“Nos sentamos todos en un círculo y se saca un tema al azar. Puede ser un problema o una preocupación. Y simplemente se comenta. Yo diría, ‘me ha pasado tal cosa’. Aunque se suele centrar en las cosas malas. Si alguien ha pasado por algo parecido se conversa sobre ello y esto te ayuda un montón”. Así es como mucha gente describiría el funcionamiento de un grupo de apoyo. El que no lo ha visto en la tele, se ha podido topar con algo parecido en una asociación de barrio o incluso en el instituto. Pero esta es la historia de Ángel Faya Ortiz, que tiene 24 años y, hace seis, le diagnosticaron trastorno esquizoafectivo. Este vecino de Villaverde Alto, junto a otras 24 personas, acude cada semana a la sede de la Asociación Salud y Ayuda Mutua (ASAM) para encontrar una parte de sí mismo en los otros. Y no es fácil. Porque al mismo tiempo todos luchan contra el estigma.