Publicado el 04 de marzo 2012 en el blog Fusilados de Torrellas fusiladosdetorrellas.blogspot.com/2012/03/los-heroes-olvidados-de-el-atalayon-y.html
Los héroes olvidados de El Atalayón y Sania Ramel (Bibliografía y Fotos en el enlace de arriba, mucho mejor expuesto)
Virgilio Leret junto a un Breguet XIX. Ohmynews
Son las cinco de la tarde del viernes, 17 de julio de 1936. Un grupo de tropas moras de Regulares, apoyadas por una sección de infantería, las primeras unidades del ejército de África que iniciaban la sublevación, se lanzan al asalto, por sorpresa, de la base de hidros de El Atalayón, próxima a Melilla.
Con la mayoría de la tropa de permiso y los motores de los hidroaviones desmontados para una revisión mecánica, están seguros de no encontrar oposición. Sin embargo, el jefe accidental de la base, el capitán de aviación Virgilio Leret Ruiz, revólver en mano, les ofrece fuerte resistencia.
Leret consigue que algún personal le secunde y resisten durante tres horas, contra un número de tropas asaltantes muy superior, hasta acabar la munición.
Es en ese momento cuando el capitán Leret sale al exterior y arrojando el arma al suelo rinde la posición, asumiendo para sí toda la responsabilidad. "Yo soy el jefe y estos hombres se han limitado a seguir mis órdenes".
Un gesto gallardo pero también vano. Los rebeldes le fusilarán, semidesnudo y con un brazo roto, con dos de sus subordinados, los alféreces González y Calvo, seis días después sin formalización de causa.
Así terminaba la primera batalla de la Guerra Civil Española, que arrojó el balance de varios heridos leves en ambos bandos y las dos primeras bajas, ambas de los soldados atacantes.
La historia oficial afirma que Leret, los alféreces y otros suboficiales fueron ejecutados al amanecer del 18 de julio, momento en el que se iniciaba la sublevación en buena parte de la península.
Esta versión de los hechos se contradice con la extraoficial que circuló por Melilla –plasmada en las memorias de la esposa de Leret, Carlota O’Neill- en la que se afirma que serían encarcelados en el fuerte de Rostrogordo y fusilados el 23 de julio.
Los cadáveres serían enterrados en una fosa común, según la versión de los sublevados. Pero en la actualidad aún no se conoce el lugar donde descansan los restos del capitán Leret y de sus compañeros, considerados por muchos los primeros fusilados de la Guerra Civil.
La tragedia no terminó aquí para la familia del capitán. Su esposa fue encarcelada durante cinco años tras un simulacro de juicio donde perdió la patria potestad de sus hijas, que fueron internadas en un orfanato.
Leret fue una víctima más de la guerra civil, sí, pero una víctima muy singular. Nacido en Pamplona en 1902, fue militar, aviador e ingeniero, además del inventor de uno de los primeros motores a reacción. Si bien no puede afirmarse rotundamente que idease el primer motor a reacción, su "Mototurbocompresor de Reacción Continua" fue coetáneo, si no anterior, de los de sus colegas Hans von Ohain o Frank Whittle, quienes se llevaron la gloria del hallazgo.
De no haber sido por la Guerra Civil, quizá ese honor habría correspondido también al capitán Virgilio Leret.
Al caer la tarde del 17 de julio, las noticias de lo ocurrido en El Atalayón, de la sublevación en Melilla y de la detención del general Gómez Morato, máxima autoridad militar, llegaron a oídos del comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, primo hermano de Franco y jefe de las Fuerzas Aéreas con base en el aeródromo de Sania Ramel, a escasos kilómetros de Tetuán.
Aunque se habían criado como hermanos y Ricardo había conseguido también como su primo Francisco los más altos logros de su carrera militar en África, se empezaron a distanciar tras la revolución de Asturias de octubre de 1934. Reprimida por el propio Franco, De la Puente Bahamonde fue destituido fulminantemente de su puesto por apoyarla. Es conocida la frase que Franco dirigió a su primo Ricardo en una de sus muchas discusiones: "Un día voy a tener que fusilarte".
El aeródromo de Sania Ramel fue el primero que se construyó en el protectorado español de Marruecos. Una vez iniciada la sublevación y, dada su proximidad con Tetuán, propició que fuese elegido para el aterrizaje de Franco a bordo del "Dragon Rapide", habida cuenta que el aterrizaje en Tánger, destino inicial, era peligroso, pues la autoridades republicanas esperaban su llegada.
No es arriesgado suponer que Franco, perfecto conocedor de la ideología de su primo, sabía que éste no cedería con facilidad a las presiones y sería necesario tomar el aeródromo por la fuerza.
De la Puente tampoco tiene dudas de que esa misma noche será atacado el aeródromo, por lo que toma medidas para retrasar, lo posible, la entrada de los hombres de Yagüe, acuartelados en Dar Riffie. Con este objetivo, detiene a varios oficiales comprometidos con la sublevación y, con los veinticinco hombres leales que le quedan, organiza la defensa.
Envía a uno de sus capitanes con varias camionetas por la carretera de Ceuta, para que las haga volcar en un puente cercano, impidiendo el paso de las tropas amotinadas. Hace iluminar la carretera con los faros del resto de vehículos disponibles e instala cuatro ametralladoras sobre una torreta de la base.
Madrid le ha asegurado que mandan varios aviones de refuerzo y que debe resistir a toda costa.
A las dos de la madrugada, ya del 18 de julio, recibe una llamada del jefe de la sublevación en Tetuán, el teniente coronel Sáenz de Buruaga http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_S%C3%A1enz_de_Buruaga Si De La Puente no depone su actitud, una columna de artillería y tropas de regulares cercarán el aeródromo.
Los aviones de Madrid siguen sin llegar, pero De La Puente se mantiene firme. «¡Tendrán que pasar por encima de los que defendemos al gobierno legal en este momento! ».
Las fuerzas atacantes tienen mucha precaución en no dañar la pista de aterrizaje, que será utilizada en pocas horas por el avión que trae a Franco.
En menos de media hora empiezan a registrarse los primeros heridos entre los escasos hombres de los que dispone De La Puente. El comandante no tarda en comprender que los aviones prometidos no van a llegar nunca y que resistir sólo servirá para aumentar el derramamiento de sangre.
Antes de entregarse, no obstante, ordena a sus hombres que averíen varios aviones Breguet XIX, rompiendo sus depósitos de gasolina, radiadores y las ruedas del tren de aterrizaje para que no puedan ser utilizados por los sublevados.
A las 05.15 horas de la madrugada del 18 de julio, enarbola un pañuelo blanco y entrega su pistola al comandante de los sitiadores. Él y todos sus hombres son detenidos y trasladados a la fortaleza del monte Hacho de Ceuta.
Tras un simulacro de juicio en el que es acusado, paradójicamente, de “traición” por los que han traicionado su juramento de defender a la República, el comandante De la Puente Bahamonde es fusilado el 4 de agosto de 1936, en los muros exteriores de la fortaleza.
Franco tiene en sus manos la posibilidad de indultarle. Debe de pensar que cualquier condena que no sea la ejecución sera considerada un signo de debilidad, pero firmar la sentencia de un familiar tan cercano puede ser inquietante. Y no lo hace. Decide ceder su firma al segundo jefe, Luis Orgaz, quien la rubrica.
Así puede lavarse las manos y cumplir el viejo augurio que le había hecho a su primo.
Virgilio Leret y Ricardo de la Puente fueron de los primeros muertos de la Guerra Civil. No sólo fueron eliminados físicamente por los golpistas de Franco. También trataron de borrarlos de la historia.
Además de ser militares muy condecorados, Leret fue además un brillante ingeniero que patentó el motor a reacción. El primer reconocimiento que obtuvo del Ministerio de Defensa fue en 1999. La revista "Aeroplano" reconocía su aportación a la aeronaútica española pero ocultaba que murió fusilado por ser un fiel servidor de la República.
Tanto Leret como De la Puente estaban en el punto de mira de los golpistas que traicionaron su deber de defender el orden legalmente constituido. El primero fue arrestado en varias ocasiones, en 1931 y 1934, por su negativa a perseguir a los aviadores que tiraron panfletos republicanos durante la sublevación del Cuartel de Cuatro Vientos.
En cuanto al comandante De la Puente, era un militar muy significado no sólo por sus ideas republicanas, sino también por sus simpatías con el movimiento obrero. En octubre de 1934 se había negado a bombardear a los revolucionarios asturianos por lo que fue destituido de su puesto de jefe de la base aérea de León por el propio Franco.
Ambos reúnen méritos suficientes como para ser recordados por las futuras generaciones. Pero son unos auténticos desconocidos en su propio país.
Sirvan estas líneas para homenajear a unos héroes cuyos nombres, junto al de miles de otras víctimas, permanecen injustamente en el olvido.
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