Pelayo Martín . ·
Por eso, y aprovechando que se acerca el tiempo de los deseos y los nuevos propósitos, pido a quien corresponda, a Dios o al Diablo, que descargue sobre los que venden su dignidad profesional por un triste plato de lentejas, todo el dolor, toda la desesperación, toda la enfermedad, y toda el hambre que sus miserables cuerpos resistan... que no mueran, eso no... pero que padezcan lo que procuran, porque sin su inestimable colaboración, este infierno en la tierra no sería posible.
Habrá que explicar a los bolivianos que no comprenden cómo han sido abandonados por una prensa española y un Estado español... habrá que darles razones para que comprendan cómo una "democracia asentada" permanece tan impasible y sin reacción alguna ante semejante ataque a la libertad... ataque perpetrado por la peor calaña de bestias enloquecidas, salvajes y ultracatólicas que han conocido aquellas latitudes.
Verán, hermanos bolivianos... en términos generales, España no es el país que nos contaron, esta no es la cuna de los valientes y honestos hijos de Don Pelayo y Viriato... esto es un experimento genético dirigido por una inteligencia desconocida y algo sádica. Los españoles, en contra de lo que dice la propaganda patriotera, somos una raza de cobardes... pero no de unos cobardes de medio pelo, sino más bien la concienzuda y milenaria selección que la historia ha realizado entre nuestros ya miserables antepasados.
Somos el país que más veces ha separado el grano de la paja, somos los españoles los que más guerras civiles hemos sufrido, somos expertos en expulsar y exterminar al valiente y honesto... y hacer prevalecer al apocado, al ruin, al embustero, al servil, y al despreciable.
Expulsamos al judío y al árabe que no renegó de su naturaleza (les robamos sus tierras y pertenencias)... y nos quedamos con los sumisos.
Partieron a las Américas los más valientes, los intrépidos, los osados, los criollos que no volvieron, los que hicieron revoluciones y soñaron con ser libres... y quedaron aquí los pesebreros, los apocados, los cortesanos, los reyes y las deformaciones que llamaban príncipes y princesas.
En nuestras innumerables guerras civiles murieron los comprometidos (confundidos o no), los honestos, los que entregaron la vida por sus principios (legítimos o no), los que antepusieron su mundo soñado a sus intereses y los de sus familias... y sobrevivieron los traidores, los canallas, los especuladores, los sin entrañas, y los parásitos...
Y gracias a esa constante selección natural (salvo raras excepciones) nacemos como somos... y de entre nosotros triunfan los peores... y de entre los peores de entre nosotros... nacen los que nos gobiernan... también nuestros periodistas.
Bolivia resiste.
Fotografía de Abad Miranda.
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