COPIADO de la pág de fb de Javier Nix Calderón el 27/4/2016
Los hombres somos el martillo que se abate furioso sobre la tierra. Vivimos a golpes, nos retorcemos bajo el impacto del metal sacudiendo el suelo, caminamos a trompicones, del éxito al fracaso, del fracaso al éxito, del fuego a las cenizas, de las cenizas al fuego en el que nos abrasamos despacio. Nunca tenemos suficiente: suficiente éxito, suficiente sexo, suficiente dinero, suficiente tiempo. Somos el género hambriento de absolutos. La vida es para nosotros una carrera hacia ningún sitio, hacia un horizonte que siempre se aleja, que nos rechaza, que nos sonríe y también nos gira la cabeza. Somos las montañas, y la tierra yerma, y también somos las playas donde mueren las ballenas.
Las mujeres son ríos. Son un caudal de agua que no acaba. No son como
nosotros. No viven bajo sacudidas, ni a golpes. Las mujeres fluyen como
los arroyos, con remolinos y cascadas y remansos, pero el agua sigue su
curso. Avanzan inalterables, se enfrentan a la desdicha, con sus cuerpos
y almas que han aguantado la adversidad y el dolor durante millones de
años, pero no cesan de fluir. Una mujer se dobla como una palmera para
aguantar los huracanes, pero se yergue de nuevo cuando el viento cesa y
reconstruye lo que fue destruido. En sus aguas navegamos todos. El
futuro es el óvulo, el útero, la voluntad de persistir que solo las
mujeres tienen. Las mujeres son el líquido primigenio y en él vivimos,
por él vivimos, en él confiamos.
Y ambos, hombres y mujeres, somos el mundo que pisamos. Ambos coloreamos la tierra que habitamos, y nos confundimos en el verde, el marrón, el azul y el dorado del sol sobre las rocas. Somos los que vivimos, los que han vivido antes de nosotros, fatigados bajo el peso de la Historia, empapados en sudor, arrancando del suelo frutos para persistir, para resistir, para ver otro amanecer. Somos el pueblo, el más pequeño de los milagros de la Naturaleza. No somos el pueblo como clase, encerrados en el triste espacio de la política, sino la comunidad de los que viven y son conscientes de su finitud. Ríos y martillos, tierra y agua, remolinos y golpes, que moldean el futuro para que todos quepan en él.
Y ambos, hombres y mujeres, somos el mundo que pisamos. Ambos coloreamos la tierra que habitamos, y nos confundimos en el verde, el marrón, el azul y el dorado del sol sobre las rocas. Somos los que vivimos, los que han vivido antes de nosotros, fatigados bajo el peso de la Historia, empapados en sudor, arrancando del suelo frutos para persistir, para resistir, para ver otro amanecer. Somos el pueblo, el más pequeño de los milagros de la Naturaleza. No somos el pueblo como clase, encerrados en el triste espacio de la política, sino la comunidad de los que viven y son conscientes de su finitud. Ríos y martillos, tierra y agua, remolinos y golpes, que moldean el futuro para que todos quepan en él.
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