(Publicado por Luisa Arellano en 2.12.09 en su blog El blus de las encinas PAQUITA) elblusdelasencinas.blogspot.com/
Aquella tarde me acerqué a la sombra de la enorme higuera que mi abuela cuidaba como si fuese la niña de sus ojos. Nunca lo entendí bien pero cada día a las horas de entrada y salida de los muchachos en la escuela, armada con una escoba y dando voces, no dejaba que ninguno se desviase de su camino ni un ápice en dirección a su higuera. Tampoco le hacía mucha gracia que yo vagabundeara bajo el follaje, creo que quería la higuera para disfrutarla ella sola, pero yo aprovechaba la hora de la siesta para escaparme. Acostada en la hierba dejaba que me arrullase el susurro de la brisa matizado por los rayitos de sol que se colaban entre las hojas, aspiraba su denso aroma y así creaba una burbuja donde me refugiaba de mi compungida y solitaria adolescencia.
Y con los ojos cerrados creaba versos a mi Príncipe Azul pero los borraba abriéndolos mucho, porque cuando pensaba en el Príncipe Azul me entraban muchas ganas de vomitar. No sabía por qué y me estrujaba la cabeza, hasta que me dolía, pensando que mis amigas siempre estaban felices cuando hablaban de su Príncipe Azul y ni vomitaban ni nada, es más, les salían chapetas en los mofletes. Yo seguía estrujando y estrujando mi cabeza y tampoco entendía por qué mi madre decía que tenía que aprender a fregar, a barrer, a planchar, a lavar o cocinar para el día de mañana ¿pues no iba a llegar mi Príncipe Azul, qué sentido tenía aprender todo aquello si cuando él llegase yo sería una Princesa?
Tendida bajo la higuera hacía versos a las hormigas que subían por su tronco. Esas si que me gustaban. Eran habitantes de un mundo mágico en el que había una reina. ¡Qué suerte! las hormigas no tenían que esperar Príncipes Azules para ser Princesas, que es algo de mucha menos categoría que el ser reina. Casi todas eran obreras, pero no les importaba y cargaban con sus trozos de hojas y sus palitos, y para nada esperaban que llegase un príncipe a juzgar por la velocidad a la que marchaban en la interminable fila. La reina estaba dentro poniendo las cosas en orden y vigilando que a su reino no le faltase de nada. Pero tampoco esperaba al Príncipe Azul, con todas las cosas que tenía que hacer no podía perder el tiempo. Las hormigas son muy trabajadoras y miran mucho tener todo preparado para el invierno, porque si se despistan con cualquier tontería luego no tienen que comer y eso es algo muy serio.
Una tarde, cuando más a gusto me encontraba, sentí un extraño e insistente cosquilleo en una pierna, levanté la cabeza para ver qué era y me incorporé como si me hubiesen puesto un resorte. Un ciempiés enorme, más enorme todavía, caminaba ondulándose por mi espinilla. Empecé a saltar sacudiéndome con las manos por todas partes, con los ojos desorbitados y muda de la impresión. Creo que sólo emitía ruidos raros, no recuerdo bien, cuando sentí que una mano azul me agarraba por la cintura y una voz azul me pedía que me tranquilizara, Él me apretó contra su pecho azul y sus labios azules me besaban suavemente en la frente mientras yo sentía un cosquilleo azul muy diferente al del ciempiés.
-Nunca me había dado cuenta de que eres azul, Juanillo.
-Eso es que no me habías mirado bien, Princesa.
Nuestros labios se unieron suavemente y la higuera era azul, y la hierba era azul y la brisa era azul… azul… azul… cuando un escobazo y la voz de sargenta de mi abuela…
-¿Quién le ha hecho esto a mi higuera, por qué es azul? ¡os mato, yo os mato -gritaba y golpeaba al unísono con su escoba que, por cierto, no era azul.
Y Juanillo saltó la pared como pudo y corrió, corrió… corrió… y por aquellos escobazos de mi abuela me quedé sin Príncipe Azul.
Luego encontré príncipes de todos los colores, pero iban de paso, y me tropecé con uno marengo al que tuve que dar yo los escobazos, porque mi abuela, la de la higuera en propiedad, para entonces ya había muerto y a la pobre higuera la habían cortado para construir un dúplex..
Luisa Arellano (Dedicado a todos los que sienten un cariño especial por las higueras y a los que nunca dejaron de soñar)
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