José Emiliano Ibáñez · La Voz de Asturias 22/02/2020
lavozdeasturias.es
La
fortaleza de Vox y la consiguiente degradación del país es uno de
tantos casos en que los políticos tienen que jugar a las siete y media.
Ni se puede ser reactivo a cada infamia y cada provocación, ni se puede
actuar como si no existieran. En sus noches húmedas, Vox sueña con tres
fases que lo lleven al poder, sucesivas o parcialmente superpuestas.La
primera fase es la del agrupamiento y reconocimiento mutuo de los
suyos. Un aspecto de cualquier propaganda consiste en lo que cada uno
cree que creen los demás. La propaganda más ambiciosa busca que cada uno
se sienta solo o excepcional y que sienta que lo que él cree es una
rareza. La máquina neoliberal se destaca en estas artes. Este mecanismo
afectó a la extrema derecha. La dictadura progre, es decir, la
democracia, mantuvo diseminados a falangistas trasnochados, católicos
fanáticos, ricachones zafios, raros malencarados con tendencia a odiar,
niñatos parásitos ociosos, ensimismados con sarpullidos por la
diversidad y voceras más hartos de feministas que de mujeres muertas.
Andaban dispersos a granel y por eso el primer paso es su condensación
en un bloque al que sientan pertenecer. El mecanismo no es tan sencillo. (…)
La mentira y la trampa no funcionan con una población templada, racional e informada. Lo que anula la templanza, el razonamiento y el valor de la verdad son las emociones negativas. La tercera fase de la extrema derecha es acoplarse empáticamente con las frustraciones, miedos o debilidades de determinada población para mimetizarse y parecer parte de ella, como un patógeno o una infección. La mayor frustración y debilidad se da en las capas humildes. Por eso abundan en discursos airados contra las élites y no es raro que haya una izquierda rojiparda que en su confusión se haga portadora de la infección fascista. No es verdad que la extrema derecha suela triunfar entre las clases bajas, pero sí consigue debilitar el predicamento de la izquierda y alcanza una franja de apoyo que puede inclinar la balanza, aunque en verdad sean las más perjudicadas por las políticas ultras (...)
La mentira y la trampa no funcionan con una población templada, racional e informada. Lo que anula la templanza, el razonamiento y el valor de la verdad son las emociones negativas. La tercera fase de la extrema derecha es acoplarse empáticamente con las frustraciones, miedos o debilidades de determinada población para mimetizarse y parecer parte de ella, como un patógeno o una infección. La mayor frustración y debilidad se da en las capas humildes. Por eso abundan en discursos airados contra las élites y no es raro que haya una izquierda rojiparda que en su confusión se haga portadora de la infección fascista. No es verdad que la extrema derecha suela triunfar entre las clases bajas, pero sí consigue debilitar el predicamento de la izquierda y alcanza una franja de apoyo que puede inclinar la balanza, aunque en verdad sean las más perjudicadas por las políticas ultras (...)
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