Sergio Ruiz Antorán Huesca
La aventurera brasileña Fernanda Maciel completó el recorrido completo de la GR11 sin asistencia en apenas doce días y doce horas. Enamorada por la belleza de los valles aragoneses, la ultra ‘runner’ pulverizó cualquier marca femenina en una ruta de 700 kilómetros y 35.000 metros de desnivel.
Sorprender a Fernanda Maciel no es sencillo. Para ella, que lleva pegado polvo de todo el planeta en sus suelas, que ha vivido la aventura con tanta intensidad en lugares que no imaginaríais, cuesta infinito quebrar sus palabras en suspiros de emoción. «El Pirineo aragonés es un lugar salvaje y muy guapo. Todo el entorno de Ordesa es maravilloso. Con flores y rocas combinadas de todos los colores. ¡Y Pineta! ¡Qué decirte de Pineta! ¡Es brutal! ¡Me he enamorado!» ¿Y quién no se enamora para siempre en Pineta?
El halago de esta superheroína brasileña brota de su última epopeya: ser la primera mujer en cruzarse todo el Pirineo en apenas doce días y doce horas. ¡Una auténtica locura! Piensen que lo normal es hacer sus 700 kilómetros y 35.000 metros de desnivel en un mes mínimo de caminata entre el Cantábrico y el Mediterráneo. Otra machada con una línea muy emocional dentro de un currículum de hazañas más largas que sus desafíos extremos. «Este ha sido muy especial por la soledad que te envuelve en el Pirineo. Me sentía como un animal en medio de la noche. Rodeada de esas montañas en la penumbra, ¡yo era tan pequeña! Corría casi todo el día sin cruzarme con nadie, con mucho estrés porque no me pasara nada, tener un percance entre tanta piedra. En el Pirineo aún puedes vivir esa experiencia. En los Alpes es imposible».
El frontal fue su compañero inseparable. Se levantaba a las dos de la madrugada y corría entre once y quince horas al día para evitar las tormentas «siempre con un plan A, un plan B y un plan C para llegar a algún refugio». Solo se chipió el primer y el último día. Los madrugones y la nocturnidad rebajaban el sofoco y el encontronazo con las tronadas pese a dificultar la orientación.
«En ocasiones iba ‘zombie’, hasta me perdía y me paraba a dormir en una roca y continuar un rato después».Iba ligera, con una mochila mínima con dos mudas, un par de chaquetas, camisetas y calcetines, un pijama, un botiquín básico para pequeñas heridas, alergias y ampollas, un kit de emergencias, sales, proteínas, el móvil, baterías... «y demasiados cables». Lista, por comodidad, se calzó unas zapatillas de asfalto a las que añadió una suela Vibram con mayor agarre porque «hubo etapas muy técnicas, mucha piedra, incluso con pasos de trepadas».
No contó con asistencia externa y se avituallaba en los refugios, pueblos o albergues. «Solo tuve un problema en un refugio con un guarda que no me quería vender un bocadillo porque era muy pronto». Ella, especialista en nutrición, se zampaba lo que había: desde un sándwich a bolsas de patatas fritas, chocolate «o cualquier cosa que encontraba». Eso sí, porteaba tres litros de agua. «El primer día bebí agua de un arroyo y tuve problemas estomacales, así que, para no arriesgar, fui comprando botellas».
Referencia femenina
En su planificación, con las únicas referencias masculinas que tenía, contemplaba un arco entre once y quince jornadas de travesía. Valoró hacer el costado francés (HRP10 ó GR10), pero, tras entrenar varios días por la cara norte de la cordillera, se decidió por el Gran Recorrido español «porque hay más refugios aunque esté algo peor marcado. Casi al final vi que lo podía hacer en doce días y doce horas. Me parecía una marca bonita y me motivó para conseguirla».
Instalada desde hace años en los Alpes, en Chamonix, vivió una temporada en Madrid y en Coll de Nargó (Lleida), residencia donde nació «la inspiración de cruzarme todo el Pirineo, pero nunca encontraba un hueco».
De esa época, en 2012, cuelga otra de sus ‘burradas’. Completó el Camino de Santiago (860 kilómetros) en apenas diez días, siendo también la primera mujer en lograrlo. «Espero que pronto me quiten el récord del GR11 otra mujer. A mí siempre me ha inspirado ver que otras atletas o montañeras alcanzan un logro, tener un referente que seguir o superar».
Para Fernanda Maciel es un suma y sigue en su intrépida existencia. Gimnasta deportiva de pequeña, campeona de jiu-jitsu y capoeira por herencia familiar, da vueltas al planeta desde que se curtió en los trail de aventura de largo recorrido (pruebas combinadas de carrera, kayak, bici y orientación ¡de más de 600 kilómetros!) antes de asentarse en la élite mundial de las ultras. Siempre ha combinado las carreras con retos personales a los que cose un vínculo en su espíritu ecologista o una reivindicación de apoyo social con su proyecto ‘White Flow’. «Cuando convives en la naturaleza te das cuenta de lo que estamos haciendo al planeta, cómo las montañas pierden su nieve o la deforestación del Amazonas. Tenemos que presionar a los Gobiernos para que controlen a las grandes compañías extractivas que son culpables de este gran problema».
Sabe bien de qué habla. En la actualidad se halla enfrascada en la conquista FKT (Fastest Known Time) de las cimas más altas de todos los continentes. Solo le quedan el Denali y el Everest, es decir, ha tachado la Pirámide de Carstensz, el Kilimanjaro, el Aconcagua, el Elbrus y el Monte Vinson, en mitad de la inhóspita Antártida. «Espero poder completarlo en dos años. Es un esfuerzo físico, psicológico y financiero muy grande. Es mi sueño más grande». Casi tan grande como su empuje. Infinito.
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