A finales del Mesozoico, cuando el Himalaya se empezó a elevar hacia las alturas, Takakia ya llevaba 100 millones de años encaramado a su superficie. Aquellos cambios obligaron a la planta a adaptarse, lo que explica en parte sus características especiales: no solo es un “fósil viviente” y el “abuelo” de todos los musgos, sino que desarrolló una capacidad extraordinaria para resistir cambios extremos de temperatura y grandes dosis de radiación ultravioleta. Pero puede que no sea suficiente para sobrevivir a la crisis climática.