COPIADO de la pág de fb de Javier Nix Calderón el 25/6/2016
El éxito es un cable muy fino que recorremos con miedo a caer de él. Creemos que el fracaso es un abismo del que nunca se sale, pero es en realidad el aire en el que podemos desplegar nuestras alas. En el éxito somos funambulistas asustados, pero en el fracaso somos pájaros que remontan el vuelo, que viajan hasta sus profundidades y vuelven a ascender. ¿Dónde están esas alas? ¿En qué lugar remoto de nuestro ser se encuentran? Solo el que ha fracasado muchas veces lo sabe. El éxito nos esclaviza, nos obliga a superarnos constantemente, pero el fracaso es libertad, pausa, crecimiento. Yo he fracasado muchas veces. No soy brillante. Repetí un curso en el instituto. He suspendido dos oposiciones. Han roto varios currículos míos ante mis ojos. No consigo escribir algo digno de ser leído. Me gusta el graffiti, pero no tengo talento. Pero, ¿sabéis algo? Estoy enamorado hasta la médula del fracaso. Pienso en fracasar y algo dentro de mí se agita y me eriza la piel, porque significa que estoy en marcha. Entre un hombre que camina y otro con miedo a comenzar solo media el deseo de fracasar. Quiero fracasar más. Quiero fracasar cada vez mejor. Quiero fracasar con estilo. Y si algún día dejo de fracasar, será porque he muerto. Si algún día dejo de aprender, será porque me he vuelto soberbio y entonces en el fondo ya estaré muerto. El éxito es un cohete que estalla en la noche. Nos maravilla, nos hipnotiza, pero no es real. Desaparece en pocos segundos. Lo que es real es el fracaso. Esa debe ser la primera enseñanza de nuestras vidas. Fracasa. Fracasa siempre. Fracasa bien. Levántate y sigue en marcha. No te rindas. Fracasa. Ten éxito. Vuelve a fracasar cada vez mejor. La noche seguirá oscura, pero la luz te inundará por dentro.
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