Ya
sé que todo esto de la acogida a los emigrantes es vista con distancia
por mucha gente. Querría compartir mi pobre testimonio de cuando fui
emigrante, en el 74: viajar de Salamanca a Suiza en un autobús-patera
que organizaba Pepe Halcón, cuando aún no era dueño de nada más que de
un autobús de emigrantes. Llegar a la frontera a las tres de la mañana.
Sin dinero más que para tres o cuatro días. La policía te exigía mostrar
que llevabas una cantidad alta de dinero que no ten
ías
para poder entrar en Suiza. Como el mostrador era un poco alto, por
abajo nos íbamos pasando un paquetillo de billetes que habíamos reunido
todos para enseñar a la policía. Lograbas pasar temblando. Llevabas una
dirección de un piso de Ginebra de alguien que conocía alguien. Era,
aún lo recuerdo, de una pareja de trabajadores anarquistas. Dormir una
semana más de una docena en el piso del salón, mientras se iba
encontrando trabajo (sin él no podías alquilar), saber que la pareja que
te acogía sufría tensiones por tu culpa y, sin embargo, te sonreían y
no decían nada. Compartir después un piso también con un montón de
gente. Ser interrogado por la policía sin razón. Como yo salía a las
tres de la mañana, soportar de vez en cuando amables peticiones de
documentación, previos golpes y empujones contra un automóvil. Me decía
una vez el policía, antes de mirar mi pasaporte: "¡mierda de árabes, no
sé por qué venís aquí!" (descubrí entonces que todos los emigrantes son
de la misma nacionalidad). Ser seguido en el supermercado por viejecitas
que pensaban que ibas a robar (de hecho ibas a ver si caía algo). Sólo
alguna gente de izquierdas en Ginebra se acordaba de los emigrantes y
apoyó iniciativas que eran sistemáticamente rechazadas. Te entendías muy
bien con los italianos y egipcios (no sé por qué había tantos egipcios
entonces). En fin, no es nada comparable en absoluto con lo que tiene
que estar pasando esta gente. Hay estados que no solo están perdiendo la
dignidad. También la memoria.
+ José Luis Sanz Zapata y Diario Público han compartido un enlace.
El
departamento de Oltra habló con el alcalde de València, Joan Ribó, con
la Autoridad Portuaria de la ciudad, diversas ONG de apoyo a personas
migrantes y refugiadas y con el president de la Generalitat, Ximo Puig.
Les expuso el plan de acogida, todos dieron luz verde y Puig trasladó la
idea a la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. Apenas unas horas
después, el presidente Pedro Sánchez anunciaba que había dado
instrucciones para que el plan siguiera adelante. Sánchez había decidido
dar un giro radical a la política de acogida que hasta ahora había
mantenido el Gobierno de España e iniciaba los trámites para declarar
València "puerto seguro".
++ elperiodico.com
17/06/2018 Ángeles Fernangómez
A mi lo que me importa es que están a salvo. Y me siento orgullosa como española.
Europa, ponte las pilas.
#Aquarius
¿Golpe de efecto? ¿Propaganda? ¿Circo mediático? Pues si quieren (…)
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El día en que el tesorero Álvaro Lapuerta quiso tirar de la manta
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