Texto: Flor Ragucci - 29 octubre 2014
http://www.revistarambla.com/v1/sociedad/reportajes/2601-hay-que-analizar-el-trauma-historico-que-heredamos-y-que-nos-impide-ahora-luchar
“¿Cuántos de nosotros hemos preguntado a nuestros padres sobre lo
que les ocurrió a sus propios padres o a sus tíos durante el golpe de
Estado del 36, la Guerra Civil y la posguerra y hemos recibido
respuestas confusas, reacciones emocionales difíciles de entender o
silencios extraños?”.
Ante esta pregunta que lanza Clara Valverde Gefaell en su libro
Desenterrar las palabras. Transmisión generacional del trauma d
la violencia política del siglo XX en el Estado español, seguramente
cabe una sola respuesta: miles y miles. La mayoría de los nietos de
quienes vivieron el horror durante más de cuarenta años de franquis-
mo podrá afirmar que poco o nada sabe de lo experimentado enton-
ces por ellos. España es un país todavía atrapado en el silencio.
- Al
mismo tiempo, sin embargo,
cada vez son
más los
que deciden
sacudir el
polvo de la
memoria individual y
colectiva, y
ponerse a
limpiar a
fondo. Clara
Valverde, sin
duda,
una de
ellas.
- A lo largo de veinte años como profesora de enfermería y como
formadora de psicólogos y médicos sobre la comunicación con el
paciente y la atención a su dinámica familiar, Clara tuvo la oportuni-
dad de escuchar a muchísimas personas - “solo en enfermería he
dado clase a 10 mil profesionales”, puntualiza- e indagar en sus
historias, emociones y mentes.
- En el comportamiento de toda esa gente la escritora pudo
corroborar las carencias del Estado español en el tratamiento de
sus heridas y en lo que define como “la transmisión del trauma
transgeneracional” de la violencia política.
La transmisión generacional del trauma y el silencio
“Lo que no se pudo hablar por el miedo, la represión o el desbor-
damiento psíquico, fue transmitido de nuestros abuelos a nuestros
padres y a nosotros de forma no verbal y en gran parte a través
del inconsciente”, explica Valverde en su libro.
Esa “transmisión generacional” del trauma acarreado por la desa-
parición de seres queridos, el sufrimiento de torturas, el exilio o la
represión durante la dictadura llega a la actualidad en forma de
numerosos bloqueos que no permiten un desarrollo sano y pleno
de la sociedad. Según los expertos en la transmisión generacional
de la violencia política, si una población no elabora los traumas de
su pasado, sus efectos nocivos interfieren en el funcionamiento
social y político de futuras generaciones.
“Estos efectos se pueden constatar en comportamientos grupales e
individuales como, entre otros, el miedo a hablar (aún cuando ya no
hay represión externa), a denunciar y a cuestionar el poder” mani-
fiesta Vamik Volkan, uno de los estudiosos citados por Valverde.
La propia autora se identifica con esta tercera generación, heredera
“de lo reprimido” en el inconsciente de las dos generaciones anterio-
res, y asume que “como los nietos de cualquier violencia política”,
creció “entre emociones sin palabras y palabras sin emociones”.
Su padre se enfrentó al franquismo y tuvo que exiliarse en 1967.
“Nos fuimos a vivir a Canadá. Con lo cual yo no viví la Transición”,
cuenta Valverde. “Mi padre sufrió mucho durante la Guerra Civil
pero hablaba poco del tema. Mi madre hablaba más pero
anécdotas que eran irrelevantes, o sea, maneras de hablar para
no hablar”.
En la historia de Clara Valverde el silencio no intentó solo tapar el
dolor de lo ocurrido durante el franquismo sino también el de haber
sido víctimas del genocidio nazi. “Después de la Guerra Civil, en los
años 40, mi madre y su familia se enteraron de que la familia de mi
abuelo materno (que era judío austríaco), había muerto en campos
de concentración en Austria y Polonia. Este es otro tema que se
arrastró entre silencios y emociones raras en mi familia” explica
la escritora.
Por qué da tanto miedo a hablar
“¿Cómo vivimos, pensamos y sentimos en una tierra en la que sigue
habiendo más de 150 mil desaparecidos, la mayoría enterrados en
fosas debajo de nuestros pies?”, se interroga la autora.
Las causas de que España sea el segundo país del mundo con más
fosas sin abrir después de Camboya son múltiples y quizás inabarca-
bles pero, con todo, hay hechos concretos que ya pueden darnos
varias explicaciones. Casi cuarenta años de represión, de prohibición
de cualquier manifestación contraria al Régimen bajo amenaza de
muerte o cárcel tras el término de la Guerra Civil; la puesta en
marcha de una Transición que solo significó un pacto entre poderosos
y continuistas y, una vez en democracia, la sanción de una Ley de
memoria histórica de ínfimo alcance, son razones de peso más que
suficiente para el silencio prolongado de la sociedad española.
- Por eso, no es de extrañar que quien se ha atrevido a “desenterrar
las palabras”, haya vivido la mayor parte de esas décadas oscuras en
el exterior. “El exilio fue muy duro para mi padre pero yo, personal-
mente, estoy contenta de no haber crecido en la España franquista ni
en la de las mentiras de la Transición”, reconoce Clara Valverde.
“Aunque para ser libre el viaje más importante es hacia dentro
de uno mismo, el haber crecido en un país con libertades que no
había (ni hay) aquí y donde la situación de la mujer es otro mundo,
me vino muy bien”, explica.
La recuperación de la memoria en España y el resto
del mundo
En el Estado español, 75 años después de la Guerra Civil y casi 40
después de la muerte de Franco, el análisis de la transmisión gene-
racional sigue siendo prácticamente desconocido. Mientras que en
otros países que sufrieron traumas colectivos- Alemania, Austria,
Holanda, Chipre, Argentina, entre muchos otros - las investigaciones
en torno al impacto en los descendientes de las víctimas llevan exis-
tiendo desde más de medio siglo, en España muy pocos profesionales
de la salud mental son conscientes de su relevancia.
“Aunque al leer mi libro hubo mucha gente entusiasmada y emocio-
nada por comenzar a pensar, a indagar y a hacer ese largo viaje de
desenterrar las palabras, las instituciones no han mostrado ningún
interés. Se mandó información sobre el libro a los que enseñan
historia y psicología y otras asignaturas relevantes en las universida-
des, pero no pareció interesarles. O más bien se pusieron incómodos
con el tema. La mayoría de con quienes he hablado han reaccionado
con malestar”, admite Clara.
En otros países, en cambio, como los que han sufrido el proceso de
colonización, el trabajo sobre la recuperación de la memoria se
encuentra en fases mucho más avanzadas.
Es el caso, por ejemplo, de Canadá, donde Clara Valverde ha traba-
jado en los años 80 con el tema del trauma transgeneracional de la
violencia política en exiliados,inmigrantes e indígenas. En Norteamérica desde hace más de treinta años que existen inicia-
tivas para la elaboración del trauma posterior a la colonización y son los propios indígenas quienes han impulsado ese trabajo.
Ellos combinan sus ceremonias tradicionales con las terapias que
conocen de Occidente para la “curación”, que entienden como
“reducir el daño de los traumas a través de poner palabras a los
sentimientos”, según menciona la autora.
A raíz de la experiencia de estas colectividades, el Gobierno de
Canadá también se ha implicado en la reparación histórica a través
de una Comisión de Verdad y Reparación que viaja por todo el país
“llevando a cabo sesiones públicas en las que todo indígena puede
dar testimonio de lo vivido y de los efectos transgeneracionales en
su familia y comunidad”, explica Valverde.
En los países en donde se ha realizado un trabajo profundo para la
elaboración del trauma histórico se ha podido constatar que la capa-
cidad del pueblo para organizarse políticamente y reclamar sus dere-
chos ha sido mucho mayor.
“Un estado de duda generalizado deja a una sociedad más vulnerable
ante las posibles manipulaciones de los poderosos y los políticos”,
afirma Clara en su libro. Por eso, para que la recuperación de la me-
moria se active definitivamente en España“es necesario que la gente
se conscientice, hable y luche por unas políticas justas sobre el
pasado- dice Valverde-Depende de nosotros.
No podemos esperar a que lo hagan los políticos”.