JUAN GÉRVAS Médico general jubilado, Equipo CESCA
http://www.actasanitaria.com/torturas-el-problema-en-espana-es-doble-existe-y-se-niega/ MADRID 1 MAR, 2015
Las informaciones y denuncias sobre torturas en algunos centros de internamiento en España lleva al autor a recordar los principios de Ética y Deontología Médica, para reclamar a los profesionales que no colaboren ni activa ni pasivamente en las mismas.
El Código de Deontología Médica, versión, 2011
El Código de Deontología Médica recoge con sobriedad en su página 49, textualmente:
Capítulo XV
Tortura y vejación de la persona
Artículo 60
1. El médico jamás debe participar, secundar o admitir actos de tortura o de malos tratos, cualesquiera que sean los argumentos invocados para ello. Está obligado, por el contrario, a denunciarlos a la autoridad competente
2. El médico no participará en ninguna actividad que signifique una manipulación de la mente o de la conciencia.
El Manual de Ética y Deontología, versión, 2012
El Manual de Ética y Deontología comenta y amplia el capítulo XV, su artículo 60, entre las páginas 255 y 260 y comienza con una cita de Ernesto Sábato: “El imperativo de no torturar debe ser categórico, no hipotético”.
Sin embargo no es nuclear la cuestión de la tortura, pues el comentario se centra en los malos tratos en mujeres, niños y ancianos. Así, de las 6 referencias bibliográficas, 4 son acerca de la violencia contra la mujer, y 2 sobre manipulación de la mente o de la conciencia.
Dice una farmacéutica
Mi nombre es Fernanda García.
Vivo en Madrid y terminé la carrera hace poco.
He trabajado como farmacéutica en una gran residencia de ancianos, en la periferia de la ciudad. He sacado plaza en el FIR y creo que podré elegir el Hospital Gregorio Marañón.
Paralelamente a esto, llevo años colaborando de manera voluntaria con chavales hijos de la marginación social, en los que es frecuente la relación con los policías, las comisarías, los centros de internamiento para inmigrantes, los reformatorios, las cárceles y las torturas. Yo misma he sido maltratada (sólo por respeto a quienes he visto mucho peor me sigue dando reparo hablar de tortura en mi caso) por la policía en dos ocasiones durante las detenciones que me ha tocado vivir. Siempre en Moratalaz, comisaría central de Madrid. También lo han padecido mi hermana mayor y varios amigos. Demasiados amigos.
No me siento con ganas de relatar en primera persona los abusos vistos o padecidos, porque tampoco tiene ningún sentido; no vaya suceder que me lea algún médico de urgencias y diagnostique que estoy mintiendo, como hacen algunos jueces, cuya bata se llama toga y no es blanca sino negra.
Lo que sí me gustaría es centrar el debate en la complicidad de los servicios médicos con el fuerte, con quien domina y somete en la relación con el preso.
Cuenta Kelvin que en su ingreso en prisión, en la enfermería del módulo, el doctor le dijo delante de él a otro interno, “pero, ¿todavía no te has suicidado?” Puede tratarse de un giro cariñoso del lenguaje en un ambiente distendido, o tal vez la voz de un profesional cómplice, que sistemáticamente cubre los abusos de funcionarios a presos con informes ambiguos que les protegen.
Cuenta Dorotea, madre luchadora, aguerrida auxiliar de clínica desde hace más de 40 años, fumadora y con lupus, con media familia (hijos y sobrinos) bajo tierra “por la maldita droga y la peor prisión”, que para cuando al médico de Soto del Real le dio la gana de hacerle caso a su sobrino con lo de que “meo sangre, joder”, el cáncer era ya demasiado avanzado, de manera que sólo pudo esperar a morirse. Eso sí, hasta que no tuvieron claro que seguro estaba terminal, no lo dejaron salir al Gregorio Marañón. Y hubo de morir con un guardia civil en la puerta de la habitación de paliativos y con la mano esposada a la barra de la cama, no fuera a escaparse entre estertores.
Cuenta Pelé que aquella madrugada de agosto en Moratalaz, tras media hora encerrado en la parte de atrás de la furgoneta sin asientos en la que lo habían metido con otras 8 personas y la calefacción encendida, y después de las 5 horas obligados a permanecer de pie esposados mirando a la pared y con una persona sangrando por la cabeza a su derecha todo ese tiempo, por fin tuvo asistencia médica del 112. Lamentablemente sus equimosis en forma esférica y sus contusiones alargadas en forma de barra en miembros inferiores y flanco izquierdo, no podían ser atribuidas con certeza a ningún mecanismo lesional concreto.
Pelé ya lo sabía, no era para lo que quería que lo viera el 112, tan sólo los quería ver para que le dieran algo para el dolor y así poder pasar mejor la noche en la colchoneta del suelo de la celda. “Lo siento, no estamos autorizados a dar medicación a detenidos”, “Ah, bueno, pues en ese caso siento haberle molestado, doctor, no se preocupe tampoco por el parte de lesiones, que me lo puedo haber inventado todo. Tampoco le diré que abajo hay una mujer seropositiva sangrando por la cabeza en una celda compartida desde hace más de 12 horas, pues es seguro que tiene cosas más importantes que hacer”.
El problema está generalizado
No es una macabra anécdota en Madrid y en Barcelona. Es un problema estructural que permite la violencia contra los débiles, sean inmigrantes, pobres, drogadictos, enfermos mentales y/o marginados en general (incluyendo a todos los que se rebelan contra “el sistema” y fomentan las alternativas sociales, calificados genéricamente de “anarquistas”). Veáse en Cartagena un caso “ejemplar” de tortura y muerte de un marginado, obeso, drogadicto y esquizofrénico:
“La autopsia del cuerpo es propia de una película de terror: pérdida del ojo derecho, signos de violencia en región facial y craneal, fractura-luxación de múltiples vértebras cervicales, lesiones en los discos intervertebrales del C2 al C7, destrucción de centros neurales superiores”
http://www.grupotortuga.com/Policias-nacionales-de-Cartagena
Será difícil que haya condena en Cartagena. En su caso, será fácil que haya indulto.
En “Ciutat Morta” se dice:
“Me acuerdo que miré al médico y ni siquiera me miró a los ojos, o sea, de eso me acuerdo… ningún médico me miró a los ojos…fue como…y yo buscando como… eso de… eh, tío, estoy viendo a una persona que me puede decir… llama a mi mamá, ¿no?…. nada, nada, ahí cero… ahí quedé alucinando, con el servicio médico aluciné… como si estuvieran acostumbrados a la situación”
http://medicocritico.blogspot.com.es/2014/12/el-medico-ante-la-tortura-de-aqui-y-de.html
Es el policía quien agrede y emplea violencia innecesaria, es el funcionario de prisiones quien tortura, es el maltratador quien golpea, pero es también el profesional sanitario el que mira para otro lado. Su banalidad de experto engrasa todo el mecanismo y lo legitima con un protocolo de silencio. Para el torturado una bata blanca termina siendo el uniforme de un torturador y/o colaborador más.
Es hora de cumplir el Código de Deontología Médica, es hora de mirar a los ojos a quien pueda haber sido torturado. Es hora de ponerse de parte del débil. Es hora de denunciar las sospechas de tortura, y de no colaborar ni pasivamente (con el silencio) ni activamente (con asistencia médica para “facilitar” torturar sin llegar a dejar huellas, por ejemplo).
Hay uniformes y uniformes, y la bata blanca no es el uniforme del torturador ni del colaborador con las torturas. ¿O, en España, sí?