Que la crisis de nuestro sistema social y político sigue abierta, sobre el horizonte de la crisis económica, lo muestran no solo los resultados visibles de las elecciones, sino las redes emocionales de los ciudadanos que han producido estos resultados por acción u omisión. A los sentimientos de indignación que se manifestaron en los años 11 y 12 les sucede ahora un sentimiento generalizado de desesperación y escepticismo. Sería ciego pensar que algún partido está libre de ser objeto del desapego ciudadano, incluso de quienes le han votado. En estas situaciones, se camina por un filo peligroso. La tentación de los dirigentes de esquivar las consecuencias de la crisis es casi irresistible, pero de esta manera no hacen sino reproducir las causas que producen la crisis de legitimación. La desesperanza es muy ambivalente, pero tiene un efecto muy sano sobre el sistema cognitivo: el escepticismo afina las percepciones y cualquier gesto es rápidamente interpretado y difícilmente disculpado. Quienes esperan que el tiempo arregle las cosas (Estrategia Rajoy, que está contaminando a todos los partidos) se equivocan gravemente. El tiempo solo hará más explícita la fractura y la distancia entre los deseos (por contradictorios que sean) de los ciudadanos y los intereses personales de los dirigentes (por explicables y legítimos que sean). La realidad no se equivoca, y el estado emocional de los ciudadanos es parte de la realidad. Se equivocan las interpretaciones que se realizan bajo una condición de autoengaño
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OTRO ASUNTO. Hoy en Perroflautas del Mundo: Chapuza Por: Ángel S. Harguindey
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OTRO ASUNTO. Hoy en Perroflautas del Mundo: Chapuza Por: Ángel S. Harguindey
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