El Bustio · 30/11/2018
Apresuro el paso porque ya va oscureciendo.
Esta hora de la tarde es una de mis favoritas a lo largo del día.
Frente a mí, al otro lado del río veo como los picos varían de color en apenas segundos. La caliza aparece dorada, luego de color naranja para convertirse más tarde en suave violeta.
Se escucha el Cares allá abajo.
Además hay otros sonidos, crujidos que parecen venir no de las ramas sino de los troncos de los árboles. Carreras de pequeños seres deslizándose por la hojarasca. Los gritos de un bando de chovas que con vuelo ondulante se alejan para recogerse.
En el valle, hay un mundo paralelo al de sus habitantes cuando cae la noche. Los hayedos de estos montes cobran vida y entre la niebla o bajo las estrellas pueden suceder tantas cosas mágicas o trágicas como pueda uno imaginar.
Esta hora de la tarde es una de mis favoritas a lo largo del día.
Frente a mí, al otro lado del río veo como los picos varían de color en apenas segundos. La caliza aparece dorada, luego de color naranja para convertirse más tarde en suave violeta.
Se escucha el Cares allá abajo.
Además hay otros sonidos, crujidos que parecen venir no de las ramas sino de los troncos de los árboles. Carreras de pequeños seres deslizándose por la hojarasca. Los gritos de un bando de chovas que con vuelo ondulante se alejan para recogerse.
En el valle, hay un mundo paralelo al de sus habitantes cuando cae la noche. Los hayedos de estos montes cobran vida y entre la niebla o bajo las estrellas pueden suceder tantas cosas mágicas o trágicas como pueda uno imaginar.
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