Hay un nuevo "elitismo": el de quienes desde la ignorancia
promueven la ignorancia, y reivindican la falta de criterio como un
valor. Cuando alguien de esa hornada llega al poder es un arma de
destrucción masiva
El mal de Susana Díaz está muy extendido en la política y la sociedad: la cultura no importa, es algo accesorio en el mejor de los casos. Se afianza la idea de que solo es eficiente el beneficio económico. Y ocurre al revés, un pueblo sin cultura se queda inerme para afrontar los retos de la vida. Rosa María Artal - 19/05/2017 http://www.eldiario.es/zonacritica/cultura-Susana-Diaz_6_645395487.html
El mal de Susana Díaz está muy extendido en la política y la sociedad: la cultura no importa, es algo accesorio en el mejor de los casos. Se afianza la idea de que solo es eficiente el beneficio económico. Y ocurre al revés, un pueblo sin cultura se queda inerme para afrontar los retos de la vida. Rosa María Artal - 19/05/2017 http://www.eldiario.es/zonacritica/cultura-Susana-Diaz_6_645395487.html
La campaña de primarias del PSOE ha contado con una
invitada no prevista, no a ese punto: la propuesta cultural de Susana
Díaz. El formidable equipo que la apoya –en el partido y en los medios–
no ha dicho ni media palabra, lo que añade alarma. Ese ingrediente
fundamental está ahí. Con todas sus evidencias. Hay que leerlo para
creerlo.
La "propuesta de futuro" en cultura de la
aspirante a la Secretaría General del PSOE consta de 5 breves párrafos,
en los que se centra en… la economía. Al punto que no cesa de hablar de
turistas, en realidad. El desarrollo económico que propugna con –una
lejana percha en la cultura– viene vinculado fundamentalmente al
turismo. Y por un curioso razonamiento: "La mayor creación de clases
medias se está produciendo en Asia. Asia tiene excelentes playas por lo
que los turistas asiáticos que vienen a España y Europa buscan cultura".
La redacción es de este cariz de principio a fin. Digna de un ejercicio
de "vuelta al cole" tras el verano, en Primaria.
Susana Díaz además hace suya la Marca España, seña de
identidad del PP. Quiere mejorarla. El resto de las actividades
culturales están en la tarea, "haciendo más atractivo (en singular en el
texto) la llegada de turistas y nutren de contenidos la estancia de los
turistas". Ese espíritu monetarista se reflejaba en otra de sus
propuestas: dar créditos a los jóvenes para estudiar en la universidad o
establecerse como autónomos. A devolver. Como en Estados Unidos donde
existen amplias referencias de la práctica: el drama de universitarios
obligados a dedicar su vida a una actividad que, vocacional o no, les
permita pagar sus deudas.
Pedro Sánchez desarrolla, con mucha mayor amplitud ( dos páginas),
sus propuestas culturales. Alguien se tomó la molestia en el equipo de
hacer un programa. El concepto básico plantea "la cultura, como eje del
país, derecho fundamental y motor de desarrollo". Para el candidato, "la
educación es la clave del futuro". Propugna extender las becas y bajar
las tasas universitarias.
Patxi López habla de la cultura en tres breves apartados
para afirmar que "la cultura es ante todo un derecho de los ciudadanos y
sin creación cultural no hay cultura". Añade que "la igualdad en el
acceso a la cultura es y debe ser una seña de identidad de la política
de los socialistas". No detalla.
Es cierto que el mal
de Susana Díaz está muy extendido en la política y la sociedad: la
cultura no importa, es algo accesorio en el mejor de los casos. Pero
ella alcanza un diagnóstico de máxima gravedad. Y tiene todo el aparato
y los medios entregados al sistema detrás. Se afianza la idea de que
solo es eficiente el beneficio económico. El exministro (de Cultura)
José Ignacio Wert era otro entusiasta de la tendencia. Rajoy, sin duda.
El PP arrasó hasta la Filosofía –que estructura el pensamiento–, extremo
que ahora parece querer enmendar someramente.
Y
ocurre al revés, un pueblo sin cultura se queda inerme para afrontar los
retos de la vida. Es como un nacer sin referencias, sin contar con la
experiencia y reflexiones de otros, con la creatividad que nos
diferencia de otras especies animales. Privarse de segmentos
imprescindibles de la belleza. Una aspiración humana innata de todos los
pueblos, ir a más, desarrollarse, expresarse. Desde las cavernas
prehistóricas lo hicieron cuando la supervivencia era más ardua. Ahora
se afanan en igualar en la burricie.
Con
consecuencias. Una sociedad vulnerable que traga todos los cuentos,
bulos, manipulaciones, contra su propio bienestar incluso. Desde algunos
que afectan a su salud a cuestiones trascendentales que implican su
futuro y el de la colectividad.
Más aún, hay un
nuevo "elitismo": el de quienes desde la ignorancia promueven la
ignorancia, y reivindican la falta de criterio como un valor. Los
disidentes son perseguidos. No se le ocurra a usted mentar en España la
palabra intelectual. No es como en otras épocas por falta de
oportunidades. El desconocimiento carece de justificación en un país y
un tiempo en los que se ha tenido y se tiene acceso a la cultura y la
educación. Los medios existen.
Se está imponiendo el
reinado de quienes sienten una aversión insuperable por el saber y la
cultura. Volcados en sucedáneos de folclore y pachanga, contemplan la
literatura de calidad, el arte o la música culta como una purga a
engullir. De verse obligados a padecer alguna muestra, la sienten como
una colonoscopia. A veces se llevan sorpresas: "Pues esto de la cultura
no es tan rollo como me habían dicho", comentó una concejala del sector
al salir de un concierto de órgano en una catedral románica. Pertenecía
al gremio de quienes fabrican la Marca España.
Cuando
alguien de esa hornada llega al poder es un arma de destrucción masiva.
Ahí tenemos a Donald Trump en la Casa Blanca para que consolide el
elogio de la estulticia. Su universo estético anda entre oros y oropeles
y citas de películas. La última de Una rubia muy legal:
"Hay que aprovechar la oportunidad de ser un extraño". Y ante un
periodista de The Economist se atribuyó la autoría de una frase que
tiene casi un siglo a sus espaldas.
España es de los
pocos países en los que desde tiempo atrás se presume de la ignorancia.
En el fondo, es origen fundamental de nuestros problemas. Ha sido un
país pródigo en dirigentes de manifiesta mediocridad cuando no tarugos
de marca. Marca España, naturalmente.
Francia por el
contrario estima que la cultura es un signo de identidad de su país y
un bien a proteger. De sus políticos se destaca que leen filosofía –como
Macron–, o escriben novelas como el nuevo primer ministro, Édouard
Philippe . Aquí nos cuentan las
preferencias deportivas de los candidatos. Todavía debe tener Francia
sin penalizar con IVA su industria cultural como hizo el PP desde que
llegó al poder. Los países nórdicos también la protegen. Portugal,
esquilmado hasta hace poco, salvó los libros de su descomunal IVA.
"La cultura es la mejor revolución. Seguramente por eso a los Gobiernos
mediocres y dictatoriales les espanta la posibilidad de un pueblo
educado, culto, con preparación, con criterio", "hemos aceptado sin
reservas que los líderes políticos transmitan ignorancia", escribía el
periodista Javier Pérez de Albeniz en Reacciona
(Aguilar, 2011) en uno de los mejores diagnósticos que he leído. Ha ido a
peor. A la incultura manifiesta se une una nula curiosidad intelectual.
Al punto de presentar una propuesta "cultural" como la de Susana Díaz.
Las clases medias crecen en Asia. Asia tiene excelentes playas. Los
turistas asiáticos que vienen a España y Europa buscan cultura. Con
estos políticos, el futuro se presenta como un erial.
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