Si es infame, no es periodismo
Leo en El País que “Google España y la Fundación contra la Drogadicción,
con apoyo de los medios, se han propuesto formar en dos años a 30.000
alumnos de 14 a 16 años para que sean capaces de detectar y rechazar las
fake news”. Podemos quedarnos tranquilas, supongo. Que la empresa que
dirige nuestras búsquedas mediante algoritmos, controla nuestro correo
electrónico, analiza las estadísticas de nuestras webs y tantas cosas
más colabore en la formación de los más jóvenes es una garantía de
libertad y espíritu crítico. Ironías al margen, seguramente lo que
Google entiende por noticias falsas dista bastante de las mentiras que a
mí más me preocupan. Que los molinos de vientos provoquen cáncer –como
sostiene Trump–, que haya una mujer con tres pechos, que el blue monday
sea el día más triste del año, que una vacuna cause autismo [ojo con los
bulos antivacunas, Nueva York ha declarado “emergencia pública” por una
epidemia de sarampión]... y todo lo absurdo que se les ocurra se cura
con una educación pública de calidad y muchos libros.
Las mentiras periodísticas, esas mentiras, son otra cosa, mucho más
peligrosa. A veces noticias falsas, a veces información interesada, a
veces propaganda… Esas mentiras nos rodean y en ocasiones consiguen
cambiar las cosas, casi siempre para mal: las paparruchas no se inventan
con fines virtuosos. Señores de Mountain View, escriban en su buscador
Goebbels y sabrán de qué estoy hablando. Por si alguna de vosotras o
vosotros tiene mano con la delegación española de Google, aquí les dejo
un listado de fake news, que igual quieren usarlo en sus cursillos. Sin
concierto ni orden, algunas concretas y otras genéricas. Salen de mis 22
años de oficio y de una memoria que hace tiempo decidió no guardar toda
la basura.
Fake news fue todo lo que rodeó a la invasión de Irak. Un PowerPoint con
el que Colin Powell, entonces secretario de Estado de EE.UU., intentó
convencer al Consejo de Seguridad de la ONU de que Sadam Husein tenía
armas de destrucción masiva. Fue el informe de los servicios de
espionaje del Reino Unido, que hizo suyo Tony Blair, el que nos advirtió
de que Irak podía desplegar armas químicas y biológicas en 45 minutos
(una década después, el ex primer ministro británico pidió perdón a
medias). Fue José María Aznar, su foto de la infamia en las Azores
mientras el 91% de los españoles era contrario a la guerra, según el
CIS. El expresidente declararía años después: “No voy a pedir disculpas
por defender el interés general de España”.
Fake news fue el 11M en España. Las mentiras de un Gobierno. La teoría
de la conspiración jaleada por El Mundo de Pedro José Ramírez.
Fake news fue y es Villarejo y la trama mediática urdida para acabar con Podemos.
Fake news fue el titular de portada de ABC del 17 de junio de 2018 sobre
el desembarco del Aquarius en Valencia: “España afronta una avalancha
de inmigrantes por el efecto llamada”.
Fake news son los programas de televisión en los que se utiliza un feminicidio para defender la prisión permanente revisable.
Fake news es negar que existe una violencia de género, una violencia machista.
Fake news son todas y cada una de las entrevistas en las que se han
blanqueado a líderes del partido de ultraderecha español. Sirven también
las crónicas, los reportajes, los artículos de opinión… No, estos
señores y estas señoras no son unos campechanos.
Fake news son esos medios y esos periodistas que se jactan de valer más por lo que callan que por lo que publican.
Fake news es llevar a portada las conclusiones de un informe porque la institución que lo hace te subvenciona alguna cosilla.
Fake news son los periodistas que se prestan, se alquilan, se entregan… a cualquiera de los poderes.
Fake news son los contenidos patrocinados que se publican con apariencia de información en los medios.
Fake news son muchas de las métricas de audiencia de los medios en
internet, de las que salen los ingresos publicitarios. No hay tantos
millones de lectores.
Fake news es la publicidad institucional que compra voluntades y titulares.
Fake news es, en definitiva, apartar a nuestro oficio del origen: ser un servicio público.
CTXT intenta ejercer un periodismo responsable y comprometido desde hace
más de cuatro años. Nos hemos equivocado muchas veces, pero siempre por
incapacidad. En los últimos días hemos denunciado el funcionamiento de
las cloacas del Estado y eso nos ha valido el ataque de pseudo medios.
Nuestras cuentas son transparentes, y nuestros acuerdos comerciales y
editoriales también. Lo han sido desde el principio, porque CTXT es
vuestro, esta revista es vuestra, de una comunidad en la que ya somos
más de 8.000 personas comprometidas con la prensa libre.
Seguramente las embestidas seguirán. Algunas alcantarillas, por fin, se
están abriendo y sus dueños pretenden que la podredumbre nos arrastre a
todos. Nosotras resistiremos porque os tenemos a vosotras como dique de
contención, y también como guardianas de nuestros principios
editoriales. Desde aquí, sí quiero deciros que os necesitaremos más que
nunca. A vosotros y a todos y todas los que podáis sumar a esta causa y
casa común que es CTXT. Hablad de la revista siempre que podáis, animad a
la suscripción, compartid esas historias que nos hacen mejores. Ojalá
que los tiempos que vienen no sean aún más oscuros.
Por cierto, no dejemos que el ventilador de la mierda nos impida ver el
bosque. La mayoría de los periodistas son trabajadores honrados, gentes
que intentan informar con dignidad, que aguantan presiones, que no se
venden, y todo ello con sueldos pequeños. Los de la cloaca no son
periodistas. Pónganles ustedes, lectores y lectoras sabias, el
calificativo que más se ajuste. Resistamos, también, en las urnas.
Vanesa Jiménez.
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13 abr. 2019
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