Magnífico
artículo, pero sobre todo magnífico el documento de Juan José Castillo
y Paloma Moré que está vinculado en el artículo. Deberíamos clavar en
la puerta de nuestras facultades este documento, como hizo Lutero.
Imprescindible, necesario.
......................................Socióloga Begoña Marugán Pintos. 23 de Mayo de 2017 http://www.nuevatribuna.es/opinion/begona-marugan-pintos/echarse-llorar-precariedad-incertidumbre-trabajo-universitario/20170523173751140116.html
Mujeres y hombres con una media de cuarenta años que han terminado sus doctorados hace más de cinco años y perciben por su trabajo como docentes universitarios entre 500 y 1000 euros, trabajando más de diez horas al día incluso fines de semana son los protagonistas de la última investigación del prestigioso Grupo de Investigación
La investigación “La Universidad sin futuro. Precariedad e incertidumbre del trabajo universitario”, ha sido realizada por Juan José Castillo y Paloma Moré dentro de un proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. En el mismo se analizan las condiciones de trabajo y de vida del personal docente y de investigación de la Universidad Complutense de Madrid.
El estudio contiene 38 entrevistas a personas de distintas categorías de la carrera académica desde aquellas que están elaborando su tesis hasta las que tienen la categoría laboral de contratado doctor. En el mismo se reflejan las tensiones, temores y decepciones de un personal sometido a una carrera imposible en la que “cumplen con todas las normas impuestas –hacen la tesis, publican en revistas de prestigio, dan clases, tutorizan, gestionan, investigan, etc. - para conseguir estabilidad y sin embargo a cambio no reciben nada. Se sienten -según una entrevistada- “como un galgo al que le ponen una zanahoria, corren, corren, y pasa el tiempo y no llegan a la liebre. La liebre siempre es más rápida y entonces es una decepción muy grande”.
Treinta y ocho relatos de vida que, salvo alguna pequeña diferencia en el caso de las personas que están como contratadas doctoras, se podrían haber descrito en una sola y que además, y por desgracia describen una realidad que puede hacerse extensible a toda la universidad española.
Quizá haya que empezar por acabar con el mito de la academia como lugar excepcional y explicar que la universidad es un centro de trabajo donde además de personal funcionario también hay personal laboral, es decir, que no estamos hablando ni más ni menos que de personas trabajadoras que se rigen por el Estatuto de los Trabajadores como el resto (además de por algunas exigencias específicas como la acreditación de una agencia de evaluación como requisito previo para poder ser contratadas como ayudantes doctores o doctores). De las y los 94.453 docentes que había en el curso 2014-2015 en las universidades públicas, el 50,2% era personal contratado, mientras que el 49,8% era funcionario. Un porcentaje que tiende a aumentar cada año con una tasa de reposición que está taponando el sistema de acceso y promoción profesional y descapitalizando la universidad. De hecho, en la Universidad Complutense de Madrid el 65,6% de su personal tiene contrato de duración determinada.
También es falsa la idea de que todo profesor/a es catedrático. Sólo el 12% del Personal Docente y de Investigación de la universidad pública lo es, proporción aún menor en el caso de las mujeres. Por el contrario, lo que no se sabe es que salvo el PDI funcionario y en cierta medida el personal contratado como contratada/o doctora/o el resto tiene unas condiciones laborales indecentes. La inestabilidad laboral, la falta de carrera académica, los reducidos salarios, los extensos horarios en la preparación de asignaturas variadas y de investigación y publicación en revistas indexadas devoran la vida de los y las, cada vez menos jóvenes, docentes. Los sueldos oscilan entre los 271 euros netos de lxs asociadxs y los 900 de lxs interinxs, pero que incluso los ayudantes doctores no pasa nunca de los 1500 euros.
El PDI no permanente sigue trayectorias de investigación brillantes, publica en revistas de impacto, participa en proyectos de investigación y ¿para qué? Para seguir publicando, investigando, impartiendo clases para poder llegar no a conseguir un puesto de trabajo, sino una acreditación, para lo cual acabas “pasando un verdadero infierno”. Y cuando consiguen la acreditación - lo cual no es fácil porque se pueden encontrar que “han cambiado las reglas de juego en mitad del partido”-, se topan con la imposibilidad de estabilizarse porque se ha impuesto una “maldita tasa de reposición” que impide sacar plazas en la universidad.
La situación verdaderamente es “para echarse a llorar” porque no sólo se encuentran en una especie de jaula de hamster en la cual investigan, publican, dan clase, orientan y asesoran sino que vuelven a investigar, asesorar, impartir clase, publicar y así sucesivamente para conseguir el contrato de trabajo decente prometido que nunca llega. No pueden entender cómo es posible que se hable de calidad en la docencia y les exijan tanto cuando ven a situación laboral de precariedad que tienen.
La lectura de esta investigación transmite frustración e impotencia porque el personal docente e investigador siente que “tiene que aguantar” aunque en la universidad sólo haya precariedad porque seguir haciendo su currículo les penaliza fuera de la misma al “verles sobrecualificadas para algunos puestos” y se encuentran con las puertas cerradas de las empresas.
Además el estudio permite visualizar el continuum entre las condiciones laborales y las condiciones de vida. La precariedad laboral conduce a tener vidas precarias porque las personas investigadas tienen la sensación de que a pesar de “tener 40 años no pueden tomar ninguna decisión sobre mi vida” porque no tienen las riendas de la misma.
Esta investigación constata como la contratación de profesoras y profesores universitarios, como mano de obra barata, se ha convertido en una forma generalizada y aceptada de resolver los problemas de la gerencia universitaria en tiempos de crisis. La crisis también aquí ha servido como excusa para aplicar recortes a la financiación pública. El gasto de personal para el conjunto de las universidades se ha reducido en 333 millones de euros de 2010 a 2013. Además, ha asentado, aún más, el modelo elitista de universidad que se venía impulsando desde el Consejo Europeo de Lisboa del año 2000.
En definitiva, la magnífica investigación de Castillo y Moré es un golpe a la concienciación sobre un problema que se ignora y que transciende la realidad laboral de un número importante de investigadores y docentes, porque mediante la misma se establece una relación causal entre el empleo indecente y la imposibilidad de futuro de la universidad. La lección es clara: ¡sin calidad en la contratación no sólo no habrá universidad de calidad, sino que el propio futuro de la universidad peligra!
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