Paquita Caminante · eldiario.es Antonio Maestre
Las justas reivindicaciones de miles de campesinos y agricultores deben ser atendidas y separadas de
las intenciones de la oligarquía terrateniente
La reducción al absurdo y el pensamiento en dos
dimensiones es uno de los problemas para el análisis que en multitud de
ocasiones dificulta expresar realidades subyacentes e incómodas, que
acaban apareciendo con escándalo e indignación de la izquierda que,
haciendo honor al infantilismo histórico, se niega a mirar la realidad
con ojos científicos en vez de idealizarla. Es un tópico propio de su
cultura política, que se repite cada vez que se intenta mirar en
profundidad a un evento con la intención de poner sobre la mesa de
diagnosis todos los elementos existentes para encontrar la ruta adecuada
y no ser un colaborador necesario del enemigo.
En un
momento en el que prima el ruido de las redes y medios sobre el silencio
y la pausa, es arriesgado, pero más necesario que nunca, pararse a
mirar con distancia y buscar diferentes perspectivas que ayuden a atajar
el crecimiento del posfascismo. No estamos aún como Italia, pero todo
es cuestión de tiempo, si no nos atrevemos a plantear realidades
incómodas que puedan perturbar nuestro ideal de sociedad y los dogmas
analíticos con los que afrontamos los hechos.
La estrategia de la extrema derecha en las movilizaciones
agrarias es una obviedad que conviene no ignorar. Consiste en hacer
pasar a empresarios por jornaleros para mostrarse como garante del
Estado social del bienestar solo para los de casa: el chovinismo del
bienestar. La cooptación de los movimientos obreros por el fascismo ha
sido una constante a lo largo de la historia y hacerlo con mayor o menor
acierto, creyendo más o menos en ello, no implica que no sea una
estrategia totalmente asumida por estos movimientos de los que en España
hemos tenido cumplida cuenta en diversas ocasiones. Desde Hogar Social
Madrid empotrándose en cualquier reivindicación obrera en la actualidad,
a Ernesto Giménez Caballero aconsejando a José Antonio Primo de Rivera
adoptar los colores del anarcosindicalismo (...)
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