Por Javier García Fernández. Historiador, miembro del Grupo de Estudios Campesinos Juan Díaz del Moral (http://juandiazdelmoral.org), militante del Sindicato Andaluz de Trabajadores.
“Una civilización que se muestra incapaz de resolver los problemas propios de su funcionamiento es una civilización decadente. Una
civilización que escoge cerrar los ojos ante sus problemas más
cruciales es una civilización herida. Una civilización que le hace
trampas a sus principios es una civilización moribunda. El hecho es que
la civilización llamada europea y occidental, es incapaz de resolver los
dos principales problemas que su existencia ha originado: el problema
del proletariado y el problema colonial. Lo cual hace que Europa sea
moral y espiritualmente indefendible. Los colonizados saben que, en lo
sucesivo, poseen una ventaja sobre los colonialistas. Saben que sus amos
provisionales mienten. Y por lo tanto, que sus amos son débiles.”
Aimé Cesaire. Discurso sobre el colonialismo.
RESUMEN:
Pensar desde el Sur es pensar desde
abajo, es un pensar junto a la tierra, es un pensar que por tanto, está
lleno de particularidades, como es particular cada tierra. Pensar desde
el Sur es también un pensar que nace de la comunión entre pensamiento,
acción política y lucha por la dignidad. Un pensar situado y rebelde. Un pensar digno.
En plena crisis europea, crisis
capitalista, crisis de la civilización europea y occidental emerge desde
el sur global la reconstrucción de los tejidos comunitarios como formas
de supervivencias y confrontación de los pueblos frente al
Sistema/mundo/moderno/colonial. Trataremos de plantear que supone pensar
desde el sur dentro del Norte global hegemónico, la cuestión de la
recuperación de los saberes que emergen de las luchas sociales y la
recuperación de la memora y de Historia de los pueblos desde una
perspectiva que evada el eurocentrismo, que supere el colonialismo
epistemológico en el marco de la reflexión epistemológica para la
subversión y la superación de los debates en el seno de las Ciencias
Sociales occidentales. Trataremos de analizar y compartir las propuesta
de soberanía alimentaria que están siendo propuestas desde las
articulaciones campesinas internacionales como La Vía Campesinas donde
desde Andalucía ha habido unas aportaciones fundamentales.
El Sur también existe dentro del Norte,
no es solo un concepto geográfico, sino un conjunto plural de
cosmovisiones que se levantan ante la apisonadora de la
modernidad/colonialidad y la miran y desafían de frente. En el seno de
lo que hoy conocemos como Europa sufrimos y seguimos sufriendo el ataque
directo de lo que supuso el nacimiento y perduración de esa máquina de
guerra que es el Estado moderno y el sistema/mundo/moderno/colonial.
Pero pensar desde el Sur no puede ser
solo hablar de un pueblo, sino hablar en, desde y con ese pueblo,
entendiendo el pueblo como la plural comunión de almas y personas que
conforman un identidad y forma de vida colectiva concreta; una
colectividad siempre alerta ante la guerra civil mundial que nos acecha
pretendiendo una comunión global en el vació de una ilusión de progreso,
desarrollo y movimiento constante que no revela más que una profunda
parálisis histórica fruto del agotamiento que sufre la civilización
occidental.
- Descolonizar los saberes para la emancipación
1.1. Colonialidad, Eurocentrismo y ciencias sociales.
Para nosotros las Ciencias Sociales se
entienden hoy como herramientas propuestas desde los centros de poder y
discurso hegemónicos como herramientas de control y regulación, pero a
la vez destacamos su potencial emancipador cuando son producidas o
puestas al alcance de los movimientos sociales y las luchas populares.
Desde diferentes centros de producción de epistemologías en el Sur
global en las últimas décadas se han trazado importante aristas teóricas
de lo que se viene denominando como esfuerzos para la des-colonización
de las ciencias sociales euro-céntricas. Autores como, Enrique Dussel,
Ramón Grosfoguel y Santiago Castro-Gómez o Edgardo Lander, Silvia Rivera Cusicanqui.]
tratan de interpelar el sentido específico que comporta, la
posmodernidad y la tras-modernidad, es decir las diferentes superaciones
de la modernidad capitalista, euro-céntrica, colonial y patriarcal
desde un enfoque de las epistemologías otras, epistemologías y
cosmovisiones que la modernidad eurocéntrica a tachado de creencias no
científicas, primitivas, salvajes o atrasadas. El proyecto descolonial
retoma un modo crítico de pensar la ciencia y establece diálogos
constructivos con otros proyectos intelectuales y políticos que emergen
desde el Sur.
La manifestación de los esfuerzos por
descolonizar las ciencias sociales se produce en el contexto de las
condiciones desplegadas por factores como la crisis de la modernidad
capitalista euro-céntrica, la globalización neo-colonial y
neo-imperialista y en definitiva todo lo que comporta la crisis
civilizatoria que padecemos. Todo ello lleva irreductiblemente a un
choque entre las historias locales y los paradigmas globales impuestos
de manera neo-imperialista en torno a conceptos como conceptos como
nación, cultura, democracia, justicia o derechos humanos.
La redención del mito de la modernidad
que propone Dussel y con la que coincide Quijano se trata de desmontar y
negar el mito eurocéntrico en tanto que, para ellos las estructuras
culturales del mundo entran en contacto, lo que lleva a la constitución
de un nuevo patrón de poder global, además de un cambio del
mundo como tal, lo que a su vez lleva a la percepción de cambio
histórico, lo que comporta la idea de futuro y de superioridad en el
seno de la división Norte/Sur. Todo esto insta unas nuevas relaciones
políticas económicas sustentadas, según Quijano, en el dualismo radical
cartesiano que disocia de manera implícita el concepto de “razón” del
concepto de “cuerpo”. Fruto de esta disociación aparecen las
pretensiones objetivas y universalizantes del “saber” científico
europeo. Esta misma dialéctica es la que articula las relaciones entre lo primitivo y lo civilizado, lo arcaico y lo moderno,
lo europeo y lo no europeo, lo capitalista y lo pre-capitalista. La
réplica propuesta por Quijano, desmonta de manera demoledora el proceso
modernizador mediante el cual se ha construido no solo la “Historia
Universal” sino también la historiografía a escala mundial.
La noción de “colonialidad del poder”
establecida por Quijano, pretende clarificar la condición de colonial de
un poder que supuestamente, tras la independencia dejó de serlo, para
ser autónomo. Nosotros decimos al igual que la Marcha Patriótica
colombiana, luchamos por la segunda y definitiva independencia.
Entre aquella primera independencia y la segunda, reina esto que
llamamos la “colonialidad del poder”. Con ello el autor pretende
diferenciar los conceptos “colonial” y “colonialidad”. La construcción
de una estructura de poder por parte de los colonizadores que responde
solo y exclusivamente a las necesidades y al arbitrio de la metrópoli
configuran las relaciones político-económicas que definen a la
periferia. La dependencia tecnológica, económica y cultural (lo que
Lander llama colonialidad del saber) instituyen un poder
visiblemente colonial que ejerce una copia del vasallaje mediante la
conformación de un poder a escala mundial en base a las categorías y
diferenciaciones emergidas con el colonialismo. La colonialidad del saber
es un concepto que insiste en el plano subjetivo del saber del oprimido
y la imposición de la otredad por el colonizador, preguntándose por la
carga simbólica a la que fueron sometidas las sociedades locales y los
cambios en su manera de comprenderse en el mundo que esto provocó. En
pos de esta constitución, se llevaba a cabo una codificación del
conocimiento desde la modernidad y hacia universalidad de cada lugar,
bajo una perspectiva euro-céntrica típica de las potencias coloniales,
creando y justificando las nuevas realidades sociales, lo que supuso la
entrada de las subjetividades colonizadas en la órbita del
eurocentrismo.
Ramón Grosfoguel nos propone un complemento para la famosa construcción realizada por Wallerstein de “Moderno sistema-mundo”,
en cuanto que esta noción comporta una estructura de poder mundial a la
cual no se puede dejar de adscribir un profundo elemento colonial que
da texto y contexto a esta supra-estructura. La conformación planetaria
de un poder único, neoliberal, pos-fordista, patriarcal, capitalista y
colonial basado en las relaciones Norte eurocentrado/Sur Global
conlleva, de manera diáfana, la conformación a su vez de un “sistema
mundo moderno/colonial /capitalista”.
En este sentido y en estos términos
entendemos que en el tejido epistémico que articula las relaciones
humanas en el contexto de las actuales relaciones post-coloniales, el
discurso científico occidental eurocentrado encuentra su sentido en la
imposición códigos foráneos sobre percepciones locales, lo que lleva a
irreductiblemente a la desterritorialización de los imaginarios. La colonialidad del saber
se presenta como el locus de enunciación colonizador ulterior que
adopta el lenguaje y las formas de un nuevo sistema teológico. Dios no
ha muerto, dios se articula como el patrón de saber colonial moderno y
euro-céntrico, los textos sagrados son hoy las referencia bibliográfica.
La infinita búsqueda de categorías universales que nos entregue el
verdadero código de la naturaleza humana supone un proceso de
subalternización de los saberes locales, periféricos respecto del
centro. Se trata de la dimensión de lo no-representado, de lo
subalternizado. Se trataría pues de rescatar saberes, empoderar
discursos de resistencia, traducir inter-culturalmente diferentes
epistemologías desde la interrelación de sujetos activos comprometidos
en la reformulación de sus marcos vitales avanzando hacia la Gran
Afirmación de Benedetti.
1.2. Saberes para la emancipación: El saber que nace de la luchas.
Hoy el pensamiento se ha desplazado de la Universidad.
Podemos decir que los movimientos sociales y las luchas populares que
se viven hoy en el Sur Global logran generar más epistemología que
cualquier manual de metodología de antropología, sociología, economía o
ciencias sociales.
En esta fase crítica del
tardo-capitalismo, las concepciones de la realidad, los universalismos y
nuestro propio modo de ver y comprender la realidad, se ven
desbordados, por un lado por la descomposición del sistema político y
económico internacional y por otro por las concepciones propias y el
pensamiento emergente que nace de las luchas sociales. Podemos decir,
que al minarse las condiciones sociales y políticas que sostenían,
argumentaban y daban consistencia a un determinado sistema filosófico de
pensamiento, a saber, el occidental, blanco, colonial, capitalista,
patriarcal, las bases para un nuevo pensamiento florecen al calor de las
luchas sociales que tratar de construir las afinidades necesarias para
hacer efectivas las transformaciones que se requieren.
Para nosotros los sujetos sociales y políticos se constituyen en torno a aprendizajes de los procesos de lucha. Los
espacios de confrontación, aquellos, donde las diferentes
subjetividades se ínter-conectan mediante sensibilidades y necesidades
comunes, constituyen los espacios para la política y el espacio también
de construcción epistemológica de las realidades tanto personales como
comunitarias.
El espacio de las luchas, es aquel donde
emergen los elementos más trascendentes de nuestra existencia además de
ser la herramienta de análisis colectivo que dota, a la comunidad que
nace, de principios explicativos ante los conflictos más existenciales.
La lucha comunitaria se despliega en el momento en que la realidad tal y
como la aprendimos nos supera como principio irrevisable. Podemos
hablar entonces que el espacio de lucha es también donde se vuelven a
re-desplegar los mapas y territorios del pensamiento, donde re-ajusta
las coordenadas y las reglas del juego.
Es el espacio de la creación, es fábrica
y taller de nuevas y diferentes epistemologías para la existencia,
donde surgen nuevos códigos y lenguajes colectivos que ya son propios.
El saber que emerge de las luchas populares podemos decir entonces que,
por estar nacido del antagonismo político, fragmenta los cimientos
políticos de las epistemologías del poder, por cuanto,
des-institucionalizar, desnaturaliza, esa forma concreta del saber, para
situarla como una de las formas de saber, generando así un nuevo mapa del conflicto.
Nacen así nuevos territorios para pensar
y situarnos. Aquí, dar de lado, rechazar una forma de pensamiento,
supone erradicar políticamente una forma de existencia que ya no quiere
ser vivida, siendo este un vinculo, desde su propio nacimiento,
colectivo, un hecho político señal de otras cosas.
Por sus anclaje con elementos
fundamentales de nuestras vidas (como pueden ser el derecho a la vida, a
la vivienda, a las relaciones sociales y políticas comunitarias, al
cultivo de la tierra y al trabajo cooperativo) llevan aparejados a sí,
nociones de aprendizajes colectivos que pasan ya a ser elementos
constitutivos de las nuevas formas de entender y comprender esa realidad
que nos es propia, forma de pensar nuestra propia Historia, la forma de
mirar las reglas de la economía, las nuevas leyes y normas comunitarias
del nuevo derecho, la manera de pretender articulaciones comunitarias
,las herramientas psicológicas de apoyo, todas ellas nuevas y
espontáneas oportunidades de aprendizaje colectivo al mismo tiempo que
se niega y se re-afirma nuestra Historia, se construyen entomologías
existenciales para la resistencia y la construcción de la Utopía.
1.3. Estado, biopolítica, emancipación y Frente de la Historia como motor de la lucha de clases.
La Historia no es una compilación de
datos, ni siquiera una construcción honesta del pasado, en base a
documentos que han sobrevivido al pasado. Para nosotros la Historia
contemporánea de los conflictos sociales y la violencia política no es
un hecho descifrable, sino un hacer-relato de la memoria de las personas
que vivieron estos procesos en el pasado como herramienta de
emancipación en el tiempo del presente.
La Historia del estado nacional es un
absoluto biopolítico que se pretende sin afuera, reviste y asevera todas
las dimensiones de la existencia, comporta todo aquello que se ha dado,
que ha sido. Diremos de la biopolítica que es cierta tendencia del
Estado Moderno a controlar todos los procesos vitales de las personas.
Así como el Estado Moderno trata de controlar, educación, creencias,
producción y reproducción, alimentación y formas de participación
política y social, el Estado Moderno también procura el control de otras
necesidades básicas de la comunidad como el pensamiento y el pasado. La
Historia nacional o Universal decimonónica se pretende como una
secuencia ordenada de obviedades producida desde las instituciones
estatales con el fin, a nuestro juicio, de justificar la lucha de clases
en el seno de los pueblos. La Historia de lo-que-realmente-ocurrió es
la objetualización de los cuerpos, su mercantilización y su puesta en
valor. La Historia nace del encuentro de sensibles constituyentes, de
relatores y receptores de la Historia. Las cátedras de Historia son el
dominio mas evidente del funcionamiento tecnoburocrático-imperial de las
relaciones biopolíticas de la Historia.
La construcción de la Historia Nacional
desde la Institución Pública, ha revelado la dimensión mercantil de la
fuerza de trabajo y su dominación por la economía política del capital.
En el seno del Estado moderno/colonial y su necesidad de una Historia
Nacional, la exigencia de orden reviste la forma de la exigencia de
dominación mas absoluta.
Para nosotros, se trata de concebir
cierta legitimidad constituyente, cierta relación contextual entre los
cuerpos y las palabras de la Historia. Se trataría por tanto de construir-el-modo-de-construir un
método que no contemple un hecho situado, sensible de estudio, de un
ente delimitado definido y estructurado del que se extraer mediante
datos las verdades semi-objetivas o subjetivizantes, sino que por el
contrario que parta del carácter de inexistencia fáctica del hecho
histórico (el pasado no existe) mas allá de esas voces de nuestro
interior que construyen su espacio de efectividad. Se trataría por tanto
de construir no tanto un espacio de cuerpos que producen voces, sino un
espacio de voces que terminar por constituir cuerpos, esto es, soñar
palabras que nos hagan construir lugares, pensar la Historia como motor de la Historia.
La cuestión ahora sería como pensar la
manera en la que los tejidos de palabras vivas dan lugar a las verdades,
no absolutas, sino encarnadas, verdades de la tierra, no de los cielos,
aunque las verdades de la tierra den lugar a las verdades de los
cielos. El problema de la escritura de la Historia de los conflictos
recientes mediante el testimonio oral, no concierne a objetos, no son
tematizaciones de objetos, tenemos por tanto que pensar un tipo de
análisis social que redefina los conceptos de subjetividad y
objetividad, dada la incapacidad de expresión del subalterno.
En lo que respecta a la universalidad de
ciertas palabras o conceptos, para nosotros es interesante no solo
hacer una historia desde las luchas sociales en tanto que federaron
fuerzas autónomas en la construcción de una nueva realidad material,
sino también pensar la forma en la los diferentes sujetos articularon
una vocación colectiva de construir alianzas mas amplias dentro de un
ecología de los conflictos desde una conciencia opositiva de comunes
constituyentes.
Durante los dos últimos lustros, la
teoría evolucionista de la Historia lineal y la razón instrumental de la
ciencia han producido una ontología del conocimiento que liga de manera
hipócrita a sociedad y Estado. Este sería el terreno de las
contradicciones que incluso de manera dialéctica, no puede dar lugar a
totalidades mayores. Diremos que el conflicto entre Sociedad y Estado
nace de la tensión propia de intentar combinar cosas irreconciliables.
Para nosotros y desde nuestra
experiencia de investigación militante, la Historia oral como
herramienta de los movimientos sociales desde abajo, se revela como una
ejercicio del que emanan verdades que son propias de nuestra necesidad
comunitaria. La Historia oral sería pues un esfuerzo de interacción
comunitaria, de dialogo consciente en el que los sujetos viviente
comunican su testimonio contribuyendo así a la construcción de un relato
des alienante, un verdadero ejercicio comunicativo por y para la
comunidad en el que relatores y perceptores de la Historia llevan a cabo
un ejercicio de mutuo entendimiento. Para Estos relatores y perceptores
de la Historia por lo general son grupos generacionales de diferente
ámbito.
Recuperar el estatus cognoscitivo de la
experiencia humana, significa democratizar el saber que emana de esta
experiencia ya que el proceso por el que se genera el conocimiento
histórico es horizontal entre dos sujetos que reflexionan en torno al
hecho histórico y perciben el modo en el que el otro siente este hecho.
Para nosotros lo interesante y mas aún lo importante del relato
histórico no es el conocimiento de los mecanismo de explotación y de
dominación, sino una visión comunitaria y opositiva capaz de pensar al
grupo como seres capaces de vivir algo diferente de ese destino de
explotados. Para nosotros solo tiene valor el pensamiento que generamos
en la acción, un pensamiento fundado en un hacer, lejos de la concepción
científica de un conocimiento de despachos, un conocimiento que se
generen en la acción, y esto en política tiene un sentido mucho mayor.
El verdadero valor de un pensamiento político es el hecho irrefutable de
haberse fundado en el espacio de construcción de lo político. Pensar
por tanto la acción política de nuestros antepasados, es situarse hoy en
la guerra en curso, es situar la Filosofía de la Historia que viene.
Apropiarse de un lenguaje común, es situarse en uno de los bandos.
- La conquista de la tierra
2.1. Tardo capitalismo y lucha campesina internacional en el mundo contemporáneo
Para las fuerzas del capitalismo
realmente existente el campesinado, tal y como plasmaron las primeras
teorías tanto desde el librecambismo como desde el marxismo ortodoxo, el
campesinado era un sujeto destinado a desaparecer, un sujeto desfasado e
incapaz de adaptarse las transformaciones actuales de la economía
global. La Historia del capitalismo, es la historia de las más terribles
catástrofes humanas (solo suavizadas por los periodos de la contracción
imperialista y de regulación estatal de la economía capitalista) que
hoy capitaliza y la narrativa de los fracasos, de aquel fracaso del socialismo-realmente-existente,
de aquel fracaso de los nacionalismo del tercer mundo y del fracaso de
la regulación capitalista social-demócrata que surge especialmente en
Europa, como colchón social ante de las demandas sociales y laborales
surgidas debido a la existencia de la experiencia socialista de la URSS
en el este y centro de Europa. Esta narrativa de fracasos, patrimonio
hoy del tardo-capitalismo colonial euro céntrico, ha tenido una
narrativa de erradicación respecto de las economías y sociedades
campesinas. La penetración del capitalismo agrario en las zonas rurales,
primero de Europa, pero más tarde de América Latina, África y Asia, ha
sido la experiencia de saqueo, extractivismo y transformación de las
comunidades, de la naturaleza y de los bienes en aquello que los
discursos capitalistas de la propiedad vienen a denominar, capital
natural, concepto muy cercano a aquel otro, esta vez propuesto por un
progresista, Pierre Bordieu, de capital militante.
Como nos advierte Eduardo Sevilla Guzmán a lo parto de su extensa obra[8],
todas las sociedades pre-capitalistas anteriores a la modernidad
capitalista, colonial y euro-céntrica era mayoritariamente campesinas y
sus economías estaban vertebradas por una cosmovisión de subsistencia,
concepción siempre diametralmente opuesta a la lógica de extracción del
máximo capital. Pero lo cierto es que las sociedades campesinas
concentran hoy casi la mitad de la humanidad, cerca de 3.000.000 de
seres humanos, las cuales podemos dividirlas entre las agroindustriales
beneficiarias de la Revolución verde y de la industria agroalimentaria
por un lado y las sociedades campesinas tradicionales, con sistemas
agrarios poco mecanizados, con objetivos de supervivencia,
ecológicamente sustentables e insertos en raíces y tejidos comunitarios.
El sistema capitalista ha tenido y esta
teniendo la capacidad de destruir estas sociedades, con mecanismos como
el acaparamiento de tierras, la privatización de la semillas, el control
de los bienes como el agua, empobreciendo así las sociedades campesinas
y expulsando forzosamente la mano de obra a las ciudades, acumulando
por la desposesión más absoluta. Construir y destruir, integrar e
excluir, son las dos caras de los procesos de transformación capitalista
que se viven en las zonas rurales de todo el mundo, construir espacios
de agroindustria y destruir las economías campesinas, integrar el
agro-negocio en el sistema mundo colonial y en la división internacional
del trabajo y excluir a las comunidades, condenándolas a la migración, a
la miseria y a la desterritorialidad.
Los defensores del modelo capitalista
eurocéntrico explican que la solución al problema agrario en Europa fue
el éxodo rural y la creación del excedente de mano de obra en las
ciudades que supusiera la superación de los sistemas artesanales hacia
la producción industrial. Las economías del Sur, no tienen ya capacidad
de absorción de mano de obra pues no disponen de economías industriales
desarrolladas, por lo que para ser competitivos han de profundizar en
la tecnología industrial que en principio exige poca mano de obra. El
sistema-mundo capitalista al resolver el problema agrario en los países
del centro, creo un problema agrario a nivel mundial, un problema
irresoluble. La Transición al socialismo debe asumir, la transición
agraria a la soberanía alimentaria y a la agro-ecología. Las sociedades
campesinas son hoy las únicas que han demostrado poder ser garantes de
la vida a escala planetaria, ya que la Tierra antes de espacio para la
economía es un espacio para la vida.
El movimiento campesino internacional
desarrollado durante los siglos XIX y XX y hasta la actualidad podemos
decir que ha sido parte integrante y estructural de la casi totalidad de
procesos revolucionarios que se han dado y que permanecen en el
imaginario colectivo de la izquierda revolucionaria, en el seno de las
cuales, trataron de forjar su camino, de luchar por fortalecer sus
palabras y su mirada. Aun siendo considerado el “problema” campesino o
el “problema” agrario siempre como una cuestión secundaria.
El desarrollo y la implantación del
capitalismo en la zonas rurales y agrarias significó una estrategia de
transformación radical de sus condiciones de vida y de sus espacio de
posibilidades. Las desamortizaciones, privatizaciones de tierra, de
agua, de semillas y de la producción, la comercialización a gran escala,
la preeminencia de la política internacional de precios en base al
control de las corporaciones de las exportaciones, la desvalorización de
la cultura, de la sabiduría y de los modos de subsistencia campesina,
el atropello de la relación entre las comunidades la naturaleza
supusieron y suponen la destrucción de una cosmovisión ancestral y del
modo campesino de vida y compresión de la tierra.
Todos estos malestares campesinos
podemos decir que tuvieron dos manera de ser articulados. En aquellos
países donde existían luchas sindicales de ámbito industrial como pate
de procesos más amplios de movilización social transformadora los
movimientos campesinas se integraron mayoritariamente en estos procesos
tomando el Sindicato como el sujeto protagónico de transformación. En la
mayoría de los casos estos Sindicatos de corte agrario estaban
sometidos a las directrices de otros sujetos políticos de naturaleza
urbana, por general, estaban sometidos a la idea bolchevique de
“Partido” ya sea de naturaleza burguesa reformista o de carácter
marxista rupturista. En otros lugares donde no existía este contexto de
movilización general, o no de se daba un contexto político de
acumulación de fuerzas populares, los sectores campesinos tomaron
posiciones más radicales y mas alejadas de las demás fuerzas sociales en
lucha.
Desde mediados del siglo XIX con el
desarrollo del capitalismo agrario en las zonas rurales de Europa,
remodeló todas las estructuras de los sectores agrícolas, ganaderos,
recolectores y forestales hacia la producción agraria industrial y hacia
el desplazamiento del excedente de mano de obra a las ciudades a partir
de este contextos es desde el que podemos decir que surgen los
movimientos campesinos contemporáneos.
Generalmente los campesinos han
desplegado dos modos de lucha frente a la serie de transformaciones que
se daban ante ellos, por un lado una serie de resistencias cotidianas
que algunos autores como James Scott
han llamado el arte de las resistencias y por otro lado la oposición
abierta y la articulación de sujetos de clase, mayormente sindicatos
agrarios, guerrillas campesinas y otros sujetos siempre vinculados y
articulados con una serie de políticas de movilización social más
amplia, en la mayoría de los casos. Por citar algunas de las grandes
experiencias de procesos de lucha campesina, donde han sido estos la
vanguardia del proceso podemos citar la Revolución mexicana o la china,
procesos claramente articulados desde las propuestas campesinas. En
todas las demás grandes revoluciones hemos de destacar la gran
importancia de los sectores y elementos campesinos, tales como la
Revolución rusa, la francesa, la revolución cubana, la Revolución
española y gran parte de los procesos revolucionarios vividos durante el
siglo XX.
Tal y como dice Silvia Pérez-Vitoria,
los campesinos eran considerados “conservadores” por que los
“progresistas” querían hacerlos desaparecer. Desde comienzos de las
sociedades del capitalismo industrial y de la ilustración euro-centrada
las sociedades campesinas siempre han sido inferiorizadas como una etapa
previa al desarrollo, como una forma económica y política primitiva, ya
que los discursos que emergían de los centros de poder era siempre
discursos urbanos, y para el crecimiento de estos centros de poder eran
necesario ese éxodo de campesinos desposeídos a las ciudades, por lo
tanto ha sido siempre requisito indispensable para el desarrollo urbano e
industrial la destrucción y desarticulación de las economías campesinas
y la implantación del capitalismo agrario en las zonas rurales lo cual
significa la desaparición de las comunidades campesinas cuyas lógicas de
vida eran diametralmente opuestas a las lógicas del capitalismo de
explotación y obtención del máximo beneficio a través de la explotación
del trabajo y de los recursos naturales. En los comienzos de la sociedad
industrial los campesinos eran sectores radicalmente opuestos a la
modernización capitalista de las agriculturas campesinas ya que con ello
se llegaría a la desaparición de su cosmovisión y así como a la
desaparición fáctica de las comunidades. Esta sentimiento de amenaza lo
sintieron ante las desamortizaciones en los inicios del Estado burgués
europeo, ante las privatizaciones de los regímenes capitalistas europeos
pero también en las modernizaciones soviéticas y toda vez que los
poderes de los centros hegemónicos aplicaran una modernización de tipo
industrial, centralizadora, productivista y/o capitalista.
2.1. La Vía Campesina a la soberanía alimentaria
La Vía Campesina es una coordinadora
internacional de organizaciones campesinas, pequeños agricultores,
jornaleros, campesinos y migrantes de todo el mundo con organizaciones
de más de 150 países. Surge en el contexto de las Rodas de Uruguay y de
la transformación del GATT a la Organización Mundial del Comercio, de la
liberalización del comercio y de la supresión de los aranceles y de las
políticas proteccionistas a escala mundial. Como muy bien señala Anette
Aurélie Desmarais,
ante la desprotección que significaba la falta de protecciones a la
agricultura y a la producción campesina los diferentes movimientos
campesinos no vieron otra salida que la de poner sobre la mesa las
diferentes cuestiones problemáticas que amenazaban la vida de los
campesinos y comprobando que en ciertas cuestiones se enfrentaban los
campesinos de todos los continentes, del Sur y del Norte a las mismas
problemáticas fundamentalmente al acaparamiento de tierras por parte de
las grandes corporaciones, a la implantación de las semillas modificadas
genéticamente , a los precios de los insumos y de los fertilizantes, la
privatización de semillas, al control de las corporaciones sobre los
recursos como el agua, el control de los precios por parte de las
multinacionales.
Las organizaciones que componen La Vía
Campesina articulan sus acciones y sus campañas de movilización en torno
a varias premisas fundamentales la defensa de las comunidades
campesinas, la soberanía alimentaria, la bio-diversidad, la autonomía
campesina y la unidad de acción del campesinado internacional.
La soberanía alimentaria es una
propuesta que surge de las movilizaciones que lleva a cabo La Vía
Campesina durante comienzos de los años 90 durante el trascurso de la
Ronda de Uruguay que finaliza en Marrakech en 1994. El lanzamiento de la
propuesta de la Soberanía Alimentaria se produce en 1996 durante la
celebración de la Cumbre Mundial de la Alimentación en Roma, en la que
la sociedad civil y los movimientos sociales llaman al Foro Social para
la Seguridad Alimentaria. La seguridad alimentaria es un concepto que
surge en los años 70 por parte de la FAO y que se define como la
capacidad de las instituciones para garantizar el acceso y la
disponibilidad de alimentos para consumo general combatiendo así los
periodos de escasez de alimentos o la falta de estabilidad en los
mercados internacionales de productos alimentarios de primera necesidad.
La soberanía alimentaria se entiende como la capacidad de los pueblos y
territorios a regular, gestionar y participar en sus propias políticas
alimentarias, tanto a nivel agrícola como a nivel consumidor, por tanto
supone un reclamo y una alianza internacional entre productores y
consumidores. La soberanía alimentaria parte de la idea de la
agro-ecología, del consumo sustentable, del acceso a la tierra y de la
defensa de los valores naturales y de la bio-diversidad. La soberanía
alimentaria es una lucha internacional por la tierra, el agua, las
semillas y a la naturaleza y por la defensa de las comunidades
campesinas. La soberanía alimentaria es una demanda en clave
medioambiental, social y democrática. La soberanía alimentaria que
defiende La Vía Campesina es una demanda por el derecho al territorio,
por el derecho a la tierra. La Tierra no solo es un recurso económico,
la tierras es el hogar, la tierra es el territorio de la vida.
La Vía Campesina podemos decir que es
una articulación campesina desde abajo que rompe con algunas de las
viejas cuestiones que estancaron los sujetos transformadores del siglo
XX.
Algunas conclusiones
-En primer lugar podemos decir que se
trata de una experiencia que deconstruye las direccionalidades
hegemónicas centro-periferia y Norte Sur, estableciendo un dialogo
cognitivo entre periferias y en el seno del Sur global.
-Aúna criterios de luchas
transformadores entre sujetos por arriba de la línea de humano como son
los sindicatos agrarios del norte de Europa cuyos objetivos en muchos
caso son las mejoras de las cuotas de los productos o la modificación
concreta de ciertos aspectos de la Política Agraria Comunitaria frente a
sujetos que se sitúan bajo la línea de lo humano como los campesinos
del Sur cuya demanda básica es el acceso a la tierra como pueden ser el
MST o el SOC-SAT.
-La Vía Campesina pone en entre dicho el
legado de conocimiento y pensamiento occidental eurocéntrico,
cuestionando la supuesta neutralidad del conocimiento científico y
tratando de rescatar los saberes campesinos e indígenas, los saberes
locales y ancestrales. por lo que podemos decir que se funda en una idea
de ecología de saberes.
-La Vía Campesina cuestiona los sistemas
políticos y económicos eurocéntricos y capitalistas y los conceptos de
democracia, desarrollo y justicia que han aplicado los centros de poder
militar económico y político occidentales tales como la UE, los EEUU, la
OMC, el FMI o el BM.
Como decía nuestro gran Diamantino García Acosta: no habrá paz sin pan.
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