Copiado del blog de Fernando Martínez Hinojal. Arquitecto. Director de ORUBIDE, de nombre arkimia, artículo de 21/09/2006
"Coge el dinero y corre": fábula vasca de deslocalización industrial.
Érase una vez un pueblo de las encartaciones de Bizkaia, en el valle del Cadagua. En este pueblo, que llamaremos Güeñes, por ejemplo, por llamarlo de alguna manera, había una fábrica que daba trabajo a la mayoría de sus habitantes. Supongamos que esa empresa multinacional, que daba empleo a casi 200 personas, se llamaba Reckitt, y que manufacturaba una gran parte de los productos de limpieza y de consumo más conocidos del mercado, y que tenía unos resultados económicos magníficos.
Sin embargo, vamos a pensar que ocurrió que la dirección de la multinacional se dió cuenta de que le salía mucho más barato fabricar sus productos en otros pueblos donde podría conseguir la mano de obra más barata. Esto no era nuevo en el país, y otras empresas ya habían hecho lo mismo o habían amenazado con irse si los trabajadores se obstinaban en tener unas condiciones de trabajo "occidentales", puesto que la producción podría ser menos rentable que en las condiciones de trabajo de países menos "desarrollados". A esto las multinacionales no lo llamaban usura, ni deslealtad, ni injusticia social, ni irresponsabilidad con la comunidad, sino que eufemísticamente lo llamaron "deslocalización". Esta técnica consistiría en llevarse la producción a sitios donde se produce más barato, y donde las normativas medioambientales y de seguridad son menos estriictas, aunque las ventas de los productos que fabrica se den, fundamentalmente, en aquellos lugares donde el nivel de consumo -y las condiciones de trabajo y normativa medioambiental, claro- es más alto. Deslocalizarían la producción, pero no las ventas, claro.
Además, y a la vez, ocurrió que la empresa, que tenía unos terrenos junto a la fábrica que inicialmente había pensado que podría utilizar como futura ampliación de sus instalaciones, consiguió del Ayuntamiento que gobernaba el pueblo la reclasificación de esos terrenos. El suelo que compró por menos de un millón de euros en 1.999 lo vende ahora a una promotora inmobiliaria por más de seis millones, dado que el Ayuntamiento le permite ahora construir 148 viviendas en vez de utilizarlos para ampliar su fábrica. Este cambio de usos -y su incremento de precio- tuvo que ser necesariamente autorizado por la Diputación de Bizkaia, aunque la Diputación ha declarado que no tiene nada que ver el cierre con la materialización de esas jugosas plusvalías inmobiliarias.
Sin embargo, vista toda la sucesión de hechos, parece evidente que este "pelotazo" inmobiliario de cuento, de fábula (fabuloso 700% de incremento en sólo siete años), desde luego, no ha ayudado a que la empresa permanezca con un proyecto industrial de futuro en su actual ubicación, sino que, al revés, habría sido el detonante de la espantada hacia tierras lejanas.
En estos últimos días parece que la empresa ha ofrecido algún tipo de compensación, recolocación o salida no traumática para parte de los trabajadores, pero lo que a todos los habitantes de este pequeño país creo que nos ha quedado claro una vez más es que los intereses de las empresas son muchas veces contradictorias e incompatibles con los de la comunidad, y que la llamada "responsabilidad social corporativa", tan de moda últimamente, no siempre es la guía de la actividad de las empresas sino que priman los intereses puramente económicos y muchas veces, únicamente especulativos y nada sociales (...)
Para seguir leyendo pinchar sobre el título.
No hay comentarios:
Publicar un comentario