“Buena parte de las grandes fortunas en los últimos siglos, se construyeron de forma poco virtuosa y contra el bien público”
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Entrevista a Alexandre Coello y Martín Rodrigo sobre el Congreso Internacional “Corrupción, codicia y bien público en el mundo hispánico”,
por Salvador López Arnal en
Congreso de Historia en la UPF, 19 y 20 de diciembre 2013
- Alexandre Coello de la Rosa y Martín Rodrigo Alharilla son dos reconocidos historiadores de la Universitat Pompeu Fabra especializados en el mundo hispánico.
- Salvador López Arnal es nieto del cenetista aragonés asesinado en el Camp de la Bota de Barcelona, mayo de 1939 [delito: “rebelión militar”], José Arnal Cerezuela.
- (...) bien público, ¿no ha andado bastante malherido a lo largo de este largo período?
¿Ha existido bien público?
MR: Está claro que el asunto de la corrupción puede contemplarse como un juego de suma cero. O sea que casi siempre lo que unos ganan es lo que otros pierden. Lo que otros perdemos. Lo que ganan los corruptos y corruptores es lo que perdemos el resto. El interés privado (la codicia) es la cara oscura de un fenómeno que ataca la “res pública”, el interés general, el bien público, la virtud,… Sobre esa dialéctica seguro que habrá reflexiones interesantes. De hecho, buena parte de las grandes fortunas particulares, en estos últimos siglos, se han construido precisamente de forma poco virtuosa y contra el bien público.
AC: El bien público es una idea que se construye frente al interés privado, pero que posiblemente no haya existido nunca en su totalidad. Es también un ideal que proyecta el estado nacional y hacia el cual se dirige, pero que los políticos corruptos incumplen sistemáticamente.
- Habláis en alguna de las conferencias de virtudes públicas.
¿Qué son esas virtudes públicas, a qué hacéis referencia?
MR: Me atrevo aquí a sugerir una cita de Rousseau en El Contrato Social cuando dice: “Cuanto mejor constituido está un estado, tanta más preferencia tienen en el espíritu de los ciudadanos los negocios públicos que los privados”. Al hablar de virtudes públicas podemos hacerlo en un sentido clásico (la areté sobre la que tanto reflexionó Aristóteles), o sea, de la “virtud” como un componente esencial de la tradición republicana. Virtudes públicas serían, por lo mismo, la participación desinteresada en los asuntos públicos, que nos conciernen a todos. Sin ese comportamiento no hay democracia posible. Frente a eso se alza otro tipo de pensamiento que sacraliza el individualismo; otra óptica según la cual el interés privado debe estar por encima del interés público, del servicio a la colectividad. Y claro está, ese interés privado puede acabar derivando hacia conductas inmorales, perjudiciales para el bien común pero extraordinariamente beneficiosas para quien las practica. A mayor corrupción menor democracia. A mayor democracia, menor corrupción.
AC: Estoy de acuerdo con Martín. Frente a lo que sugería Bernard de Mandeville en su “Fábula de las abejas. O vicios privados, virtudes públicas” (1705), creo que los vicios privados deben combatirse. No es cierto que el bien común se sustente sobre ellos, sino más bien lo contrario. Según Mandeville, las pasiones egoístas, o el afán de riqueza, no debían erradicarse puesto que la sociedad desaparecería. Hoy día comprobamos que nuestra sociedad, tal y como la conocimos, nunca volverá a ser la misma. Y no precisamente por las intervenciones coactivas de las autoridades gubernamentales, sino más bien por todo lo contrario.
- Por lo demás, ¿la codicia no es consustancial a la civilización capitalista?
¿Puede haber capitalismo sin ella?
MR: En el Congreso vamos a reflexionar sobre procesos de corrupción tanto en sociedades plenamente capitalistas como en otras que no lo son. Probablemente habrá oportunidad de analizar la corrupción como un mecanismo de acumulación de capital o, si se prefiere, de fortunas pero también habrá reflexión sobre otro tipo de corrupción en sociedades escasamente penetradas por los valores propios del capitalismo. Habrá quien haga hincapié en los corruptos pero otros abordarán también el papel de los corruptores. La multiplicación de esos corruptores y de funcionarios fácilmente corruptibles ¿es un fenómeno consustancial al desarrollo del capitalismo o no hay tanta novedad? Puede ser una buena pregunta. Y dar sendas respuestas positivas a tus dos preguntas pueden configurar una buena hipótesis de partida, que habrá que validar con reflexión pero también con trabajo empírico.
AC: Creo que la corrupción, en el sentido de “exceso” de ciertas prácticas consideradas poco éticas, o cuanto menos reprobables, es algo que existe en el ADN del sistema capitalista. El formalismo económico, basado en la obtención del máximo beneficio al mínimo coste, no necesariamente implica corrupción. Sin embargo, en muchas ocasiones, los políticos han utilizado su influencia para obtener mayores beneficios en contextos de desarrollo capitalista. Para validar esta hipótesis es necesario, como apunta Martín, más investigación empírica. Esperamos que nuestro Congreso pueda servir para avanzar en ese camino.
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