Esto
es lo último que diré, de momento, sobre el tema de la peligrosa
intromisión censora y represiva que la ultraderecha quiere hacer a la
escuela pública. Sí, a la pública, porque casi todos (y hay honrosas
excepciones) los centros privados y concertados ya funcionan bajo su
control ideológico, su concepto religioso católico y sus valores de
competitividad capitalista llevados a la máxima expresión. La ofensiva
contra la pública ya no consiste unicamente en dejarnos sin d
inero,
en elevar las ratios, en cargarnos de horas lectivas y de burocracia
absurda y agotadora, ahora también hay que venderla cono un nido de
rojos y pervertidos adoctrinadores judeomasónicos que quieren manipular
a "sus hijos" (sus hijos, que van a colegios PRIVADOS o CONCERTADOS
católicos, donde ya les meten otro tipo de mano y les adoctrinan sin
pudor en la verdadera familia: una paloma, una virgen y un señor que
acepta ser el padre). Los padres de derechas claman contra los
profesores y los maestros, contra el adoctrinamiento de sus hijos, y
exigen ser los guardianes de su moral. Pues muy bien. Que no estudien
nada que perturbe su ignorancia: la tierra es plana, no existe la
evolución, el sexo es pecado, la homosexualidad es una aberración, no
hay cambio climático, las mujeres no necesitan igualdad sino aceptar su
condición inferior, Franco era un señor muy patriota que nos salvó de
los desmanes de las hordas rojas, los triángulos rojos invertidos son
cosas de comunistas resentidos y el fascismo es una opinión tan válida o
más que otras. Eso es lo que realmente quieren. Son enemigos del
conocimiento, porque el conocimiento descoloca los viejos valores y abre
las mentes de los jóvenes ofreciendo nuevos esquemas y nuevos
horizontes. Esto no es cosa baladí. Es una provocación de la reacción
contra lo que consideran "la hegemonía cultural de la dictadura progre".
Su manipulación del lenguaje y su baba de falacias y mentiras envenena
el aire. Y es deber de todas las personas enfrentarnos a esta
intromisión, a este ataque orquestado por las élites y protagonizado por
sus acólitos y fieles seguidores. Los profesionales de la educación
somos la vanguardia, la primera línea de sus disparos. Y estaremos ahí,
resistiendo a sus mentiras, defendiendo la verdad, la bondad y la
belleza de educar en igualdad, diversidad y respeto. Pero si caemos, los
siguientes en caer serán los jóvenes, los niños y niñas del futuro que
se quedarán sin su derecho a conocer esos valores que les permitirán
convivir con los diferentes. Y eso sí que afectará a TODOS, y hará de
nuestro futuro un lugar mucho peor.
© Marisa Peña, Nos queda la palabra
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