agosto 05, 2023

Un parque nacional también puede morir: la agonía de las Tablas de Daimiel advierte sobre el futuro de Doñana, de Alicia Avilés Pozo / Raúl Rejón

 Alicia Avilés Pozo / Raúl Rejón  Daimiel /Madrid — 29 de junio de 2023 

“Esto es mucho peor que Doñana”. La frase es del geógrafo y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha Rafael Gosálvez al contemplar el paisaje de las Tablas de Daimiel en la semana que cumple 50 años como parque nacional. “Esto se muere”, sentencia el tambien miembro del Patronato del Parque mientras pasea por el que, se supone, es un humedal de importancia internacional. Pero la mirada devuelve una imagen que no puede estar más lejos de esa condición: “Esto era un vergel de agua, hoy es un desierto”, resume el experto.

¿Puede morirse un parque nacional? Pues sí. Es lo que dice este desolador escenario situado unos cuantos kilómetros al norte de una Doñana que lleva meses acaparando los titulares de los periódicos. Mientras la amnistía de regadíos ilegales en torno a las marismas de Huelva que prepara la Junta de Andalucía disparaba alarmas estruendosas nacionales e internacionales, el 1 de junio de 2023, las Tablas de Daimiel tenían agua en 103 de sus 1.734 hectáreas encharcables, apenas un 6%. Ni siquiera en la reserva más preciada del Parque Nacional hay rastro de agua ni aves.

(...) Las Tablas comienzan en la presa de Puente Navarro, una de las cuatro construidas dentro del parque. Es un antiguo molino de grano que aprovechaba el caudal del río Guadiana y que se convirtió en presa en 1981. De hecho, el parque muestra algo de agua porque se la embalsa. En total tiene cuatro presas: dos para contener el líquido y otras dos para que no entre agua contaminada. Así que lo que se protegió, que era un ecosistema fluvial creado por el desbordamiento de los ríos Guadiana y Cigüela, se ha convertido en un embalse. “Con sus características de embalse, como los sedimentos y colmatación”, se queja Gosálvez.

¿Dónde está entonces el agua que debería rebosar y fluir por los célebres Ojos del Guadiana para inundar las llanuras y crear el humedal que, como dice la ley, merece asegurarse “con visión de futuro para la conservación de uno de los ecosistemas más valiosos del territorio nacional?”

El agua provenía del subsuelo. Pero cada vez hay menos. ¿Por qué? Porque se saca a todo trapo para, sobre todo, regar campos. Los datos describen la situación con precisión matemática. Como el acuífero de donde se chupa esa agua es fácil de bombear –hasta 50 o 100 litros por segundo “sin necesidad de cuidar las técnicas de perforación de pozos”, como describe este análisis del Instituto Geológico y Minero de España– las hectáreas de regadío se han multiplicado.

(...) Lo que se ha constatado en este medio siglo es el conflicto y la colisión entre la protección ambiental y el incremento constante de la producción a base de recursos naturales finitos, en este caso agua. “Se intentaron conciliar ambos paradigmas, el del desarrollo agrario y el medioambiental, pero el tiempo ha demostrado que eso no ha sido efectivo”, cuenta sentado en la plaza de España de la localidad de Daimiel (Ciudad Real) Alberto Celis, historiador, geógrafo y miembro de la Asociación Ojos del Guadiana Vivos (...)

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