Copiado del blog
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Recortes de bitácoras lo "colgó" también. Y ... como es muy bello ... ahí va:
EllaLa Amo. Y eso que nunca la toqué. Pero la amo. Empezó a gustarme cuando batallaba por ser independiente, autónoma, libre… Es verdad que, ante ella, yo me sentía perdido. Ignoraba sus afanes, sus inquietudes, su origen, sus recovecos. No sabía nada de ella pero su grito de independencia me cautivó. Me atrajo desde el principio su piel oscura y, por ser así, que hubiera gente que la despreciara. Lo que para mí era objeto de seducción para otros significaba rechazo. En ella, posiblemente, veía mi origen, nuestro origen. Por mis venas, a lo mejor, corre sangre de su sangre. Qué se yo.
Lo que me fascinaba de ella era su diversidad y las acusadas diferencias entre sus cuatro puntos cardinales. Su imagen, a un tiempo, esplendorosa y desgraciada, exuberante y raquítica, fértil y estéril, siempre me subyugó. Su imagen en 35 milímetros la descubría una y otra vez en las proyecciones del cuarto oscuro. Sus colores, diversos, dependiendo de cómo se encontrara en el momento de ser filmada, se grabaron indeleblemente en mi retina.
En los libros me hablaron de ella, de sus orígenes y de sus desavenencias, de sus filias y sus fobias, de cómo fue violentada, esquilmada y deseada. Y me enseñaron, algo más si cabe, a amarla. Sus amigos siempre estuvieron a su lado y, por pasión de amistad o porque así la veían, nunca hablaban mal de ella y sólo contaban las virtudes que la adornaban.
Tuvo muchos pretendientes y maltratadores. Contra su voluntad, la mayor parte de las veces, o por amor, contrajo diversos enlaces que, también en su mayoría, terminaron en otros tantos fracasos. Contra su parecer, le dibujaron en su piel negra con escuadra y cartabón, a hierro y fuego, inmensos costurones que nunca cicatrizaron.
Alguien escribió de ella los versos más tristes, pero también los más excelsos. Algunos la quisieron y, a veces, ella también los quiso; y amaron sus noches inmensas y frías y sus días luminosos y cálidos, su vientre fecundo y sus senos fértiles, sus largos brazos amantes y sus torneadas piernas en movimiento. Hubo quien pensó que ya no la tenía y sintieron que la habían perdido. Porque hubo noches que la tuvieron entre sus brazos y su voz, sus voces, su cuerpo oscuro y hospitalario, sus ojos infinitos quedaron para siempre en la memoria. Quien se acercó a mirarla ya nunca será el mismo. No estaba pensando en ella el poeta cuando escribió aquel sentido poema, pero pudo haberlo hecho: Aunque éste sea el último dolor que ella me causa. / Y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
La amo. Y eso que lo más cerca que la tuve fue a catorce kilómetros. Siempre te amaré, África.
Te Amaré: de
Silvio RodriguezTe amaré, te amaré como al mundo/Te amaré aunque tenga final/Te amaré, te amaré en lo profundo/Te amaré como tengo que amar.
Te amaré, te amaré como pueda/Te amaré aunque no sea la paz/Te amaré, te amaré lo que queda/Te amaré cuando acabe de amar
Te amaré, te amaré si estoy muerto/Te amaré al día siguiente además/Te amaré, Te amaré como siento/Te amaré con adiós, con jamás.
Te amaré, Te amaré junto al viento/Te amaré como único sé/Te amaré hasta el fin de los tiempos/Te amaré y después te amaré.
Pierre Miró escribió este post el 11/5/2007 a las 8:01 am y está archivado en
Orbe.