La
muerte de Noa Pothoven fue voluntaria pero no fue asistida. Por tanto,
NO fue una eutanasia. Sabemos que la pidió en su momento, pero su caso
se rechazó.
Pero su historia ha abierto un debate sobre si las personas con sufrimiento de origen psicológico deberían tener derecho a recibir ayuda para morir.
En Bélgica y Holanda es legal la eutanasia en casos de trastorno mental (aunque son apenas unos pocos cada año) siempre que cumplan el mismo criterio que las demás: petición libre, responsable y reiterada, con una dolencia irreversible que provoque un sufrimiento insoportable.
Pero su historia ha abierto un debate sobre si las personas con sufrimiento de origen psicológico deberían tener derecho a recibir ayuda para morir.
En Bélgica y Holanda es legal la eutanasia en casos de trastorno mental (aunque son apenas unos pocos cada año) siempre que cumplan el mismo criterio que las demás: petición libre, responsable y reiterada, con una dolencia irreversible que provoque un sufrimiento insoportable.
La ley de eutanasia que propuso el PSOE, sin embargo, excluye este tipo de sufrimiento.
La muerte voluntaria de Noa Pothoven, holandesa de 17 años, por un sufrimiento de origen psicológico que ella consideraba insoportable, es otro ejemplo de la falta de rigor con el que se suele hablar de la eutanasia. La joven, tras asegurarse de que no la someterían a tratamientos en contra de su voluntad, dejó de comer y de beber y murió de forma natural, atendida por un equipo de cuidados paliativos.
No fue una muerte asistida y, por tanto, no fue una eutanasia.
Despedirse de la vida ayunando es algo que algunas personas ancianas o
enfermas han hecho siempre. No es una muerte solitaria, impulsiva, ni
violenta, sino fruto de una decisión a la que se llega tras una intensa
reflexión.
En 2018, Prothoven, que entonces tenía 16 años, acudió
a la Clínica del Final de la Vida (Levenseinde Kliniek), la
organización holandesa que suele encargarse de los casos más complejos,
para solicitar una eutanasia. Su petición fue denegada porque no cumplía los requisitos legales. Como ha quedado claro, ese rechazo no le quitó su determinación de morir.Tanto las eutanasias en menores maduros como en personas con trastornos mentales son excepciones dentro de otra excepción. Solo el 4% de los fallecimientos anuales en Holanda son muertes asistidas. De este porcentaje, en apenas un puñado (67 casos en 2018, de 6.126 totales) se ayudó a morir a personas por sufrimientos de origen psicológico. Los casos de eutanasia en menores de edad se pueden contar con los dedos: en 2018, solo 3 (en Bélgica, que también lo permite, no hubo ninguno). Juntar ambas cosas no es posible porque la eutanasia en menores por trastorno mental no existe.
Por números, la eutanasia en menores es poco relevante. Pero cualitativamente es muy simbólica porque pone el foco de la ley donde debe estar: en la libertad individual. La posibilidad de pedir ayuda para morir, lejos de ser una amenaza, es una fuente de tranquilidad para las personas enfermas y sus familias; un plan B por si todo se tuerce y la muerte aparece como inexorable en un horizonte cercano.
La cuestión de las personas que padecen un sufrimiento a causa de un trastorno mental es más compleja porque son las más discriminadas en todos los ámbitos (también para morir). Por ejemplo, la proposición de ley de eutanasia que el PSOE registró en el Congreso, hace un año, excluye este supuesto de la lista de motivos para pedirla.
En Bélgica y Países Bajos las leyes de eutanasia exigen, además de voluntad reiterada de morir y lucidez en la petición, sufrimiento insoportable e irreversible. Muchos psiquiatras no se atreven a calificar ningún trastorno mental como incurable, aunque lo sea, y dejan a sus pacientes en una situación de desamparo y de desesperación que no tiene salida. Más allá de los tratamientos que han demostrado su eficacia, los "ya veremos", "algo se nos ocurrirá" o "algo se descubrirá" pueden ser una crueldad que juega con la esperanza de personas para las que, a veces, simplemente no hay soluciones conocidas.
Hay sufrimientos incurables de origen psicológico que llevan a las personas a querer morir, y no deberíamos separarlos del resto de padecimientos insoportables e irreversibles que se exigen para solicitar una eutanasia. En España se quitan la vida 10 personas cada día, muchas aquejadas de un trastorno mental. En algunos casos, su situación no tiene remedio y provoca un sufrimiento que no se puede tolerar. Debemos incluirlas en la ley de eutanasia y abrir vías de diálogo sobre su voluntad de morir. Mirar para otro lado no solo niega la libertad de las personas para decidir sobre su vida y su cuerpo, sino que es una irresponsabilidad que nunca da resultado.
Fernando Marín es médico y presidente de Derecho a Morir Dignamente (DMD) Madrid.