La semana pasada acudí a mi cita periódica con las ferias del Libro que se celebran en Madrid, mi ciudad. En este caso era la del Libro Antiguo y de Ocasión -de primavera- que se ubica desde hace años en el Paseo de Recoletos, el día fue: el jueves 11 de mayo. Las otras dos Ferias del Libro -información para no iniciados- son: la anual, que empieza al terminar la anterior, a primeros de junio y que se pone en el Paseo de Coches del Retiro y la de Otoño, también del Libro Antiguo y de Ocasión, en Recoletos. Las casetas "permanentes" ubicadas en la Cuesta de Moyano -subida al Parque del Retiro desde Atocha- corresponden a la Feria de Libros -observad la diferencia: Feria del Libro y Feria de Libros ¡pelmaza soy!
¡Ah! que compré cinco libros, dos de ellos por encargo de mi hija. Sus indicaciones habian sido mínimas, de Almudena Grandes y Herman Hesse y que no lo tuviéramos aún. Los otros tres los elegí sobre la marcha: uno de Andrés Trapielo, por leer algo suyo, otro de Manuel Vázquez Montálbán -Los Mares del Sur- y el último de Ramón J. Sender, aragonés él, lo cogí por el título -Las Tres Sorores- por las connotaciones montañeras que tiene.
Por la tarde, a las 8h. -llegué tarde- fuí al Aula Magna de la Universidad Carlos III, de Getafe, estaba anunciado un bis a bis entre Santiago Carrillo y Jose Luis Sampedro, en su calidad de testigos presenciales de los acontecimientos que llevaron al advenimineto de la II República, así como de su acoso y derrumbe subsiguiente. En lugar de Jose Luis Sampedro acudió su actual mujer -la anterior falleció hace algunos años- arguyendo su estado de salud, él ya tiene 87 años, ella debe tener 30 menos.
El viernes 12 ¿qué hice ese día? se me ha perdido.
El sábado tocó avituallar el hogar en los lugares acostumbrados -Alcampo y Casa de la Carne- y el domingo acudimos, Blas y yo, inexcusablemente porque era el último día de la exposición, a ver Faraón, la que puso la Fundación Canal de Isabel II en noviembre pasado y acababa el 14 de mayo, ese día. Estaba de gente - haciendo cola- que asustaba. Con todo, nos hicimos los fuertes y resistimos la tentación de huir - es inusual que hagamos cola para ver nada-. Tuvimos que estar hora y cuarto y mereció totalmente la pena. Nada más entrar te recibe una escultura de 2,5 metros que representa a Tutankamón, de glúteos para arriba -sin piernas- preciosa, es realmente preciosa, la joya de la esposición, para mí. Había otras de menor tamaño, sobre todo de las dinastías XVIII y XXI, todas ellas cedidas por el Museo Egipcio del Cairo. La de Tutakamón aclaraban que era la primera vez que salía de dicho museo. La ví estupendamente, y digo que la ví porque usé las gafas que tengo desde el miércoles de la semana anterior. Convencido ya mi querido Laureano -mi oculista- de la necesidad perentoria que tenía de su uso, al que ambos éramos reacios. Con todo me ha dicho que no las use de contínuo, que ¡para lo que hay que ver normalmente! Ése es mi oculista.
Esta semana son las celebraciones de la festividad de San Isidro; la que a mí me interesa siempre es la de la Feria de la Cacharrería, que colocan desde que recuerdo en la Plaza de las Comendadoras. Acudí el martes 16, están los de siempre y después de dar una vuelta a todos, volví sobre mis pasos y adquirí una cántara de Guadíx. Blas al ver el paquete dijo lo de ¡otra más! pero rectificaría al verla al desnudo, es preciosa, esbelta, base estrecha que lentamente va cogiendo volumen hasta alcanzar su plenitud y largo cuello delgado. Sí, es muy esbelta. Su ubicación, con las restantes vasijas, pucheros y ollas del sótano.
Hoy mismo, viernes 19, es la entrega de premios del Certamen Literario convocado por el Ayuntamiento de Getafe el año anterior. El lugar: el Centro de Artes ubicado junto al Teatro García Lorca, y ambos en la antigua Fábrica de Harinas de la localidad. Será a las 8h. de la tarde. Iré. Aún no presenté nada. Sería demasiada audacia por mi parte, puesto que no tengo ni obra bastante ni calidad suficiente. Pero ¿quién sabe en un futuro?
Buena vida a todos. PAQUITA
DECLARACIÓN de INTENCIONES: Dirigida a aquellos Lectores Potenciales que, al entrar en la lectura de estas Mis Criaturas, sientan que no les gusta y ni siquiera les divierte. Abandonen de inmediato. Estas páginas están concebidas para Mi Memoria, mi Divertimento y el de Unos Pocos. Si tú no estás en este segundo grupo, yo no soy la persona adecuada para ti, deja esto y date una vuelta; seguro hallarás lo que buscas *** VER http://perrosflautadelmundo.blogspot.com.es/
mayo 19, 2006
mayo 18, 2006
La Comunicación
Se había reducido en los últimos tiempos a la telefónica y, aún así, era escasa.
En un principio su relación fue normal, se podría calificar de normal. Se conocieron en una reunión de amigos comunes. Ambos habían tenido otras experiencias previas, unas satisfactorias, otras... otras desastrosas. Pese a ello, seguían abiertos a compartir emociones, afectividad y corporeidad con los restantes individuos.
El cortejo lo inició él, tirándole los tejos desde el primer momento, pero quien realmente rompió esa primera barrera que supone declararle a otro tus sentimientos más íntimos, tus deseos más íntimos, tu necesidad orgánica de contacto físico total con otro, fue Carla. Sí, fue ella, la que viendo que Javier no se arrancaba le envió un correo una mañana de un lunes. En él era explícita, sin circunloquios ni retórica alguna, así que, cuando éste lo leyó se quedó impactado, tocado, casi, casi, paralizado. Ésto no le impidió coger rápidamente el teléfono y dar por recibido, y bien recibido, el mensaje.
De esto hacía... bastante tiempo. Sus encuentros desde entonces habían resultado habituales, se divertían juntos, ambos eran ingeniosos y gozaban de buen humor, vamos, que todo marchaba viento en popa hasta que ... hasta que le ofrecieron este trabajo. Ella no pudo rechazarlo, ni se planteó rechazarlo, era lo que había ansiado desde que inició su carrera. Su carrera, lo más importante para Carla desde que conoció al viejo profesor. Fue él el que la inculcó su amor por el espacio exterior, el que la orientó hacia su especialidad, la navegación interestelar. Era media vida dedicada a su estudio, estudio reconfortante donde los haya, apasionante, sacrificado pero que abría su mente hacia un horizonte infinito de posibilidades incalculables. Todo un universo por conocer y estaba ahí, a su alcance.
Él no puso objeción alguna -tampoco tenía derecho alguno a interferir en su vida profesional- así que quedaron en seguir en contacto a través de las ondas. Las ondas, el primer problema, porque en los anillos de Saturno, donde Carla estaba, las transmisiones no estaban garantizadas las 24 horas del día, era totalmente aleatoria la conexión, lo que complicaba infinitamente la comunicación entre ambos. Porque cuando ésta era buena ella estaba trabajando, y cuando disponía de tiempo libre raramente contactaba. Esto estaba resultando una complicación, pero ahora ... ahora no podía dedicarle tiempo a pensarlo, tenía trabajo.
PAQUITA
En un principio su relación fue normal, se podría calificar de normal. Se conocieron en una reunión de amigos comunes. Ambos habían tenido otras experiencias previas, unas satisfactorias, otras... otras desastrosas. Pese a ello, seguían abiertos a compartir emociones, afectividad y corporeidad con los restantes individuos.
El cortejo lo inició él, tirándole los tejos desde el primer momento, pero quien realmente rompió esa primera barrera que supone declararle a otro tus sentimientos más íntimos, tus deseos más íntimos, tu necesidad orgánica de contacto físico total con otro, fue Carla. Sí, fue ella, la que viendo que Javier no se arrancaba le envió un correo una mañana de un lunes. En él era explícita, sin circunloquios ni retórica alguna, así que, cuando éste lo leyó se quedó impactado, tocado, casi, casi, paralizado. Ésto no le impidió coger rápidamente el teléfono y dar por recibido, y bien recibido, el mensaje.
De esto hacía... bastante tiempo. Sus encuentros desde entonces habían resultado habituales, se divertían juntos, ambos eran ingeniosos y gozaban de buen humor, vamos, que todo marchaba viento en popa hasta que ... hasta que le ofrecieron este trabajo. Ella no pudo rechazarlo, ni se planteó rechazarlo, era lo que había ansiado desde que inició su carrera. Su carrera, lo más importante para Carla desde que conoció al viejo profesor. Fue él el que la inculcó su amor por el espacio exterior, el que la orientó hacia su especialidad, la navegación interestelar. Era media vida dedicada a su estudio, estudio reconfortante donde los haya, apasionante, sacrificado pero que abría su mente hacia un horizonte infinito de posibilidades incalculables. Todo un universo por conocer y estaba ahí, a su alcance.
Él no puso objeción alguna -tampoco tenía derecho alguno a interferir en su vida profesional- así que quedaron en seguir en contacto a través de las ondas. Las ondas, el primer problema, porque en los anillos de Saturno, donde Carla estaba, las transmisiones no estaban garantizadas las 24 horas del día, era totalmente aleatoria la conexión, lo que complicaba infinitamente la comunicación entre ambos. Porque cuando ésta era buena ella estaba trabajando, y cuando disponía de tiempo libre raramente contactaba. Esto estaba resultando una complicación, pero ahora ... ahora no podía dedicarle tiempo a pensarlo, tenía trabajo.
PAQUITA
mayo 17, 2006
Bipolaridad
Katia pensaba que Miguel debía tomar una decisión. Que ese dejar pasar, dejar hacer, le conducía al desánimo, a la tristeza, cíclicamente.
Puede que, en un principio, resultara más cómodo no modificar nada, no cambiar nada, no luchar en definitiva. Pero luego, esa inacción pasaba factura, no una , sino muchas veces, debería pagar esa factura.
A ella le resultaban evidentes sus cambios de humor.
Al principio de su relación ella creyó, porque así se lo hizo ver él, que la culpable era ella por inmiscuirse demasiado, a su juicio, en su vida privada, pero ahora empezaba a sospechar que su novio era ciclotímico -periodos de euforia, periodos depresivos- sólo eso explicaba sus cambios de humor de un día para otro.
Ayer parecía estar satisfecho consigo mismo, y algo reconciliado con la vida, y hoy parecía conformarse sólo con que le dejaran en paz, actitud depresiva evidente a todas luces.
No era eso lo que Katia esperaba de la vida, más bien "no esperaba" a la vida, ella se dirigía al encuentro de la vida y tomaba de ella lo que más la satisfacía, costara lo que costase.
Había leído en algún sitio que el estrés es un mecanismo defensivo que llevamos todos en nuestra memoria genética; ahora bien, en situaciones de inestabilidad se dispara sin objeto, dejando al individuo presa de la ansiedad y el desconsuelo. Actualmente se estaba dando mucho en individuos de poca edad sometidos a excesiva presión ambiental, ya sea por motivos externos o por autoexigencia. Aquí mencionaban a los superdotados, sujetos inadaptados a su entorno y no tratados adecuadamente, "bichos raros" así dicen sentirse.
Sea como fuere, superdotado o no, su bicho raro debía hacer algo, aunque fuera poco, pero algo.
Dedicado a los que se enfrentan con la vida, porque quieren disfrutarla, que solo hay una. PAQUITA
Puede que, en un principio, resultara más cómodo no modificar nada, no cambiar nada, no luchar en definitiva. Pero luego, esa inacción pasaba factura, no una , sino muchas veces, debería pagar esa factura.
A ella le resultaban evidentes sus cambios de humor.
Al principio de su relación ella creyó, porque así se lo hizo ver él, que la culpable era ella por inmiscuirse demasiado, a su juicio, en su vida privada, pero ahora empezaba a sospechar que su novio era ciclotímico -periodos de euforia, periodos depresivos- sólo eso explicaba sus cambios de humor de un día para otro.
Ayer parecía estar satisfecho consigo mismo, y algo reconciliado con la vida, y hoy parecía conformarse sólo con que le dejaran en paz, actitud depresiva evidente a todas luces.
No era eso lo que Katia esperaba de la vida, más bien "no esperaba" a la vida, ella se dirigía al encuentro de la vida y tomaba de ella lo que más la satisfacía, costara lo que costase.
Había leído en algún sitio que el estrés es un mecanismo defensivo que llevamos todos en nuestra memoria genética; ahora bien, en situaciones de inestabilidad se dispara sin objeto, dejando al individuo presa de la ansiedad y el desconsuelo. Actualmente se estaba dando mucho en individuos de poca edad sometidos a excesiva presión ambiental, ya sea por motivos externos o por autoexigencia. Aquí mencionaban a los superdotados, sujetos inadaptados a su entorno y no tratados adecuadamente, "bichos raros" así dicen sentirse.
Sea como fuere, superdotado o no, su bicho raro debía hacer algo, aunque fuera poco, pero algo.
Dedicado a los que se enfrentan con la vida, porque quieren disfrutarla, que solo hay una. PAQUITA
mayo 16, 2006
No sé que decir
Así era, se había quedado sin palabras. Celia, la coleccionista, la que las guardaba afanosamente como tesoros que veían la luz en su momento oportuno, no encontraba palabras. Palabras que no hirieran, que no ofendieran, que no removieran. Estaba dificil la cuestión.
Empezó mucho tiempo atrás. El derrumbe se provocó indefectíblemente por su exceso de sinceridad ¿Quién la quería? ¿Quién se la había pedido? Porque ese era el problema. Su gran osadía, su atrevimiento al analizar los sucesos que la afectaban, que la defraudaban.
Era paradójico. Lo que constituía su mejor capital había resultado, simultáneamente, la causa de su condena; su lengua, su inteligencia.
Tanto pregonar su autonomía personal -además de la económica- su no necesidad de protección, su autosuficiencia. Sí, no resultaba el arquetipo femenino deseado, aunque no admitido verbalmente, por los varones.
No había machito que apencara con ésto. Su necesidad de tener cerca alguien más débil para sentirse fuerte, menos inteligente para sentirse admirado y de ninguna forma solapado. Se priorizaba el sentirse útil antes que el sentirse amado, realmente amado, no solo apreciado, no solo necesitado. Había sido descartada.
¡Cuántas veces le habían dicho: no cambies! ¿Cuántos?
Dedicado a todas aquellas personas que deciden ser ellas mismas. Ni más, ni menos.
PAQUITA
Empezó mucho tiempo atrás. El derrumbe se provocó indefectíblemente por su exceso de sinceridad ¿Quién la quería? ¿Quién se la había pedido? Porque ese era el problema. Su gran osadía, su atrevimiento al analizar los sucesos que la afectaban, que la defraudaban.
Era paradójico. Lo que constituía su mejor capital había resultado, simultáneamente, la causa de su condena; su lengua, su inteligencia.
Tanto pregonar su autonomía personal -además de la económica- su no necesidad de protección, su autosuficiencia. Sí, no resultaba el arquetipo femenino deseado, aunque no admitido verbalmente, por los varones.
No había machito que apencara con ésto. Su necesidad de tener cerca alguien más débil para sentirse fuerte, menos inteligente para sentirse admirado y de ninguna forma solapado. Se priorizaba el sentirse útil antes que el sentirse amado, realmente amado, no solo apreciado, no solo necesitado. Había sido descartada.
¡Cuántas veces le habían dicho: no cambies! ¿Cuántos?
Dedicado a todas aquellas personas que deciden ser ellas mismas. Ni más, ni menos.
PAQUITA
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