German Cano 29/12/21
La “humanidad” del futuro.
—Cuando miro hacia esta época con los ojos de una época más lejana, no encuentro nada más digno de atención en el hombre actual que esa virtud y enfermedad tan característica suya llamada “sentido histórico”. Se trata del principio de algo completamente nuevo y extraño en la historia: si se le diera a esta semilla algunos siglos y algo más, podría nacer de allí, finalmente, una maravillosa cosecha, con un aroma tan maravilloso que podría hacer de nuestro viejo mundo un lugar más agradable para vivir de lo que hasta ahora había sido. Nosotros, los seres humanos de hoy, eslabón a eslabón, comenzamos precisamente a formar la cadena de un sentimiento futuro muy poderoso —apenas sabemos lo que hacemos.
Casi nos parece como si no se tratase de un nuevo sentimiento, sino del debilitamiento de todos los viejos sentimientos: —¡el sentido histórico es todavía algo tan pobre y frío!; a muchos les afectará como si de un escalofrío se tratase, convirtiéndose así en seres todavía más pobres y fríos. A otros les parece el signo de la edad que se aproxima a hurtadillas, y ven en nuestro planeta a un enfermo melancólico, que, para olvidar su presente, hace balance de la historia de su juventud.
En realidad, éste es uno de los matices de este nuevo sentimiento: el que sabe considerar la historia del ser humano en su conjunto como historia propia, siente, en virtud de una enorme generalización, toda la pesadumbre del enfermo que se acuerda de la salud, del anciano que piensa en los sueños de su juventud, del enamorado privado de su amada, del mártir cuyo ideal ha quedado destruido, del héroe que, durante la noche, después de una batalla que nada ha decidido, conserva las heridas y la pérdida del amigo—; pero ser capaz de soportar esta enorme suma de pesares de todo tipo, y, pese a eso, seguir siendo el héroe que, al despuntar el segundo día de batalla, saluda la aurora, la llegada de la felicidad, puesto que se es el hombre que tiene delante y detrás de sí un horizonte de mil años, siendo el heredero de toda la nobleza, de todo espíritu del pasado, heredero obligado, el más noble entre toda la antigua nobleza y, al mismo tiempo, el primero de una nobleza nueva, de la cual no se ha visto cosa semejante en ninguna época: cargar con todo esto sobre su alma, lo más antiguo, lo más nuevo, las pérdidas, las esperanzas, las conquistas, las victorias de la humanidad; reunir, finalmente, todo esto en un alma y concentrarlo a un solo sentimiento: —esto, ciertamente, tendría que tener como resultado una felicidad desconocida hasta ahora para el hombre—, una felicidad divina, rebosante de poder y de amor, de lágrimas y de risas, una felicidad que, semejante al sol de la tarde, regalará y derramará su inagotable riqueza para verterla en el mar y que, como tal sol, no se sentirá plenamente rico hasta que el más pobre de los pescadores reme también con remos de oro. ¡Este sentimiento divino se llamaría entonces humanidad!" ( Friedrich Nietzsche, La ciencia jovial #337)
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