diciembre 01, 2019

Por qué a los partidos les cuesta tanto reconocer sus fallos, de Fernando Broncano

Fernando Broncano R   ·     11/11/2019
Tenía que intervenir en la SER, pero el anuncio de la dimisión de Rivera ha trastocado el programa. Dejo aquí el análisis que iba a hacer a la pregunta de por qué a los partidos les cuesta tanto reconocer sus fallos:
Lo explicó muy bien Miguel Álvarez Peralta el otro día en una clase que impartió en mi seminario: Obama ganó a McCain en 2008 porque había descubierto el poder de dos cosas: las redes de activistas y las redes sociales. Ambas se mezclaron cooperando y produciendo un vuelco en las expectativas. Lección que aprendió Podemos en 2015. En la segundas elecciones, las redes de activistas habían desaparecido y solo quedaban las redes sociales. Obama se desprendió de los militantes y contrató a gurús expertos en big data y redes. Volvió a ganar, ya como opción menos mala. Steve Bannon aprendió la lección y se convirtió en jefe de campaña de Trump y ganaron aprovechando esta estrategia.
Los partidos han mutado sus formas y estructuras en la nueva época mediática de los rumores, los memes, los tuits y las campañas de microtargeting. Han dejado de ser movimientos de militantes con diversidad de opciones, corrientes y líneas para convertirse en máquinas mediáticas apoyadas sobre la figura de un líder. El Psoe lo aprendió de Podemos y Cs e inmediatamente eligió a un icono como Sánchez, el PP lo aprendió del Psoe y eligió a Casado. Los partidos barrieron todas las instituciones propias consultivas donde se dirimían las diferencias y se proponían alternativas y las convirtieron en coreografías del líder. Los líderes, no tontos, la verdad, dejaron de confiar en los coros y danzas de los comités nacionales a su medida y empezaron a escuchar las voces al oído de una nueva casta de poder oracular, los gurús presuntamente expertos en el futuro.
Toda la fuerza de la campaña se centró en luchas épicas con dos o tres memes movilizadores: contra las menas, pro-menas, contra Sánchez, contra el independentismo, contra España, contra Podemos.
La política se convirtió en épica de Juego de Tronos: la estrategia del chicken game se impuso a todas las demás porque los líderes no podían mostrar la menor duda, la menor debilidad en la negociación: su propio público fabricado a fuerza de pantallas se los comería.
En fin, como han hecho las empresas, han vendido su alma a las plataformas y a los grandes oligopolios de la comunicación creyendo que esto era lo que había que hacer porque tenía sus réditos. Podemos ha gastado más de un millón de euros en Facebook, más que todos los demás partidos juntos, los demás lo han hecho de otras formas, a través de trolls farms y fake news. Bannon/Vox mejor que todos los demás al centrar la campaña en dos cosas: emigración y España.
El caso es que, si miramos la trayectoria, los presuntos éxitos son una larga serie de fracasos en cadena que ya no pueden reconocer sin reconocer al tiempo que esta forma de política, además de equivocada, es peligrosa y atenta contra la salud democrática. Desde el 23f (que muchos no sabrán qué significa) nunca había visto tan en peligro la democracia.
Por si alguien me lo va a recordar: también Mas País, sí, ha sucumbido a esta estrategia. No en el mismo grado pero también. La decisión trágica de presentarse a destiempo era equivocada (yo no era partidario, pero no tengo ni voz ni voto en el asunto), y lo ha sido también la campaña centrada en un solo mensaje que se ha vuelto invisible en la era de la polarización "con nosotros habrá diálogo".

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