Sara Acosta 17 de febrero de 2024
Tres experiencias agrícolas que cambiaron los químicos por la naturaleza muestran un camino más arriesgado, pero con más futuro
— Los bulos medioambientales (y no solo) que se están infiltrando en las protestas agrarias
Fermín Salcedo atiende desde su tractor, pues está labrando la tierra para los cultivos del próximo verano: calabacín, pimiento, berenjena, tomate, pepino, sandía y melón. Tiene una explotación de 27 hectáreas que trabaja junto a Julio Quilis y Francisco Barat, hijos de agricultor e ingenieros técnicos agrícolas como él. Sus campos, en Valencia, ahora tienen certificación ecológica adquirida en 2011, pero antes allí echaban productos químicos, como hizo toda la vida el padre de Fermín. “La de mi padre es la generación perdida, que ha drogado la tierra con pesticidas, y eso vale para algunas décadas, pero no es sostenible en el tiempo”. Este agricultor de 51 años entiende y comparte el hartazgo de muchos compañeros de oficio que están, cuenta, esclavizados por una cadena viciada que impone producir siempre más y barato pues compiten con países con los que en realidad es imposible. Perder dinero era su realidad diaria. “Pero ¿cómo voy yo a competir con Marruecos? Estaba harto de que las cadenas de distribución me dijeran cuánto tenía que cobrar por mi producto, y que soy caro”. Así que echó la vista atrás hasta la generación de su abuelo. “Él usaba estiércol, pues yo igual; él vendía en el mercado local, y aquí en Valencia eso aún se puede hacer”. Para quedarse hoy en el campo, explica, hay que estar formado, tener conocimientos y así poder hacer las cosas de forma distinta: dejar los monocultivos, diversificar la producción y cuidar el suelo. “En el momento en el que dejas de maltratarlo se repone muy bien”, incide Fermín. Ninguno de los agricultores entrevistados para este reportaje dice que el cambio sea sencillo, más bien al contrario. Supone un giro radical en la mirada de la agricultura y asumir más riesgos. Pero a la vez, cuentan, esto los hace menos dependientes de factores externos, como los comerciales de las grandes empresas de fitosanitarios que visitan sus campos día tras día, también para venderles productos que llaman ecológicos. “Te hace más fuerte. Yo les digo, no, dejad actuar a la naturaleza”, explica el agricultor valenciano. Ernest Mas pertenece a la quinta generación de agricultores de una empresa familiar. Hace unos diez años, una plaga de pulgón en las sandías, que era su producción principal, hizo perder mucho dinero a esta compañía de Cambrils (Tarragona). “Aplicábamos tratamientos químicos semanales, y nada, fue una campaña desastrosa”. Él y sus primos, que dirigen la empresa y una superficie agrícola de 300 hectáreas, decidieron parar y pensar (...) .........................
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