enero 23, 2010

El nido del cuco. Blog Literario F. José Hierro (2.18)

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Los orígenes de El nido del Cuco. Julio 23, 2007.
El nido del cuco (cuento) ¿Quien soy? (Cuento) Autor: Miguel Martín

El cuquiello es pájaro solitario y esquivo, cuya presencia se nota por su canto en primavera, que desde hace algunos días comenzamos a escuchar. Tiene fama, entre paisanos, de tramposo y marrullero por lo bien que las apaña para engañar a otras aves de su propia vecindad, lo que aparece en las coplas de tradición popular: «Soy de la opinión del cuco / pájaro que nunca anida / pone el huevo en nido ajeno / y otro necio se lo cuida.

De color gris ceniciento, remata en un pecho a rayas sobre fondo blanquecino que, en algunos ejemplares, se muestra un tanto pajizo con ondas tirando a pardo. Tiene un volar muy curioso, entre súbito y fugaz, al que llaman vuelo de raptor, y gusta de posar en postes o a cubierto entre el ramaje, con las alas entreabiertas y la cola predispuesta en abanico; pero sin duda es el canto su prenda más peculiar, que comienza hacia fin del mes de marzo, al llegar la primavera, y no deja de escucharse entre Cuaresma y San Pedro. Es ave que habita en casi todos los bosques europeos, presentando mayor densidad en zonas de clima húmedo, entre las que se encuentra nuestro tercio norte peninsular basando su dieta fundamental en insectos y gusanos, con especial afición por las orugas peludas, las lombrices y el ciempiés.

El sistema que sigue para la reproducción siempre fue objeto de interés y discusión y todavía se encuentran aspectos de su conducta pendientes de desvelar; en vez de cuidar sus pollos, se aprovecha de otras aves como el chochín, el pardillo, el raitán o la curruca; de hecho, en muchas partes de Asturias, llaman nidal de cuquiello al nido de papu roxu. Cada hembra queda al cargo de una zona de arboleda para vigilar los nidos donde intenta dejar huevos tornando, al cabo de año, a la zona emparejada a su macho de por vida junto al que vuela, al llegar el mes de agosto, con rumbo a tierra africana, volviendo en la primavera a la misma localidad. Pone huevos de igual color que los del dueño del nido donde los deja, no sin antes esperar a que haya algún descuido, para ello puede retenerlo varias horas antes de que lo pueda dejar para lo que solo emplea un momento, además, casi siempre parasita al mismo tipo de pájaro que de joven lo alimentó. Pone de docena a quince huevos en otros tantos nidos, cuyo tiempo de incubación no pasa de trece días cumplidos, pues el huevo de cuquiello llega al nido con algún desarrollo del embrión, de modo que el pollo sale con más fuerza y desarrollo y pasadas pocas horas expulsa del nido a todos los demás y a los huevos sin eclosionar. Durante los veinte días que el cuco tarda en volar, sus nuevos padres se encuentran con una ingente labor cebando a la enorme cría con singular diligencia y sin rechistar. De hecho, en el campo siempre se creyó que la misma cría engullía a sus incautos padres como remate final.

El cuco se ha ligado a la superstición y quien quería saber el tiempo que le quedaba de vida iba al bosque a preguntar y según los cucús que escuchara, tantos años le quedaban por vivir. De igual modo, una joven podía saber los años que le faltaban para poderse casar; también hay refranes sobre el tiempo: canta el cuco tiempo enjuto; si canta el cuco luego vendrán el grano y el suco; tanto deja el cuco de cucar como segadores de segar. El diccionario incluye como cuco al hombre astuto y taimado que solo mira por su medrar personal y asegura Covarrubias, en el «Tesoro de la lengua castellana», que el cuclillo es pájaro de pésimo agüero para maridos celosos porque, a quienes tenían apaños con mujeres casadas, también les llamaban cucos, al no hacerse cargo de la prole resultante; por ello siempre hubo quien, al oír el cucú, sintió alusión a los cuernos. Cuentan de dos labriegos bercianos que, al ir juntos de camino, sonó el cuco y entraron a discutir de por cual de ellos dos hubiera cantado, poniendo por juez arbitral a un afilador de Orense que, por allí, hacía su faena y quien, bastante avispado, contestó a cada cual, en un aparte, que daría buen dictamen si tenía, con él, algún detalle y al cabo de un par de días, una vez que recibiera dos jamones y cecinas y las bolsas con dineros, dictó cabal veredicto, sentando que, en aquel caso, el cuco había cantado por el propio afilador, quedando ambos amoscados; pero sin merma ninguna de su honra y dignidad.


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