Veo un noticiario en la tele. Masas humanas en movimiento.
Cómo contrastan esos ostentosos cruceros desproporcionados con sus muchas y lujosas cubiertas atestadas de rituales del despilfarro, la falsa aventura y la alegría superficial, remedos anacrónicos de un mundo ya desaparecido: el de aquellos grandes viajes transatlánticos 'de baúl forrado de pegatinas y etiquetas de hotel', con las pateras, frágiles esquifes poco aptos para flotar hasta en un estanque, siempre a punto de naufragar en los peligrosos estrechos.
Antes de esa peligrosa travesía, los muertos en los grandes desiertos; los que se esconden en sitios inverosímiles de camiones o trenes; los aupados a las vallas erizadas de cuchillas con ridículos nombres de instrumentos musicales (concertinas: ¿quién fue tan sádicamente irónico para bautizarlas así). La resurrección de la carne es asunto discutible; la insurrección de la carne no.
Los de abajo, si quieren moverse verticalmente hacia arriba, tienen que hacerlo horizontalmente y lejos. Es decir, el deseo de movilidad social ascendente es el que explica siempre las grandes emigraciones humanas.
Por eso se trata de una selección positiva: se mueven los jóvenes, los más inquietos y fuertes, se quedan los viejos, los más conformistas y menos dispuestos al cambio. Y pese a todo los rechazamos... a los mejores. Las migraciones no se pueden parar, pero es que además son beneficiosas para los lugares de destino. Pero como todo movimiento masivo, hay que canalizarlas. Poner semáforos, no muros (siempre de la vergüenza). En las murallas los elementos más relevantes siempre son sus puertas. Si no, encierran más a los de dentro que impiden el paso a los de fuera.
Lo marginal es la bola de cristal de la Historia. Favelas, banlieues, chabolas, ranchitos, arrabales, bidonvilles; en esos ‘márgenes’, en esas zonas marginales, para bien o para mal, se anticipa el futuro más que en los congresos y en los centros de convenciones y en los think tank. También en un río lo interesante no ocurre en el centro del cauce sino en sus riberas llenas de maleza y de contactos e innovaciones (mirad mis fotos). Los instalados con sus necesidades cubiertas no inventan ni imaginan otro futuro que su privilegiado presente. Soñar no sólo no cuesta dinero, sino que mejora el porvenir.
Espartaco soñando.
Creo que son más antisistema los que saquean las arcas del Estado que los que rompen cajeros automáticos y queman contenedores, pero entiendo el epíteto: desde el punto de vista sociopolítico y geopolítico, el mundo es un sistema diseñado para y por los poderosos, conocido también castizamente como ‘Ley del Embudo’. Parlamentarios aforados, monarcas inimputables, pasaportes diplomáticos, impunidad, zonas Vips y atención preferente, privilegios, distinciones por ser y nacer, no por hacer; para los 'ustednosabeconquienestáhablando' y los 'puedohacerqueledespidan', frente a desharrapados sin pasaporte, con papeles muertos y ojos muy vivos y ávidos, sin atención de ningún tipo, incluida la sanitaria y hasta la meramente humanitaria. Y sin embargo, la sal de la Tierra, la nuez que contiene el futuro no son los instalados, sino estos últimos en movimiento, por sus márgenes y sus rendijas, por los huecos de sus muros de espinas.
Cristo en patera, Buda trepado a una concertina.
Impunidad, privilegio y también desfachatez: el ejercicio de la política activa se basa, entre otras cosas, en ser más o menos inmune a la ineficacia. Demasiado a menudo consiste en contemplarse a uno mismo y su labor con el optimismo de la tolerancia y al mundo que habría que tratar de mejorar con la impotencia del pesimista. Y no ver a los otros. Autismo severo.
Olvidar que primero todos fuimos africanos, que primero todos fuimos nómadas, que primero todos fuimos inmigrantes, algunos lo son ahora y que todos deberíamos ser igual y dignamente humanos. Contemplo su determinación valiente y me siento avergonzado de mi conformismo bien instalado y sedentario (aunque algunos fingen viajes haciendo turismo).
Veo el alborozo de los noticiarios por las elevadas cifras de turistas que llegan como plagas de langosta (nada de golondrinas de verano). Cómo contrasta el buen recibimiento que les damos, rozando el servilismo tantas veces, con el denigrante a los inmigrantes. Es que los turistas dejan beneficios en el país, se dice, y yo añado: a unos pocos empresarios y 'la parte del león' a empresarios deslocalizados, tour operadores y demás. A cambio consumen recursos y servicios que mantenemos los de ‘dentro’ con nuestros impuestos. Por contra, los denostados trabajadores inmigrantes vienen a ayudar y está demostrado que consumen menos recursos y servicios que los que prestan. Entonces ¿por qué esa diferencia de trato? Quizás la clave está en preguntarse quién o quienes se benefician de esas oleadas de falsos viajeros (dentro de su burbuja sedentaria de origen a cuestas allá donde van). Les venden nuestro país por un plato de lentejas, y no todos acudimos al magro festín, eso es el turismo; o bien, compartimos las lentejas con los nuevos ingredientes que los inmigrantes traen consigo, su formación que no hemos costeado y sus ganas de trabajar.
Llego a la conclusión de que el optimismo ante el porvenir humano es una forma de superstición. Finalmente me insubordino, apago la tele, cojo el bastón y los prismáticos, llamo a Jara y salgo...
MI COMENTARIO: Caminanteabril 21, 2014 11:33 a.
MI COMENTARIO: Caminanteabril 21, 2014 11:33 a.
Te lo he copiado y republicaré en un tiempo en mi blog, mencionándote y poniendo el enlace ¡que conste!
Los poderosos nos gobiernan, hacen y deshacen a su antojo.
Nuestro deber es defendernos de esa grosería en la medida de nuestras posibilidades. La medida de éstas la ponemos nosotros en la gran mayoría de los casos.
Algunos amanecen con el No por delante.
Buen día y buen ánimo