octubre 09, 2024

CTXT. Nieves Concostrina / Periodista “La información ya no importa; ahora hay que ‘comunicar’, aunque sea mentira”. Por Miguel Ángel Ortega Lucas

 Miguel Ángel Ortega Lucas 18/09/2024

La periodista Nieves Concostrina. / Jesús Pozo

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La periodista Nieves Concostrina (Madrid, 1961) ha desarrollado cierta alergia por las entrevistas. No por las que tenga que hacer ella como parte de su trabajo, sino por las que intentan hacerle a ella. “No quiero entrevistas porque no es el periodismo que a mí me enseñaron y el que yo ejercí; lo de poner un titular para el clickbait”: esa dinámica, consistente en buscar un señuelo fácil para que el usuario de internet pinche en la “noticia”, con el único fin de engordar la audiencia, ergo el negocio, del sitio web en cuestión. “Basta con ese titular que provoca el clic para que no importe el resto de la entrevista, porque es el titular lo que sale en redes. Con lo cual, cuando me encuentro después de una entrevista un titular, y perdona, de mierda, que busca sólo el clic, pues luego termino por decir que no… Y de imagen ni hablar. Parece que nadie sabe hacer periodismo ni podcast sin una cámara delante”.

Concostrina acabó quemada por el desvalijo que algunos siguen haciendo en redes sociales –troceándola a conveniencia– de cierta entrevista en vídeo que concedió hace un año a un periodista francés amigo suyo. En ésta, y como es su costumbre (más bien su naturaleza), opinó de todo lo que creyó conveniente sobre la España de ayer y de hoy, pasando por francos, borbones y primeras comuniones. Pero cabe decir que su repercusión fue tan amplia por lo raro, casi exótico, que supone toparse con un discurso tan radical y diáfano sobre ciertos temas (y personas). Nieves Concostrina, después de toda una vida en el oficio, y de conocer el paño desde dentro, no tiene miedo ni reparo alguno en opinar sin filtro de todo. Ayuda a esto un carácter diríase incapacitado para fingir, y un temperamento inflamable ante las cosas que considera injustas, incoherentes o falsarias. De ahí que la admiren o aborrezcan sin muchas medias tintas, y que más de uno se lleve las manos a la cabeza por lo que dice –y le dejan decir– en el espacio de divulgación y crítica histórica, Acontece que no es poco, que emite a diario en el programa vespertino de la Cadena SER, La ventana, dirigido por Carles Francino.

Concostrina ha firmado asimismo, con su personal sello interpretativo, una decena de libros sobre historia, y tiene en su poder un Micrófono de Oro y un Premio Ondas. Quien esto firma la buscó para hablar sobre el estado del periodismo, sin saber que era algo así como poner una pica en Flandes… (Quizás ayudara que uno prefiere el término “conversación”, y no “entrevista”, para denominar a estos viejos artefactos del oficio.)

–¿Cuánto tiempo tiene para hablar?
–Pues depende.
–Depende de si se aburre, ¿no…?
–Efectivamente –ríe.

Al acabar la conversación, mucho más larga de lo que auguraba el contacto inicial, remacha: “Y ahora a esperar el disgusto”. Esperemos que no haya ninguno.

Algunos nos sentimos en un territorio cada vez más acotado, por habernos educado para un tipo de periodismo que parece ser ya la excepción y no la regla.

Por eso me niego a hacer entrevistas. Yo en una conversación hablo, y en las conversaciones por escrito pierdes todo control porque se saca cualquier frase de contexto y la gente no lee la entrevista; se queda con esa frase. Y eso me harta. Aquel periodista [del mencionado vídeo], un francés amigo mío que trabaja en Charlie Hebdo, me hizo una entrevista en profundidad y muy seria para su canal; un profesional del copón. Le dije: “Samir, va a pasar esto”. Lo de la gente que se aprovecha del trabajo de los demás, replicándolo constantemente porque les da no sé cuántos retuits… Haz tu puto trabajo, y deja de aprovecharte del ajeno. Lo que más me gusta son las entrevistas en radio, porque sale lo que dices, no lo que nadie ponga en un papel.

Se está dando una frivolización creciente, mezcla de incapacidad, irresponsabilidad y ganas de figurar a cualquier precio. No sé si está de acuerdo con esto, y con la sensación de que pareciera responder a un plan para que seamos cada vez más ignorantes, pendientes de tonterías y no de lo que importa de verdad.

Claro que creo que hay un plan, pero no porque haya cinco tíos en torno a una mesa para hacerlo. Es un plan asumido por todo el mundo, del que participamos todos, y que damos por hecho. Porque hasta cuando dices: “Hay un plan para que la gente no sepa historia”, te salen cuatro historiadores gilipollas diciendo no sé qué, porque aquí cada cual entiende lo que quiere… Yo he tenido ataques de todos, todos los frentes, y hace tres años que puse candado a la cuenta de Twitter [ahora ‘X’]. A mí me llaman de la tele cada dos por tres para ir a hablar, y mi respuesta desde hace cuatro o cinco años es: “No, gracias, estoy centrada en otra cosa”. Y te dicen: “Pagamos muy bien”. Pero es que no estamos hablando de dinero sino de profesionalidad. De un programa me llamaron para ir a “hablar de lo que surja”. ¿Y si no tengo ni idea, qué hago? “Hombre”, me responden, “siempre se puede decir algo”. Digo: “Claro: se pueden decir gilipolleces”. Y así tenéis llena una hora en vez de hacer vuestro trabajo. En tal caso, buscad a alguien que entienda del tema, pero no tengáis a cuatro diciendo estupideces. Tendrás que hablar, según el tema, con un psicólogo, o un perito; con la gente implicada en el tema, que es lo que han hecho los periodistas siempre. No tener a cuatro pavos sentados en una mesa para hablar de lo que no saben.

Creo recordar que hubo una vez, en el programa de la SER de Iñaki Gabilondo, un participante que dijo no poder opinar de cierto tema por no estar cualificado. Gabilondo exclamó, como si fuera la noticia del día: “¡Paren las máquinas: un tertuliano afirma no saber de algo!”

Claro: ¿cómo vas a opinar de lo que no sabes? Eso tiene que hacerlo gente que sepa hacerlo… Y hay una cosa que me repugna mucho, que son los periodistas que hacen publicidad. Me parece la mayor irresponsabilidad. Un periodista que hace publicidad indica que está dispuesto a hacer lo que sea por dinero.

Es que algunos parecen vender noticias igual que venden seguros.

Exactamente. Por eso un periodista no debe hacerlo. Porque si sale una, por ejemplo, diciendo que la Central Lechera Asturiana es la mejor a cambio de dinero, podrá también decir otras cosas a cambio de dinero… Por eso, cosa que anuncian algunos, la borro de la cesta de la compra.

¿Cómo era el oficio que buscaba hacer cuando empezó?

Nunca he visto el periodismo como un sacerdocio, como decía un amigo mío. Esto es un curro, un trabajo que te gusta hacer igual que se elige cualquier otra cosa. Cuando estaba en la facultad –donde no me enseñaron nada; pero nada es absolutamente nada…–, como a la vez trabajaba en el periódico, no llevaba ningún ideal. Entré en prácticas a los 18 años en Diario 16; era un pava de 18 años como éramos todos a esa edad. Llegué y me fui formando. Tenía redactor jefe, subjefe y jefa de sección; hacía mis informaciones y pasaban un control. Me decían: “Esto no; esto no; esto así… ¿A cuánta gente has preguntado, cuántas fuentes tienes? ¿Dos? Intenta que sean tres…”. Mi pluma siempre fue un poco irónica o sarcástica, como quieras llamarla, pero cuando hago información no se nota quién está detrás. Luego están las crónicas, los reportajes, donde sale la pluma del autor. Pero me considero simplemente periodista, sin ningún ideal. El periodista debe estar ahí vigilando el poder, no a su servicio; por supuesto, nunca pagado por nadie que no sea su propio medio; y agarrándose a eso que existe aún y que se llama cláusula de conciencia, para no firmar nada que sabes que es mentira.

Menciona cosas que antes se daban más o menos por hechas y que ya parecen unicornios.

Es que el periodismo está absolutamente deteriorado en general. Sigue habiendo periodistas buenísimos, pero no se les oye. Y algunos a los que sí se puede oír se les alza a categoría de héroes, cuando no lo son: sólo están haciendo lo que tienen que hacer. Y luego está el corporativismo, que me da mucho asco en todos los sitios, pero más en éste porque es el que me afecta: el silencio, el callar… Lo del silencio me ha parecido vergonzoso desde que me enteré, siendo muy jovencita, de que el rey Juan Carlos tenía amantes y todos callaban. Todos los grandes periodistas sabían que era un sinvergüenza y un chulo, pero era el rey.

Se pudiera entender que tocar ciertas teclas fuera difícil por entonces, pero luego está ser un cortesano. Y salir diciendo la verdad cuando ya es cómodo y seguro decirla, como han hecho algunos sobre Juan Carlos de Borbón en documentales recientes.

Pero se les nota siempre porque ahora son cortesanos con [el actual rey] Felipe. Son los mismos; se detectan enseguida. Los mismos progres que se dicen republicanos y que, cuando les invitan al besamanos del 12 de Octubre en el Palacio de la Zarzuela, pierden el culo por pisar moqueta, y son súbditos haciendo fila como idiotas con tres mil más por dar la mano a “Su Majestad”.

Es algo pasmoso en muchos periodistas: ese babear en cuanto se ven cerca de los que tienen nombre y salen en la tele, aunque sea el maestro armero… En mi facultad, hace ya veinte años, había quienes aspiraban, no a hacer periodismo, sino a “salir en la tele”.

De hecho, a mi marido, el periodista Jesús Pozo, le invitaron a una charla en una facultad, y preguntó: “¿Cuántos queréis trabajar en la tele?” La mayoría levantaron la mano. ¿Por qué? “Porque se gana mucho dinero”. Pero es que eso no es ser periodista… Y no he conseguido leer en ningún lado, ni que nadie me dé ninguna explicación a esto: ¿por qué las facultades de Ciencias de la Información han pasado a ser de la Comunicación?… Ahí está la clave: que la información ya no importa; ahora hay que “comunicar”. Comunicar lo que sea, sea mentira o sea verdad. Antes había que informar. Ahora hay que “comunicar”. ¿Comunicar qué? ¿Mierda?

Y en muchos casos miedo. Que es lo que el poder usa constantemente para tenernos controlados.

Claro, meterte miedo. A mí me pregunta mucha gente si me da miedo decir las cosas que digo. Pero no se puede avanzar con una población tan acojonada. Pregúntate tú por qué eres cobarde, no por qué no tengo yo miedo, porque lo que está pasando es gracias a ti. Levanta la cara, haz algo. A lo mejor me dan una hostia un día, como me decía mi madre, pero hago lo que creo que debo hacer. Y si tengo las pruebas de que los reyes son unos sinvergüenzas, pues lo digo, porque está demostrado. Y no tienen una sola defensa. Ellos lo único que quieren es ‘virgencita, que me quede como estoy’. El rey lo único que quiere es seguir ahí, con su mujer, que ya ni se aguantan… Mismo proceso que sus padres. Vuelve a repetirse la historia.

Es un enigma lo de la reina actual. Esa mujer que vivía presuntamente “por la noticia”, y que luego está dispuesta a convertirse en esfinge.

De buena periodista no tenía nada, porque ha mentido. Sabe perfectamente que todo lo que nos contaron de ella por televisión era absolutamente falso. La empezaron a pasear, llevándola en helicóptero a los principales focos de información [del Telediario de TVE] para que la gente se fuera haciendo a ella. Una persona que era republicana, atea, que acaba casada con un príncipe, besando los anillos de los obispos… Tócate los cojones. Ésos son mis principios, y si no te gustan, tengo otros… Y quienes siguen esa mentira, pues que hagan lo que quieran. Pero yo diré lo que creo que debo decir, y donde puedo decirlo. Todo lo que puedo decir en la radio lo digo porque está Carles Francino.

Otro punto clave. Los directores o jefes de los medios eran, tradicionalmente, el muro de contención entre la redacción y el consejo de administración; o sea, entre el periodismo y las conveniencias empresariales. No sé hasta qué punto sigue siendo así.

Alguno hay, defendiendo que ‘esto se hace así porque es la verdad’. Pero ahora mismo en las redacciones, aparte de que no se está formando al personal, ocurre algo, y es la excusa de que “no tenemos gente”. Las redacciones están bajo mínimos y el redactor no hace su trabajo. El redactor, en las radios en general, no sale a buscar información a la calle. Y es vergonzoso; que esté simplemente recogiendo los audios que desde los ayuntamientos y las comunidades les mandan los propios interesados, a través de sus gabinetes de prensa. Los políticos hacen sus declaraciones, esos cortes de audio los mandan a todas las radios, y ya está; qué bien: tú [el periodista] calzas la declaración, y listo. Pero es que, a la mayoría, esas declaraciones nos importan una mierda. A mí me interesa lo que protesten en un barrio por no sé qué, lo que pasa en la escuela en no sé dónde… Pero claro, eso da mucho trabajo porque tienes que salir de la redacción a recoger cosas. Es mucho más cómodo no mover el culo y no haber hecho más en todo el día que sacar noticias de agencia. Y escuchas boletines informativos sin ningún criterio, que dices: ¿pero a quién se le ha ocurrido abrir un boletín con esto?… ¿Todavía no se han enterado de que si alguien de un partido político se tira un pedo es para que se lo recojan? Hace falta ser muy estúpido en esta profesión para abrir un boletín con la última salvajada que ha dicho uno de Vox: es que la ha dicho para que la saques, idiota.

Hacen la propaganda gratis a los políticos, cuando debiera ser al revés, ¿no?: tendrían que ir los políticos detrás de los periodistas, rogándoles que les saquen lo que quieren decir, si es que tienen algo relevante que decir.

Claro. Pero en esto voy a decir que la mayoría de los políticos son buenos. Lo que pasa es que la política está contaminada para hacer creer a la gente que todo es una mierda, sobre todo por una derecha nazi. Cuando la política es fundamental. Debiéramos agradecer que haya gente ahí pasándolas muy putas, porque yo no estaría dispuesta a meterme en política. Eso es muy difícil; tiene que quitar el sueño, al político que de verdad se parte la cara por hacer las cosas bien, en ayuntamientos, en comunidades, en el gobierno central…, darse continuamente contra un muro. Yo defenderé siempre la política, y creo que la mayoría de los políticos son buenos, pero hay un porcentaje que se lo carga todo.

Otro de los problemas es que la gente vea en ellos a una especie de actores malos, impostados, siguiendo el guion de lo que les interesa decir.

Y sobre todo que tenemos unos dirigentes que no están preparados ni intelectualmente. Qué vergüenza tener un Feijóo, que es un ignorante. La portavoz del gobierno dijo hace poco una idiotez sobre la ley mordaza, porque no tenía ni idea de lo que hablaba. Pero también los hay preparados. Y en cualquier caso son absolutamente necesarios, porque la política es todo. La política es la sanidad, es la educación, es el asfaltado de las calles… Hasta que funcione o no un semáforo, o que te pongan un bolardo en la puerta de tu casa.

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CTXT. ATENCIÓN PRIMARIA. Que paren la queja, que yo me bajo, de Óscar C. Cano



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