Marisa Peña 12/6/20 ·
Ya no quedan vestigios de los últimos besos,
se apagaron las luces que llevan a tu puerta,
no hay carteles que indiquen el nombre de tu calle,
ni lluvia que nos moje bajo los soportales.
Ya no subiré nunca aquella vieja cuesta.
No marcaré tu número, ni escribiré tu nombre,
ni perderé autobuses, ni calmaré tu llanto,
ni abrazaré tu sombra en las noches insomnes.
Pero, a veces, la brisa me traerá tu recuerdo
y llevará mi voz hasta donde te halles,
y sentirás un roce de caricias antiguas,
y un sabor en los labios de una boca olvidada.
Y entonces, sólo entonces, recordaremos todo:
los nombres,
los teléfonos,
la lluvia,
los abrazos...
Y entonces, sólo entonces, podremos olvidarnos.
©Marisa Peña, Ropa tendida al viento.
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No marcaré tu número, ni escribiré tu nombre,
ni perderé autobuses, ni calmaré tu llanto,
ni abrazaré tu sombra en las noches insomnes.
Pero, a veces, la brisa me traerá tu recuerdo
y llevará mi voz hasta donde te halles,
y sentirás un roce de caricias antiguas,
y un sabor en los labios de una boca olvidada.
Y entonces, sólo entonces, recordaremos todo:
los nombres,
los teléfonos,
la lluvia,
los abrazos...
Y entonces, sólo entonces, podremos olvidarnos.
©Marisa Peña, Ropa tendida al viento.
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