Podemos decidir contra quién perder la guerra
Buenas. ¿Qué tal? ¿Cómo va el veroño? Me crean sarpullidos las palabras tipo juernes, amigovia o trabacaciones, pero veroño –como diría la Preysler en los anuncios de Ferrero Rocher– me ha conquistado. Últimamente, a las estaciones les pasa como a las elecciones en España, no acaban de funcionar bien a la primera. Por culpa de esto, yo ando resfriado, como siempre. No consigo aclararme con el protocolo de sábanas y mantas de la cama. Entre sudar y pasar frío debe haber algo intermedio, pero yo, de momento, no lo encuentro. Tendré que seguir investigando, más que nada para no extinguirme.
Cada vez que alguna de mis jefas de CTXT me llama para decirme “oye, Gerardo, que te toca carta a los suscriptores esta semana”, vivo el mismo proceso. Primero, sentir la necesidad de darle un cabezazo a la pared porque no se me ocurre nada original que decir en esta carta, más allá de dar las gracias, cosa que ya he hecho muchas veces. Gracias por estar ahí, por entender que el periodismo en libertad es necesario. Por rascaros el bolsillo sin recibir nada a cambio, excepto que un grupo de personas podamos aportar un enfoque honesto y de servicio público al periodismo. Gracias. La segunda parte del proceso, una vez pegado el cabezazo contra la pared, suele ser recordar que esta carta, al contrario que pasa con artículos o columnas de opinión, es un espacio más íntimo, diferente, en el que uno puede sincerarse, divagar un poco sin necesidad de estructura y ritmo que funcione.
Escribo esto y, ahí fuera, el tema de conversación es la entrevista en El Hormiguero de Pablo Motos a Santiago Abascal. Mientras el líder de la ultraderecha española se divertía con Trancas y Barrancas, yo discutía con demasiada intensidad –culpa mía seguro– con un par de compañeros de otros medios que afeaban mis críticas a la presencia de Abascal en este programa. ¿Prefieres que se vete a ciertos políticos?, me preguntaban ondeando la bandera de la libertad de expresión. Como suele pasar en el periodismo o en la vida, nuestras posiciones suelen tener que ver con cómo nos hace sentir el objeto al que miramos. Al final, no dejamos de ser animales por muchas redes 5G que desarrollemos en nuestros teléfonos móviles. Cuando miro a alguien que vive de generar odio contra colectivos vulnerables, no soy equidistante. No me sale, como a un cerdo no le sale ver un charco de barro y pasar de largo. Cuando veo un programa de entretenimiento banalizar el impacto de la ultraderecha a cambio de audiencia, me parece una irresponsabilidad y acabo enfangado hasta las cejas. No, no estoy contra la libertad de expresión, les explicaba a mis compañeros, estoy a favor de ejercerla yo mismo, de poder señalar que lo que hace Pablo Motos invitando a Abascal es peligroso. Creo que no los convencí.
Unas horas antes, escuchando la radio, me encontraba con la sorpresa opuesta. Manu Sánchez, humorista y presentador de programas de entretenimiento, abría el espacio de deportes que dirige en Radio Sevilla (Cadena SER) de una manera inesperada: con un alegato en contra de las casas de apuestas deportivas. En prime time de la radio local y en una emisora que vive de los anunciantes, Manu Sánchez llamaba droga al juego online y mafia a quienes lo promovían. “Si fuera fácil eso de hacerse ricos con las apuestas, los ricos nunca permitirían que las casas de apuestas se pusiesen en los barrios pobres. Y conste que todo esto lo digo sin consultar a esta santa casa, que la publi es poderosa. Y es que, en temas como este, prefiero jugármela sin preguntar y apostar siempre a caballo perdedor, que es donde están los míos”, acababa su editorial. Dejé lo que estaba haciendo, me puse en pie y le aplaudí, aplaudí a la misma radio a la que a diario quiero lanzarle un zapato cuando me bombardea con publicidad de juego online y alarmas anti robo. Lo de Manu Sánchez, vetado en otros tiempos por intentar ser libre en grandes medios que no lo permiten, tiene mérito. Y le hace a uno pensar. Eso, lo que hizo Manu Sánchez, sí es ejercer la libertad de expresión. Libertad de expresión es cuando cuesta, cuando supone un riesgo. Que Trancas le pregunte al líder de la extrema derecha si les riñe mucho a sus hijos cuando llega a casa o es un buenazo es otra cosa.
Escribir en CTXT, gracias a quienes recibís esta carta, no supone un riesgo ni cuesta nada. Sois nuestro escudo. Si la próxima semana quiero escribir sobre el daño que los grandes medios le generan a la sociedad difundiendo la droga de la apuesta deportiva, no vendrá un jefe a decirme que por ahí no, como puede pasarle a Manu Sánchez. Al contrario, me echará una mano para que el artículo sea lo más contundente y preciso posible. Estamos blindados gracias a vosotros. No tiene mérito lo que hacemos, porque, al contrario que les pasa a otros compañeros, en CTXT estamos liberados de esas presiones. Somos pequeños y podemos intuir que la guerra está perdida, pero la buena noticia es que aún podemos decidir contra quién perder la guerra. Gracias otra vez.
Lo último. Hemos estrenado sitio de trabajo en Madrid. Un espacio que es, además de redacción, un lugar para que nos juntemos. Estamos en la calle de Juan de Austria número 30. Lo hemos llamado El Taller y estáis invitados a pasaros desde ya por allí. A saludar, a tomaros un café, a proponernos cosas, a darnos la enhorabuena o a reñirnos, a asistir a debates, presentaciones de libros, recitales de poesía, conciertos o monólogos. Es vuestra casa. Espero que nos encontremos por allí y podamos charlar sobre libertad de expresión, sobre los resfriados del veroño o sobre la última de Tarantino.
¡Un abrazo y gracias!
............................................