21 septiembre 2009
El pionero llegó con una mano delante y otra detrás. Tuvo que convencer a un director de departamento, a un decano o a un vicerrector de que era necesario montar esto y aquello. Rellenó mil y una solicitudes para conseguir proyectos (y algunos consiguió). Convenció a otras personas para integrarse en un proyecto de futuro. Creó riqueza a su alrededor, y de esa riqueza nació más riqueza. Fue a todas las comisiones del mundo para defender sus ideas. Dio la cara por todos los que tenía detrás, porque entendía eran parte de ese proyecto de ‘institución’. Mira siempre adelante, con ambición, peleando cualquier oportunidad que se presenta, y si no se presentan las busca. Nunca está a gusto con lo que tiene, siempre busca más para él y para su gente. Está tan centrado en avanzar que el día a día le supera, porque su visión es de larga distancia, nunca de proximidad.
El colono llegó porque alguien le llamó, o alguien le contrató, o alguien le enganchó en un determinado proyecto. Desde ese momento, su principal lucha se centró en hacer bien las tareas que le encomendaron, ya que hacer bien esas tareas le permitirá sobrevivir en el proyecto, en la institución. Su visión es de corto nivel, la que le permite ver bien el día a día. Crea riqueza, la que genera con su trabajo, pero no crea futuro, porque está acostumbrado a que alguien le indique el camino. Cuando por fin se estabiliza en una institución, muchas veces reduce su productividad a niveles de latencia vital, es decir, lo mínimo para sobrevivir.
Desgraciadamente en nuestras universidades tenemos muchos más colonos que pioneros. Hay dos motivos fundamentales. El primero es porque la movilidad es casi inexistente. Si estuviera prohibido ser profesor titular de la universidad donde se hizo el doctorado o ser catedrático allí donde se es titular, otro gallo cantaría. Habría más pioneros que colonos. El segundo es que los sistemas de premios y castigos, se fundamentan en medir cosas que los colonos saben bien acumular, y con mucho menos esfuerzo se consigue mucho más rédito. Es más fácil sumar pequeñas cosas en una estructura ya engrasada, que hacer grandes cosas partiendo de cero.
Cuando se crea una Universidad nueva, se aprovecha el gran impulso de los pioneros, pero a medida que va envejeciendo, estos van dejando paso a los colonos. Y llega un momento, en el que los pioneros, cansados de que no se les valore, o se retiran a sus cuarteles de invierno, o se van. Entonces la Universidad pierde, probablemente, su mejor capital, el de las personas que crean Universidad, a cambio de quedarse con una gran caterva de funcionarios disciplinados entrenados para engordar su curriculum con indicadores sospechosamente brillantes. Se acaba la ilusión, el movimiento. ¿Qué tipo de Universidad es la nuestra? ¿En qué estadio nos encontramos?.
¿Tu que eres, pionero o colono?
El colono llegó porque alguien le llamó, o alguien le contrató, o alguien le enganchó en un determinado proyecto. Desde ese momento, su principal lucha se centró en hacer bien las tareas que le encomendaron, ya que hacer bien esas tareas le permitirá sobrevivir en el proyecto, en la institución. Su visión es de corto nivel, la que le permite ver bien el día a día. Crea riqueza, la que genera con su trabajo, pero no crea futuro, porque está acostumbrado a que alguien le indique el camino. Cuando por fin se estabiliza en una institución, muchas veces reduce su productividad a niveles de latencia vital, es decir, lo mínimo para sobrevivir.
Desgraciadamente en nuestras universidades tenemos muchos más colonos que pioneros. Hay dos motivos fundamentales. El primero es porque la movilidad es casi inexistente. Si estuviera prohibido ser profesor titular de la universidad donde se hizo el doctorado o ser catedrático allí donde se es titular, otro gallo cantaría. Habría más pioneros que colonos. El segundo es que los sistemas de premios y castigos, se fundamentan en medir cosas que los colonos saben bien acumular, y con mucho menos esfuerzo se consigue mucho más rédito. Es más fácil sumar pequeñas cosas en una estructura ya engrasada, que hacer grandes cosas partiendo de cero.
Cuando se crea una Universidad nueva, se aprovecha el gran impulso de los pioneros, pero a medida que va envejeciendo, estos van dejando paso a los colonos. Y llega un momento, en el que los pioneros, cansados de que no se les valore, o se retiran a sus cuarteles de invierno, o se van. Entonces la Universidad pierde, probablemente, su mejor capital, el de las personas que crean Universidad, a cambio de quedarse con una gran caterva de funcionarios disciplinados entrenados para engordar su curriculum con indicadores sospechosamente brillantes. Se acaba la ilusión, el movimiento. ¿Qué tipo de Universidad es la nuestra? ¿En qué estadio nos encontramos?.
¿Tu que eres, pionero o colono?
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