El eucalipto, reguero de fuego. EXTRACTOS de La próxima España negra
"Todo monocultivo es enemigo de la diversidad. En el caso del eucalipto, la combinación de especie y prácticas industriales multiplica su impacto. El árbol australiano es una especie foránea que crece rápidamente y consume una gran cantidad de agua, acabando con la vegetación y la diversidad y favoreciendo la erosión rasante.
A la naturaleza del árbol se suma la del negocio. La tala de eucaliptos a breves intervalos agora rápidamente las reservas de nutrientes del suelo. Los ciclos cortos de un bosque eternamente joven consume mucha más agua y recursos, sin entrar a valorar el efecto de fertilizantes en el entorno.
En el primer Inventario Forestal Nacional de 1972/73, el eucalipto ocupaba 131.181 hectáreas. En el segundo en Galicia, realizado entre 1997 y 1998, ya ocupaba 396.344. Según los datos de la Consellería de Medio Rural, en Galicia hay hoy unas 425.000 hectáreas de eucaliptos, un 76 por ciento más de lo que había planificado en 1992. La Ley de Montes de 2012 prohibió plantar eucaliptos en terreno agrícola, en los márgenes de los ríos, en la proximidad de las casas y de las carreteras. Pero no es tan fácil contener su expansión.
El eucalipto es una especie pirófita: no solo genera un entorno que favorece los incendios y sobrevive a ellos, sino que los utiliza como método de expansión. La cubierta muerta del eucalipto no se descompone con tanta rapidez como la de los bosques indígenas, porque no es buen alimento para las termitas y otros insectos. Esa corteza seca que se amontona, combinada con la sequedad y la desaparición de la cubierta forestal, hace que el suelo donde hay eucalipto sea altamente inflamable, facilitando el comienzo y la expansión del fuego.
Cuando llega arriba, la presencia de aceites volátiles en sus hojas conduce las llamas a gran velocidad, saltando por encima de ríos y carreteras. Propaga el fuego sin consumirse. Tiene una corteza que protege sus yemas latentes de la carbonización. Las semillas también vienen envueltas una capa de madera resistente. Cuando todo ha terminado, aprovecha la devastación para extender sus dominios por tierra y por aire.
Por aire, con sus semillas, dependiendo de la intensidad del incendio. Si el fuego era moderado y sólo se quemó la corteza, guarda las semillas durante un año o más. Si el incendio ha arrasado con todo, las expulsa en los meses siguientes. Por debajo planta largos dedos en la tierra carbonizada saliendo de las fincas y asentándose más allá de las lindes que establece la ley. El km 7,5 de la Nacional 236 portuguesa donde murieron más de 30 personas el pasado junio estaba rodeado de eucalipto, incluyendo el camino cortafuegos y los eucaliptos silvestres que llegaban la cuneta. En un país diezmado por los recortes resulta imposible controlar su expansión.
Aunque a veces lo parezca, Galicia ni siquiera es el centro de este conflicto. Según el Centro de Investigación y Documentación del Eucalipto (CIDEU), casi la mitad están en Andalucía, un tercio en Galicia y el resto se reparte entre Extremadura y la Cornisa Cantábrica. En el documento Una visión común sobre el problema de las plantaciones de eucalipto, firmado por una veintena de organizaciones ecologistas en 2016, destacan el entorno de Doñana, la zona interior de Galicia y áreas de Asturias y Cantabria como zonas en riesgo de “verse afectadas por estas plantaciones”. Y, en cualquier caso, el eucalipto no es el único amigo que tiene el fuego en España. Hay especies locales que también lo son: el jaguarzo de Doñana y el resto de las jaras, típicas de los cotos de caza. Su resina pegajosa, llamada ládano, favorece la combustión.
Si la jara se quema, sus semillas depositadas en el suelo germinan enseguida, necesitan el calor para germinar, y cuando ha habido un incendio, de lo primero que nace es la jara. A ciento cincuenta grados de temperatura se estimula la germinación de las semillas de la jara.
Pero, a diferencia del eucalipto, a estas especies les va el fuego rápido que “ayuda a desbrozar el monte” viajando deprisa pero quemando de manera superficial. En monte calcinado no germinan. Por eso es fundamental la limpieza del monte, el trabajo que los expertos apuntan como clave para la contención de incendios, y que ha sido descuidado con la industrialización de la agricultura y la ganadería, y el éxodo rural."
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