JAVIER PéREZ DE ALBéNIZ | Publicado:
https://www.cuartopoder.es/telematon/viva-la-inteligencia/8731
Los legionarios están muy cabreados. Y como son 100.000 el número de
miembros de la Hermandad de los Legionarios la cosa no parece asunto
baladí. Con sus tatuajes desenfocados, sus pechos palomo y su cabra
endomingada, esos 100.000 legionarios enfadados son el ejemplo viviente
de lo que un día gris y tenebroso fuimos, de lo que nos observa desde la
oscuridad del fondo del armario, de aquello que parece muerto pero aún
no está enterrado. El reducto altivo de nuestro pasado más triste.
Me gustan los legionarios, su sinceridad y honradez. A diferencia de
muchos políticos que se autodenominan de centro derecha, los legías
no intentan disimular su condición primitiva, sus ideas
ultraconservadoras, su desprecio por el progreso. Orgullosos de su negra
historia, sus funestos ideólogos y sus principios cavernícolas,
resultan entrañables en su simpleza. Estos días han asomado el hocico,
cosa que hasta ahora sólo hacían el día de las fuerzas armadas, para
hacer una petición formal a la alcaldesa de Madrid: quieren que Manuela Carmena no quite la calle a Millán Astray, al que consideran “un referente”.
¿No le parecen tiernos? Yo me los comería. Se han mosqueado porque,
cumpliendo la Ley de Memoria Histórica aprobada hace nueve años, la
calle dedicada al fundador de la Legión pasará a llamarse calle
“Inteligencia”. Y han pillado la ironía, los muy ladinos. Recuerde que José Millán Astray fue el energúmeno que, en la bronca con Miguel de Unamuno
que tuvo lugar el 12 de octubre de 1936 en la universidad de Salamanca,
escupió aquello de “¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!”.
¿Muera la inteligencia? ¿Viva la muerte? En esta España nuestra un
filósofo del calibre de Millán Astray no debería tener una calle, ni una
plaza, ni siquiera una rotonda. Debería tener un campo de fútbol, de
primera división, o al menos un aeropuerto. Ya estoy viendo su nombre en
letras gigantescas, quizá de neón, iluminando la noche madrileña desde
la fachada de lo que fuera el Santiago Bernabéu. O desde el “lado aire” de la Terminal 2 del otrora aeropuerto Adolfo Suárez.
Los legionarios actuales piensan que la leyenda negra de Millán
Astray es exagerada y no se ajusta a la realidad: el tuerto más famoso
de nuestra historia negra, con permiso de Carlos Fabra,
hablaba francés, “nunca descuidó su formación” y, lo que es más
importante, no mantuvo aquel épico debate con Unamuno. “Fue con uno de
sus catedráticos, Francisco Granados”, asegura el colectivo de la cabra.
¿Francisco Granados, el de la Púnica? No, no, uno de los catedráticos
de Unamuno.
Acabáramos… Aquello de “¡Viva la muerte, muera la inteligencia!” no
se lo dijo Millán Astray a Unamuno, sino a Granados. Malditas leyendas
urbanas. Ahora todo cambia: el militar que fundó la Legión era todo un
intelectual. Que pongan su nombre a la Gran Vía.
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OTRO ASUNTO. Hoy en Perroflautas del Mundo: En Colombia convive lo mejor y lo peor de la humanidad, de JOHN CARLIN
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