El filósofo y académico, Premio Princesa de Asturias de Comunicación, clama contra los políticos, contra la tecnología y a favor del lenguaje y la filosofía: "La comunicación transforma el mundo" LUIS MARTÍNEZ - Oviedo -
"Somos comunicación y somos lenguaje", dijo Emilio Lledó apenas minutos después de sentarse ante la prensa. "Y ésa es la manera fundamental de transformar el mundo", añadió segundos más tarde. Una frase detrás de otra. Claro, rotundo y hasta entrañable en su euforia. El que habla es el último Premio Princesa de Asturias de Comunicación y justo es que reivindique lo suyo; una manera sin duda algo alambicada, pero franca, de llamar la atención sobre lo de todos.
"Distingo entre tres niveles de vida, desde el cuerpo, lo más básico e inmediato, hasta la lengua matriz, que no es simplemente nuestra lengua materna... Somos lo que decimos, somos seres que hablamos". Y dicho esto, y tras advertir contra los lugares comunes, contra el lenguaje degradado de lo evidente, clamó, antes que simplemente afirmar, a favor de decir las cosas y, cada uno, decirse a sí mismo. Y hacerlo, de nuevo, claro, rotundo y eufórico. Entrañable, sin duda.
De esta guisa, irrumpió ante los medios un hombre que, además de profesor de oficio y humanista por convencimiento, es filósofo de puro sabio, de puro entrañable. Además de académico. Es así. La suya fue una intervención entregada por la que desfilaron desde Aristóteles a Platón pasando por Kant. Dice el autor de El silencio de la escritura que falta decencia. Una palabra que, como demostró, es de todo menos nueva. "Sólo cuando no te avergüenzas de ti mismo estás capacitado para organizar a los demás". Lo dijo el estagirita, lo citó el premiado y aún hoy, parece, es aplicable a esa clase política que nos gobierna y que en el tronar pausado de Lledó son "indecentes con poder".
"El propio Platón se planteaba si el político podía ser feliz y lo hacía porque no está claro que el que se ofrece a los demás pueda permitirse el lujo de la felicidad", continúo el homenajeado esta vez con talante pedagógico. Quería el hombre proponer una lectura. "Deberían leer La República todos nuestros 'indecentes' gobernantes". Pues eso.
-¿Qué opina de la propuesta del PSOE de suprimir la religión de la enseñanza obligatoria?
-No sé por qué causa tanto escándalo una propuesta así. De todas formas, lo que veo mal es que se suprima la filosofía porque se anula el pensamiento crítico. Me parece gravísimo.
Quedó claro que también un hombre de hablar claro sabe quitarse de en medio de una pregunta que no quiere responder.
Sea como sea, el resto de la intervención se fue en recordar. "Con la edad me vuelvo memorioso", dijo. Y así repasó el tiempo en el que en 1952 llegó a Heidelberg joven, casi de estreno. "Éramos pocos españoles y fuimos allí casi a la aventura. Recuerdo y lo hago como la experiencia más hermosa de mi vida de profesor cuando di clases de alemán a los españoles que acudían a Alemania a trabajar. Muchos de ellos eran andaluces y se comían lo que les enseñaba literalmente. Querían aprender una lengua cuando desconocían la gramática de la suya".
Y entre evocación y recuerdo, Lledó se detuvo en la memoria de sus libros. "Veo mi vida en mis libros. Mis libros me ven. Soy un hombre del papel y no entiendo el sentido de tanta tecnología. Me parece retrasador. Espero que me acepten el neologismo. Necesito tocarlos, quererlos. Me hacen latir con mi memoria. Mis libros me leen".
Para cuando pronunció la última frase justo es que cayera agotado. Tanta euforia encerrada en un cuerpo de 87 años debería resultar extenuante. Pero no. Él, ya lo dijo al principio, es comunicación, es lenguaje, es, huelga decirlo, Lledó
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