Félix Grande fue consciente mucho tiempo después que la Guerra no finalizó el 1 de abril de 1939, que tenían que morir todos los que la ganaron y enterrar a todos los que la perdieron, porque el vendaval de odio y terror que generó dejó asolado el campo de la conciencia, sin lugar para la compasión. Decía que no se debía olvidar, que los errores deben permanecer en la memoria porque nos preserva de salvapatrias, redentores y manipuladores. "Piedad, sí, y pedir perdón, también; olvido, nunca".
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