La violencia provocada por neonazis y supremacistas blancos este sábado en Charlottesville (Virginia)
nos trae a la memoria episodios pasados. No ha sido casual que
salieran a las calles clamando contra una supuesta discriminación a los
blancos a cara descubierta: ahora tienen un poder en Donald Trump que
legitima sus actos racistas, homófobos y contra todo aquel que no sea
igual a ellos.
El propio Trump se encargó de echar un capote a los nazis que organizaron la marcha y provocaron los incidentes repartiendo responsabilidades a los que se defendían los valores de la igualdad.
"Esta escandalosa demostración de odio, fanatismo y violencia
procedente de muchos sitios", dijo Trump. Y la Casa Blanca no tachó de
acto terrorista lo ocurrido hasta casi un día después.
Tras esto, aplausos de esta comunidad, como en el periódico
abiertamente neonazi Daily Stormer: "No nos atacó. Solo dijo que la
nación debe unirse. Nada específico contra nosotros". Todo en orden para
quienes pretenden mantener intactos los postulados de Adolf Hitler y
otros tantos en pleno 2017.
Con
estos hechos sobre la mesa, la maquinaria dulcificadora de nazis no ha
tardado en actuar para calificar los actos con nombres que no son y
quitando responsabilidades a quienes las tenían para repartirlas
entre quienes no. Lo sucedido en Charlottesville que nos hacen ver que
la equidistancia frente a los actos nazis favorece a quienes
buscan mantener su estatus de poder frente a los que apuestan por una
sociedad sin discriminaciones.
Hemos visto como se llama "disturbios de grupos radicales" al
ataque de los neonazis de Charlottesville a una marcha antifascista,
poniendo al mismo nivel a agresor y víctima. Por no hablar de eso de
considerar radicales a quienes luchan contra el supremacismo blanco, el
machismo, la homofobia y todas las discriminaciones que todo nazi no
duda en perpetuar.
Hemos visto como se llama derecha
alternativa, extrema derecha o con cualquier otro término a personas que
no tienen reparos en atribuirse la palabra nazi. Charlottesville es
otro ejemplo claro, donde las imágenes les muestran incluso con banderas
enormes de las que Adolf Hitler hubiera estado muy orgulloso.
Los términos son importantes, y en estos casos más todavía porque
ayudan a construir imaginario. Aceptar el nazismo como una ideología más
es la primera piedra para permitir que el supremacismo blanco gane
adeptos y puedan ver sus políticas e ideales más representados que
nunca, cuando la Historia o estos últimos ataques ya han demostrado de
lo que son capaces.
Hemos visto también la dificultad para calificar de terrorismo los actos cometidos por nazis. Pasó en mayo con Jeremy Christian,
un estadounidense conocido por sus vínculos con actos neonazis que
asesinó a dos personas, a las que cortó el cuello, y apuñalar a una
tercera. Todo ello porque las víctimas intentaron defender a dos mujeres
con hiyab a las que Christian atacó con insultos y amenazas racistas.
También con Dylann Roof, condenado a muerte tras asesinar a nueve negros
y confesar su motivación, en lo que se ha venido contando como 'La
matanza de Charleston'.
Con Charlottesville, Trump evitó calificar de acto terrorista el atropello y ha tenido que salir la Casa Blanca un día después para hacerlo con la boca pequeña y no por la del presidente de los Estados Unidos. No sorprende de alguien que incluso llegó a inventarse un atentado en Suecia.
Diferenciar un incidente no por el acto en sí sino por quien lo comete
es lo que ocurre a día de hoy con el terrorismo. Es significativo cómo
en ciertos casos primero se tacha al acto terrorista y luego es la
investigación la que esclarece si lo fue. En otros, reina la cautela
hasta que las pesquisas deciden si lo es o no. Charlottesville, el
último ejemplo.
Hay casos en los que
la equidistancia no es posible, y el racismo es un ejemplo. No apoyar la
lucha por el fin del racismo favorece a quienes buscan perpetuar un
sistema discriminatorio que se manifiesta desde el lenguaje hasta en la
política de fronteras o el colonialismo.Ante esto no debemos dejar pasar
ni una, porque si son nazis, hay que calificarlos y combatirlos siempre
como lo que son.
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OTRO ASUNTO. Hoy en Perroflautas del Mundo: La rebelión de los jubilados chilenos, un aviso para navegantes despistados
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