(Publicado por Tempero el domingo 28 de diciembre de 2008.
Lo publico como Homenaje a su madre, a quien va referido. PAQUITA)
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Estoy corrompido por la palabra, por la poesía, por la literatura. Cualquier cabo que asome de lo real se me acaba convirtiendo en ímpetu. El otro día, mi madre, de ochenta y uno dejó caer un hecho triste y así lo vi. Y me he reprimido en extrudirlo para no sacar un relato. O sea que lo poco que aquí voy a decir es breve y real.
Mi padre murió hace siete años. Mi madre cuenta ahora con los que he dicho. Los dos vivieron en un pequeño pueblo. Tras la muerte, mi madre se trasladó a la capital de provincia, a un piso. La casa del pueblo se cerró. Vamos a ella cada cierto tiempo. Sus recuerdos son perpetuos, intensos y amargos. Duerme mal últimamente por una enfermedad.
Oye, llamaste el otro día por teléfono cuando estuviste en el pueblo. No, ¿por qué? Es que mira, el otro día me levanté a las cuatro y media de la mañana y como no podía dormir dije 'voy a llamar al pueblo' y sabes, me dió comunicando. Volví a llamar e igual. Y dije, éste que habrá estado y no habrá colgado bien, por mí. Por la mañana volví a intertarlo y ya me daba la señal.
Inmediatamente cuando me lo estaba contando por la calle cogí el teléfono móvil e hice una comprobación. Señal correcta y recriminación. Madre, pero para qué haces éso, para qué llamas, quién va a haber allí. Sólo era por ver.
Sigo reprimido porque, aparte de ser real, conjuga un enigma claro, clave para un buen relato.
1 comentario:
Son realidades éstas bastante tristes. El envejecimiento, la viudez que bien llevadas a lo literario hasta gustan pero que para quien las padece entrañan mucho desasosiego. Yo, la verdad es que fui muy bruto al recriminar a mi madre, pero es que soy así.
Besos, Paquita.
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