La falta de agua y los altos costes de producción sitúan al principal productor de arroz español ante un escenario similar al que vivió hace 30 años, cuando la sequía imposibilitó también la cosecha, con los estragos económicos, sociales y medioambientales que ello acarrea
Tan solo “un abril lluvioso” podría haber evitado el destino al que se ha visto abocado el mayor arrozal español, tras varias campañas en las que el cultivo del arroz se ha ido reduciendo drástica y paulatinamente en la zona, debido a las plagas (en 2018) y a las consecuencias del cambio climático. Sin ir más lejos, 2021 se saldó con la mitad de la cosecha, al ejercicio siguiente tan solo se plantó un 30% y este 2023, se prevé sembrar “prácticamente nada”. Una decisión que brota de la escasez hídrica generalizada que padece toda la península, sumada a una dotación de agua insuficiente y a la incertidumbre de que vayan a disponer de un suministro “permanente” que pueda garantizar el riego escaso “pero constante” que precisan los arrozales. “Con 1.283 metros cúbicos por hectárea que se nos ha concedido este año no da para sembrar nada, no llegas a final de campaña”, sostiene Vera antes de añadir: “Para el arroz es inviable”.
(...) A las consecuencias económicas y sociales que se estiman para las 1.100 explotaciones que conforman la Federación (y para la sociedad en general por el “efecto arrastre”), hay que sumar también los daños medioambientales asociados a que la estampa tradicional de las marismas haya derivado en el retrato de un vasto páramo de tierra baldía. De ello da cuenta Carlos Dávila, responsable de la oficina técnica de SEO / BirdLife en Doñana, quien asevera que los arrozales de producción integrada aledaños al Parque Nacional son “especialmente importantes” para la avifauna que, hasta ahora, solían encontrar en este enclave una “muy buena zona de alimentación y descanso” durante sus ciclos migratorios o reproductivos.
Adiós a la “despensa de Doñana”
Por tanto, al no inundarse este año la llanura marismeña del río Guadalquivir para el cultivo del arroz, se va a “perder ese hábitat” conocido como “la despensa de Doñana”, ya que era “muy eficaz para el mantenimiento de estas poblaciones de aves acuáticas migratorias que hacen la ruta entre Europa y África”, como explica Dávila desde SEO / Birdlife. Más de 150 especies de aves (como la aguja colinegra, la cigüeñuela o la cerceta pardilla, un pato en peligro de extinción) que se ven amenazadas por un cambio repentino de hábitos (...)
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