http://blogs.publico.es/davidtorres/2014/03/11/luto-en-gredos/ Publicado en 11/3/2014
En un solo fin de semana, la sierra de Gredos ha tronchado cinco vidas, dos cordadas, una en el Cuchillar de las Navajas y otra en las Canales Oscuras, una triste cosecha al término de la temporada invernal. Las muertes han cubierto las páginas de sucesos y las portadas de los telediarios con esa macabra insistencia que tienen los medios en fotografiar el peor rostro de la montaña, como si sacaran noticias de automovilismo únicamente cuando el coche estalla y el piloto sale envuelto en llamas.
Con el tratamiento del alpinismo en la prensa sucede algo similar que con el boxeo. Se considera una actividad de locos o de suicidas, cuando en realidad la gente que va a la montaña lo hace para disfrutar, para respirar libertad y tomar lecciones de abismo. El riesgo en la montaña es únicamente un factor en contra, un azar que el alpinista experto siempre intentará reducir al máximo. Al igual que en el boxeo, la muerte nunca está invitada a la fiesta, entra por la puerta de atrás, ocurre casi siempre por accidente, por imprudencia, por pura mala suerte. Aun así, hay periódicos serios y respetables que proclaman en su manual de estilo un veto declarado al boxeo por considerarlo no exactamente un deporte sino una actividad violenta y casi delictiva, indicando que sólo publicarán noticias relacionadas con las doce cuerdas en caso de que un púgil muera o entre en coma. Por lo visto, el manual de estilo no dice nada de los toros o de ciertas tertulias televisivas. Eso por no hablar de la política.
Después de un invierno largo y lluvioso que apenas ha dado tregua, muchos montañeros aprovecharon la primera racha de buen tiempo para lanzarse a las últimas nieves de Gredos. El lugar donde ocurrió el segundo accidente, las Canales Oscuras, es un formidable contrafuerte de roca que protege la cumbre del Almanzor. Con buen tiempo ya impresionan lo suyo, pero en invierno, al cubrirse de hielo, se convierten en un tobogán vertiginoso y mortal. Al parecer, la caída en cadena de los tres escaladores fue provocada por el brusco aumento de la temperatura, que hizo que el hielo no aguantara los anclajes.
Los cinco fallecidos no eran novatos, sabían donde se metían, pero nadie, ni siquiera el mejor alpinista del mundo, está libre de cometer errores. Su muerte puede parecer absurda a muchos, pero no menos absurda que si hubiera tenido lugar en un accidente de tráfico. Wolfgang Güllich, uno de los grandes maestros de la escalada libre (al que incluso los profanos reconocerán por ser el especialista que doblaba a Stallone en Máximo riesgo), sobrevivió a un montón de escaladas acrobáticas casi increíbles para morir al dormirse al volante de un automóvil. En un artículo donde analizaba estadísticas de percances mortales, Bill Bryson demostró que hay muchas más posibilidades de fallecer dentro del propio hogar que fuera de él. Aunque parezca increíble, entre las causas más habituales se encontraban la gente que había muerto electrocutada con una lámpara, desnucada contra el pico de una mesa, abrasada en la cocina o ahogada con una corbata. Si uno se para a pensarlo, el lugar donde muere más gente es la cama.
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David Torres: Acabo de publicar TODOS LOS BUENOS SOLDADOS, una novela con Miguel Gila de protagonista y la guerra de Ifni de fondo, una guerra absurda como todas las guerras y negra como la España de la época.
Siempre he pensado que una novela es como un matrimonio más o menos largo mientras que una columna es un lío de una noche. Fui finalista del premio Nadal en 2003 con El gran silencio y he ganado también el Hammett de la Semana Negra de Gijón y el Tigre Juan por Niños de tiza, así como el premio Logroño por Punto de fisión, de donde toma su título esta trinchera.
Como se ve, con mis novelas he hecho lectores y amigos, y con mis columnas más bien al contrario. Pero está bien así, porque siempre he pensado que un escritor ha de luchar contra el poder, sea del signo que sea, aunque la señal de su triunfo resulte tan minúscula como una picadura de mosquito en el culo de un elefante.
Como se ve, con mis novelas he hecho lectores y amigos, y con mis columnas más bien al contrario. Pero está bien así, porque siempre he pensado que un escritor ha de luchar contra el poder, sea del signo que sea, aunque la señal de su triunfo resulte tan minúscula como una picadura de mosquito en el culo de un elefante.
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