(Esta entrada fue publicada el Miércoles, 15 de Julio de 2009 por Luis Muiño , al que conocí a través de Filoabbpuerto, en su blog El Hábitat del Unicornio. Web de psicoterapia. Algo distinto... o no tanto. PAQUITA) www.elhabitatdelunicornio.net/
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En el año 1993 ocurrió en Francia uno de estos sucesos extraños e impactantes que nos hacen cuestionarnos la supuesta normalidad de la vida cotidiana. Para los medios de comunicación, la historia se convirtió en el caso Romand, pues éste era el nombre de pila del asesino.
Cuando se investigó la vida de Romand, después de que éste asesinara a su familia se descubrió que este hombre veinte años engañando a su mujer y a sus dos hijos. Salía todos los días de su casa para, supuestamente, ir a su trabajo como médico en la Organización Mundial de la Salud. Pero, en realidad, Romand no era médico y no trabajaba en ningún organismo internacional. Se pasaba las horas en un aparcamiento cercano, esperando a que llegara la hora de regresar al hogar. Algo que había hecho también durante su época de supuesto estudiante. El engaño era tan bueno que su mejor amigo creía haber estudiado la carrera de medicina con él…
El asunto Romand volvió a poner sobre el tapete una cuestión inquietante:¿podemos conocer a los demás?¿podemos estar alguna vez seguros de que no nos mienten?
La respuesta, desde la psicología actual, parece clara: los que nos rodean nos pueden ocultar hechos y nos pueden mentir sin que nosotros lo detectemos porque no hay ningún sistema perfecto para evaluar la veracidad de una frase o de un comportamiento.
Es cierto que se utilizan técnicas para medir la credibilidad. Una clásica y bastante fiable es el análisis de contenido basado en criterios, que se ha utilizado durante decenas de años para evaluar la veracidad de los testimonios en juicios. Según este método, los seres humanos nos comunicamos de forma diferente cuando narramos algo que hemos visto y cuando narramos algo que nunca hemos presenciado. En un caso estamos recordando, en otro fabulando: la verdad ya existe, sólo la falsedad tiene que inventarse. Y eso puede apreciarse en la forma de trasmitir el hecho.
Para dilucidar si algo tiene posibilidades de ser falso, esta técnica analiza el contenido de lo que dice la persona utilizando 19 factores.
Por ejemplo: cuando una persona miente, es más raro que añada detalles superfluos a lo que está contando. Alguien que inventa no se suele detener a describir cómo era la silla o cuánta gente había en el local. Supone demasiado gasto de energía mental para una persona que tiene que crear lo que está contando…
Éste es uno de los 19 factores. Otros tienen que ver con que las personas que mienten no suelen hacer correcciones espontáneas de su propio testimonio, no suelen aludir a lo que sintieron mientras ocurrían los hechos, no suelen admitir que a veces no se acuerdan de algún detalle.
La idea de poseer una técnica parece tentadora. Pero la evidencia empírica nos devuelve a la realidad. Usar un método como éste, que quizás sea de los más contrastados, sólo nos aumenta un poco la probabilidad de acierto. Eso, después de dedicar gran cantidad de tiempo y esfuerzo. Hacer este análisis con todas las narraciones dudosas que nos hacen sería imposible.
Así que parece que a los seres humanos no nos queda más remedio que resignarnos. No conocer completamente a los demás es parte de la vida: puede haber un caso Romand cerca de nosotros.
Pero quizás la cosa no sea tan mala. Para buscar el lado positivo, sólo hay que pensar en la alternativa: ¿os imagináis un mundo en el que supiéramos todo de todos aquellos que nos rodean? Peor aún…¿imagináis un mundo en el que todas las personas supieran todo de vosotros?
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