Ethic Se llama Muzoon Almellehan y tiene 19 años. Cuando tuvo que dejar su casa para huir de la guerra en Siria, lo único que llevó consigo fueron sus libros de texto. Es la embajadora de Buena Voluntad más joven de Unicef y la primera en serlo en calidad de refugiada. Ahora, lucha por el acceso a la educación, especialmente de las niñas que, como ella, están llamadas a cambiar el mundo.
Muzoon Almellehan está muy despierta. Solo tiene 19 años, pero en sus ojos se puede ver a alguien que ha vivido mucho más.
En el año 2013, dejó su hogar en Siria, obligada por el horror de una
guerra que dura ya siete años y que ha quedado fuera de los grandes
titulares de la prensa internacional, a pesar de las cifras: más de
500.000 muertos y más de cinco millones y medio de refugiados, la mitad
de ellos niños. Como ella.
Antes de asentarse definitivamente en Newcastle junto a su familia, pasaron tres años en un campo de refugiados en Jordania. Con una serenidad pasmosa, cuenta cómo era la vida allí: sin electricidad, sin Internet y con alimentos escasos y comunes para todos los que esperaban ser reubicados en otros países. «Te puedes imaginar cuánto nos costaba traer agua hasta la tienda donde vivíamos», cuenta en una entrevista concedida a Ethic. Allí, un gesto cotidiano para nosotros como ir a la escuela no era algo tan sencillo. «Dábamos clase en unas caravanas que no nos protegían ni del calor del verano ni del frío del invierno. No teníamos ordenadores. Solamente estudiábamos (y los que permanecen allí lo siguen haciendo) lo que viene en los libros de texto», explica Muzoon con más reivindicación que dramatismo en sus palabras. Al huir de Siria, las únicas pertenencias que llevó consigo fueron precisamente los libros del colegio. Cuando llegó a Jordania, comenzó a luchar para garantizar el acceso a la educación en zonas de conflicto. Hoy, es la embajadora de Buena Voluntad más joven de Unicef y la primera en calidad de refugiada.
(...) Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos es el cuarto de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por Naciones Unidas, que deben alcanzarse antes del año 2030. A doce años de que la fecha límite venza, estamos muy lejos de lograrlo y los esfuerzos son, a todas luces, insuficientes: aunque se estima que hay 25 millones niños de primaria y secundaria sin escolarizar en zonas en conflicto, de todo el presupuesto para labores humanitarias, menos del 2% se ha invertido en educación. «La mayoría de las ayudas a los refugiados van destinadas a comida, agua, el alojamiento o la supervivencia. Es evidente que eso es imprescindible, pero no dar prioridad a la educación es poner en riesgo el futuro de los niños. Enseñándoles, garantizamos su independencia para que ellos puedan volver y cambiar el rumbo de sus países en el futuro. Todos los niños y niñas deberían estar escolarizados en primaria y secundaria, al menos, hasta los doce años», reivindica. (...)
Antes de asentarse definitivamente en Newcastle junto a su familia, pasaron tres años en un campo de refugiados en Jordania. Con una serenidad pasmosa, cuenta cómo era la vida allí: sin electricidad, sin Internet y con alimentos escasos y comunes para todos los que esperaban ser reubicados en otros países. «Te puedes imaginar cuánto nos costaba traer agua hasta la tienda donde vivíamos», cuenta en una entrevista concedida a Ethic. Allí, un gesto cotidiano para nosotros como ir a la escuela no era algo tan sencillo. «Dábamos clase en unas caravanas que no nos protegían ni del calor del verano ni del frío del invierno. No teníamos ordenadores. Solamente estudiábamos (y los que permanecen allí lo siguen haciendo) lo que viene en los libros de texto», explica Muzoon con más reivindicación que dramatismo en sus palabras. Al huir de Siria, las únicas pertenencias que llevó consigo fueron precisamente los libros del colegio. Cuando llegó a Jordania, comenzó a luchar para garantizar el acceso a la educación en zonas de conflicto. Hoy, es la embajadora de Buena Voluntad más joven de Unicef y la primera en calidad de refugiada.
(...) Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos es el cuarto de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por Naciones Unidas, que deben alcanzarse antes del año 2030. A doce años de que la fecha límite venza, estamos muy lejos de lograrlo y los esfuerzos son, a todas luces, insuficientes: aunque se estima que hay 25 millones niños de primaria y secundaria sin escolarizar en zonas en conflicto, de todo el presupuesto para labores humanitarias, menos del 2% se ha invertido en educación. «La mayoría de las ayudas a los refugiados van destinadas a comida, agua, el alojamiento o la supervivencia. Es evidente que eso es imprescindible, pero no dar prioridad a la educación es poner en riesgo el futuro de los niños. Enseñándoles, garantizamos su independencia para que ellos puedan volver y cambiar el rumbo de sus países en el futuro. Todos los niños y niñas deberían estar escolarizados en primaria y secundaria, al menos, hasta los doce años», reivindica. (...)
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