febrero 17, 2009

Carta de 9 de febrero de 2009 (24.3)

Queridos Augusto y Delia... lo primero ¿qué tal estáis?
Espero y deseo que ya estés recuperada del indeseable mal que te aquejó por una larga temporada y que vuestra vida esté transcurriendo tranquilamente, con serenidad y gusto por el día a día, ese pasar los momentos disfrutando con lo más nimio, sin grandes alharacas, y si las hay ¡bienvenidas sean!
Después... después, intentar justificar el silencio que he mantenido en este año y medio largo que ha transcurrido desde julio de 2007. Ha sido largo, sí, pero ya pasó, afortunadamente pasó.
Poco podíamos imaginar cuando mantuvimos esa conversación entrañable entre tú y yo, Delia, lo que sucedería. Nada trascendental para el mundo, pero sí para mí. No sé si te comenté, entonces, que yo conocía personalmente los sentimientos que me describías, las sensaciones que tenías. Más preciso sería hablar de los “no sentimientos” y de las “no sensaciones” porque cuando la depresión te habita todo se vive en negativo. Tú no deseas que sea así, lo mismo que no deseas, prácticamente, nada. El deseo, la ilusión desaparecen, no sabes cómo, no sabes, a veces, por qué. En mi caso, no sabes por qué ha vuelto a hacer cobijo en ti, no comprendes, los que te rodean tampoco, pero ahí está de nuevo, dejándote el cerebro hecho papilla. No te puedes concentrar, no prestas la debida atención, no recuerdas la mayoría de las pocas cosas que estás viviendo, lo que dicen... no estás, sencillamente no estás.
Ahí andaba cuando tuve la desafortunada caída, desafortunada porque me dejó con algún destrozo, que aún a día de hoy estoy reparando –los cirujanos-. El golpe me lo llevé en la parte superior de la mejilla izquierda, en la zona del ojo. Ya estaba cursando la depresión nª y esto no favoreció la recuperación. Recuperación que no se produjo hasta este otoño invierno, hace tres meses. Pero ya estoy bien, con la pequeña secuela física –nada en comparación a lo que pudo haber sido, éste era el comentario recurrente que todo el mundo me decía- pero anímicamente normal.
Me parece... creo que me he estirado mucho con la historia, mi pretensión era que supiérais que de no haber pasado aquello me habría puesto en contacto con vosotros mucho antes. Vuestra carta, con la dirección, la encontré hace pocos días donde debí guardarla entonces ¡menos mal!
¿Qué tal el gobierno municipal? que te hacía que te llevaran los demonios, Augusto.
Sé por amigos del club de montaña de Zamora, al que “pertenece” Luis, que volvieron a poner el belén allí, en Morata, estas navidades, y que tú estuviste participando. Me alegró saber de ti, a su través.
Y, bueno, pienso acercarme un día a vuestra casa, esta primavera, os lo diría con alguna antelación.
Recibid un abrazo –cada uno- bien fuerte.

PAQUITA



5 comentarios:

Caracola Light dijo...

A mi no me mandas abrazos, Paquita?

ralero dijo...

Me alegra que todo pasara. Sé lo duro que resulta todo eso que describes.

Un beso.

Elena dijo...

¡¡guapetona!! tú vales mucho

Naveganterojo dijo...

Ahora ya ha pasado, amiga, tienes a mucha gente pendiente de ti y lo sabes, no permitas que la depre vuelva a instalarse en tu cabeza.
Un abrazo

Anónimo dijo...

De no ser por esta carta privada/pública, no me hubiera enterado de tus avatares. Espero que la Paquita de este blog, echá p'alante, no nos falle. Te seguimos con verdadero gusto.
Pierre Miró