La
historia de mi familia materna es la historia de unos tentáculos
amplios que se extienden por Biel, Petilla de Aragón, Isuerre y que
llegan hasta Jaca. El cañamazo de estas
familias ayuda a explicar cómo era el entramado social y la importancia
de la casa en los pueblos de las Altas Cinco Villas.
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A los Pemanes de casa Machín
(…) Un día, sin venir a cuento, alguien me
habló de la quebrada salud de mi abuela Pascuala. La única que no sale
en la foto. Mi abuela, la gran ausente, dio un nuevo sentido a esta historia, como lo hubiera dado a la vida de su familia si no hubiera muerto demasiado pronto.
En 1923, tres años antes de su muerte,
sufrió otra de sus crisis de corazón. Acudieron a verla familiares de
fuera que posaron delante de su alcoba. Se ve la puerta cuidadosamente
cerrada. Que las alcobas de casa Machín tenían, y tienen, puertas en
lugar de cortinas.
En 1877 la llegada de Pascuala, con sus
correteos, alegró una casa llena de gente mayor que guardaba luto por
una hija adolescente, otra Pascuala.
La niña nació en la Caudevilla 28, donde vivían: su bisabuela, Josefa Luna Marco, de 72 años, viuda de Manuel Castán Giménez, que si hubiera vivido tendría 76 años. Con sus abuelos José Castán Luna, de 52, y Salvadora Aguas Iriarte, de 54. Con sus padres, Pedro Marco Dueso, de 32, su madre Ana María Castán Aguas, de 19. Y con su tío José Castán Aguas, de 22, que en ese momento era cura regente de Biel
Mosén José Aguas, el tío que bajó de
Petilla, la bautizó, igual que, diecinueve años antes, había bautizado a
su madre. Le puso el nombre de una tía recién fallecida, Pascuala
Castán Aguas (Biel, 1861-1876).
Yo. José Aguas,
párroco de Biel, bautice a una niña que había nacido a las cinco de la
mañana del mismo día y le puse por nombre Pascuala. Hija de Pedro Marco y
Ana María Castán, naturales y vecinos de Biel. Abuelos paternos, Juan
Marco de Biel y Blasa Dueso de San Felices, vecinos de Biel. Abuelos
maternos, José Castán y Salvadora Aguas de Petilla. Fueron padrinos, don
José Castán, coadjutor, y María Cardesa Aguas. Testigos Mariano Vives,
sacristán, y María Salias, partera.
En el bautizo iba envuelta en ricas
mantillas, cubierta por un manto de seda blanca, el mismo con el que
habían bautizado a su bisabuela en Isuerre. Toda la mañana se oyó el
alegre tañido de las campanas pequeñas que decían: “no es niño que es
niña”. La bisabuela Josefa se asomó al balcón y llenó la Caudevilla de
peladillas, de esas que fabricaban los confiteros de Biel.
A los festejos llegaron puntuales todos
los Cardesa Aguas y los parientes de Petilla. Es decir, acudieron los
abuelos, los padres, los tíos y los hermanos de los que vemos en la
fotografía de 1923.
A los dos años, me imagino a la niña
Pascuala, nerviosa y vivaracha, con un vestido blanco de volantes, como
los que después ella misma le cosería a su niña Asunción. La veo cogida
de la mano de su tío José Castán, subiendo por la calle San Juan. Irían a
ver a a mosén José Aguas que pasó sus últimos años en casa Plaza con
su hermana Manuela. Allí Pascuala se sentiría la reina entre sus tías
las Cardesa Aguas (...)
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