autonomía. Por eso persiguen la cultura y el pensamiento crítico”. Y creo que es verdad. La libertad es la libertad de aceptar lo que sea por supervivencia, y si esta está ya garantizada, la libertad de ganar más dinero de cualquier forma para poder consumir más, como una máquina, explotando y aplastando a quien haga falta por el camino, también la libertad de que mientras te comportas así nadie pueda criticarlo o sugerir otras opciones, que es una cosa de muy mal gusto. La libertad de ser 100% predecible por el algoritmo. Como decía Henry Ford, el coche puede ser “de cualquier color, siempre y cuando sea negro”.

 

        Todo esto es, en muchos aspectos, un timo. Pero es necesario conseguir entre todos que rechazar el timo sea más satisfactorio que comprarlo. Quiero pensar que el movimiento feminista de los últimos años contribuyó a ello, aparte de “normalizar la terapia”.

 

        Dicho esto, mientras cada uno escribimos nuestra película como buenamente podemos, ¿qué tendencias sigue el mundo? Pues unas chunguísimas, lo siento. El cambio climático avanza. A la globalización del mercado le salen grietas. Andy Robinson nos contó cómo el FMI contaba en 2019 con que hubiera revueltas por el mundo. ¡Y esto era antes de la pandemia! En 2020 Rafael Poch percibía cómo los regímenes de Rusia y China se apretaban el cinturón ante las curvas. En el Reino Unido o Francia se han promovido recientes leyes mordaza. Macron podía imaginar lo que iba a pasar con su reforma de las pensiones.

 

        ¿Cuál es el instinto de la bestia ante este panorama, que se hace para intentar rebajar la presión? Pues gritar “¡tonto el último!”. Pero para que esto funcione de manera fluida, para que todos nos echemos a correr, es necesario que haya un montón de Gente Que Da Igual (en adelante, GQDI). Siempre ha habido GQDI, y mucha, siempre ha habido también gente luchando por evitarlo, pero en algunos momentos esto se hace más evidente.

 

        Varias ideologías de moda en la actualidad conllevan una cantidad bien gorda de GQDI. Al neoliberalismo creo que no hace falta dedicarle más palabras, pero, para alguien que basa su pensamiento en un nacionalismo de Estado, que es lo que hay en el fondo de todo “rojipardismo”, la cantidad de GQDI es también enorme. Y los remixes de ambas cosas ya son para mear y no echar gota.

 

        No creo que haga falta explicar por qué hay que contrarrestar esto, pero voy a decir una cosa a los que estáis lanzando avioncitos desde la fila del fondo: si no solo vas aceptando tranquilamente que te digan quiénes son GQDI, sino que contribuyes a ello con alegría, cualquier día tú o las personas a las que quieres se van a quedar fuera del círculo, os van a echar del tren en marcha como vosotros hicisteis, vais a ser GQDI y nadie va a llorar por ello. Alguna excusa se inventarán, algo habréis hecho mal para el Dios mercado o para el futuro de la nación.

 

        No hay más que ver la ampliación constante de la categoría “okupa” que ya incluye a inquilinos que fallan un par de meses e incluso a propietarios cuyos intereses son opuestos a los de una gran promotora, y cómo, al mismo tiempo, los grandes medios amplían los límites de lo que es aceptable hacerle a un okupa.

 

        Ahora viene la parte en la que tenemos que tirarnos flores, pero creo, de verdad, que CTXT pone de su parte para que no compremos nada de esto, para que algo mejor sea posible. Por eso (y también porque me va el sueldo en ello), te agradezco mucho que formes parte de la comunidad de esta revista.

 

        Gracias de nuevo, y aunque suene muy manido decirlo, cuidaos.

 

        Un abrazo, 

Elena. CTXT

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